La pelota rebotó en la pared, lejana a la improvisada canasta que había colocada en el muro, Natalia la cazó al vuelo y lanzó, anotando los puntos que le faltaban. No tuvo tiempo de celebrar que había ganado el juego. Notó que se le encaramaban a la espalda de un brinco. Supo que no podía ser otra persona que Alba.
—Oye, bájate de ahí. Me vas a hacer una chepa.
—Ni hablar, eres una tramposa—le rodeó la cintura con sus piernas.
—¿Qué? Estamos jugando un 21, Alba. ¿Te sabes las reglas?
—Pues claro. Lo eres porque has elegido el baloncesto y yo tenía las de perder. Eres un chopo.
—Ah, vale. Tú lo que querías era experimentar las alturas—razonó Natalia.
Alba le dio un leve tortazo.
—Vete a la mierda. Nat, para—le pidió cuando comenzó a girar agarrando sus muslos para que no cayera.
—Te doy seis puntos de ventaja.
—¡Qué no! No necesito tu lástima.
Su vecina se echó a reír.
Desde el balconcito del primer piso, María y Rafi, observaban a sus hijas. Natalia había cogido la pelota, sujetaba a Alba con una mano y con la otra botaba la esfera, mientras se apresuraba a la canasta. El día cinco de enero había amanecido más cálido de lo esperado, dejándoles una tregua para poder tomarse un café acompañadas al aire libre, bajo sol suave del invierno.
—Siempre haciéndola de rabiar—reía Rafi.
—Pero es una rabia sana. Fíjate cómo se ríen juntas. ¿No te parece qué están raras?
—¿Otra vez con eso, María? —se volvió hacia su amiga, moviendo el café con la cucharilla.
—Es que mi hija está radiante desde que ha vuelto a ver a la tuya. Y se pone muy nerviosa si la menciono.
Rafi se llevó los dedos al mentón, pensativa.
—Supongo que el tiempo que llevan sin verse las ha hecho regresar al pasado. La ves rara porque vuelve a ser la misma adolescente que se quedó en esta casa.
—No sé, Rafi. Creo que hay algo más. ¿De verdad no lo notas? Fíjate en tu hija. Con lo perspicaz que eres, mujer.
Y lo hizo, pero siguió sin entender a qué podía referirse su amiga. Alba ya había llegado al suelo e intentaba alejarse de Natalia, que ahora defendía la canasta a modo de tapón. Su hija se escabulló por el lateral izquierdo y lanzó a canasta. Dio varios saltos cuando vio que se había puesto por delante en el marcador.
—¿Te acuerdas cuándo hace seis veranos estaban cómo lapas?
—Cómo para no acordarme. Fantaseamos con la idea de que fuesen algo más que amigas, con unir de verdad las familias en navidad.
—Rafi, creo ya no es una fantasía.
—Anda ya, María.
—Están igual que ese verano. No, mucho más allá.
—Te ciegan tus ganas, amiga.
—Ay, Rafi, que parezco una loca.
—A mí también me gustaría que sucediera, pero las niñas solo son amigas.
—Como te estés equivocando te lo voy a recordar toda la vida, Rafi—sonrió tras su taza de café, convencida de que la que estaba en un error era su amiga, la cotilla de manual, y no ella.
Si Rafi supiera que, efectivamente, su amiga llevaba razón, bajaría las escaleras—saltando varios escalones para acelerar sus pasos— y se plantaría delante de su hija y la chica a la que había visto crecer. Primero, pondría el grito en el cielo. Luego, las abrazaría. Porque era cierto lo que había dicho María. Ella lo recordaba, pero ahora lo veía tan lejano que su cabeza no llegaba a la misma conclusión que la de su amiga. Llegando incluso a creerla siguiendo una quimera, igual que hacía seis años.
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Retazos navideños.
FanficAlba y Marina, como cada navidad, han regresado a casa de su tía abuela Azucena. Allí guardan muchos recuerdos de la infancia y adolescencia. Lo que no espera Alba es que los últimos recuerdos de sus vecinos, a los que no ve desde hace cinco años, v...