Culpa

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Y ahí estaba yo, corriendo como si mi vida dependiera de ello, ciertamente era así.
Me hallaba huyendo de un demonio.

Mi vida se había convertido en un infierno de la nada y todo era mi culpa.

Por más que me habían advertido sobre los demonios, simplemente no hice caso.
Mi curiosidad fue mayor y, decidido a encontrarme cara a cara con uno de esos monstruos, emprendí un corto viaje hacia el bosque.

Me sentía tan confiado en esos momentos, ingenuamente creía que como ya conocía las debilidades de un demonio podría ganarle a uno.

Como era de esperarse, termine cara a cara con uno. Parecía comer algo, ya sabía lo que era, no me atrevía a mirar.
M

ás por asco que por miedo, en realidad.

Mi mala suerte no acabo ahí, al intentar irme el demonio por fin notó mi presencia. Su mirada perdida se posó en mi y antes de siquiera reaccionar, ya me encontraba corriendo de el.

Durante mi escapada solo pude rezar, suplicarle a quien sea que estuviera arriba que amaneciera pronto.
Pero la suerte nunca está de mi lado y se me fue recordado al momento de salir del bosque.

Era la noche más oscura que había presenciado en mi vida, las estrellas parecían haber sido absorbidas por el oscuro manto nocturno y la luna me miraba.
Era un paisaje hermoso y, acompañado por el sepulcral silencio que me rodeaba, dirigi mis ojos al blanquecino astro espacial.

Sabia que se reía de mi, presumida se postró brillante en el cielo y se burló de mi desgracia en silencio.

Por un momento sentí al demoníaco ente tan cercano a mi que sentí su respiración chocando con mi nuca, bastando esa sola acción para que acelerara el paso.

No me atreví a mirar atrás y, antes de siquiera procesar hacía donde había corrido todo este tiempo, me di cuenta de que me encontraba en mi ciudad de nuevo.

Todo pasó tan rápido

Lo primero que hice fue buscar donde esconderme, en un desesperado intento de evitar ser comido.
Me refugie en uno de los tantos callejones que poseía mi ciudad y volví a rezar en silencio.

Comencé a escuchar gritos por todos lados, de vez en cuando llegué a escuchar al demonio gruñir y gritar.

Me sentí como el mayor cobarde del mundo en ese momento, ni siquiera el pensamiento de que mis padres podrían estar sufriendo fue capaz de hacerme reaccionar.

Mis piernas estaban paralizadas y se negaban a moverme de dónde estaba.
Mi pulso estaba descontrolado y sudaba tan frío que sentí que me congelaba.

Y durante horas lo único que fui capaz de escuchar fue destrucción, mis oídos captaron sonidos metálicos y los gruñidos del demonio; acompañados por los constantes gritos de los hombres del pueblo.

Parecían estar peleando contra el y, observando el firmamento de forma esperanzadora, recé por la salida del sol.

[...]

Deje de escuchar las voces de los hombres y a mis oídos llegó un poderoso rugido, proveniente del demonio.


Ellos habían perdido.

Observe hacia arriba incrédulo, estaba más que seguro que habían pasado horas y el cielo apenas y se notaba más claro.

Aunque nunca se me enseñó a decir malas palabras, sentí tanta rabia en ese momento que quise gritar todas y cada una de las maldiciones que me sabía.
Sin embargo, rápidamente fui sacado de mi frustrado estado al momento de escuchar los pasos del demonio acercándose hacia donde estaba escondido.

En un intento por no hacer ruido, dirigi mis manos a mi rostro, tapando mi boca y nariz en el proceso.
El lugar se hallaba tan silencioso, que me sentí ruidoso con el solo echo de respirar.

Cada vez sentía al demonio más cerca de mi posición y en mi mente, de forma instintiva, comencé a rezarle a todos los dioses que conocía.

Por más que no le temiera como tal a la muerte, debía recordar que era humano y mi instinto de supervivencia siempre sería mayor que mi indiferencia.
A pesar de solo tener once años en ese momento, ya era capaz de sentir que mi fin se acercaba.

Mis ojos permanecían cerrados con fuerza, la cual solo aumentó al sentir como era jalado de mi escondite y solo fui capaz de abrirlos al momento de impactar contra el suelo.

Y ahí estaba, frente a frente con el monstruo que yo mismo atraje.

Parecía haber aumentado de tamaño, su mirada seguía igual de perdida que al inicio y su respiración era pesada.
Quise escapar, lo intenté, pero fui sujetado rápidamente por los sangrientos brazos del demonio.

Sentí el aire escapar de mis pulmones acompañado de un punzante dolor en mi torso.
Juraría que mis costillas estaban a nada de romperse, al igual que mis brazos.
De mi boca no salía nada que no fueran quejidos.

Mis lamentos aumentaron gradualmente al sentir las escarlatas garras del demonio perforando mi piel.
Desde la altura en la que me encontraba, fui capaz de observar parte del desolador panorama del pueblo.

Escuche un sonido lejano, similar a un corte y después caí al suelo.
Note que los brazos del demonio habían sido cortados, aún aprisionando mi torso y brazos.

Rápidamente me deshice de su agarre y corrí a esconderme.

De reojo, noté como el demonio corría a atacar a un hombre de apariencia  extraña.

Percibí unas llamas saliendo de la espada que este poseía y, como por arte de magia, el frío ambiente se tornó cálido.

Corrí hacia una de las casas del pueblo y me escondí ahí, sabía que aquel singular hombre era un cazador de demonios, ya había escuchado sobre ellos.
Repose mi espalda contra la pared y me permití recuperar el aliento, sentí la fogosa sensación de las laceraciones en mi piel.

No fui capaz de escuchar nada, un agobiante pitido se apoderó de mis oídos y mi vista se empezó a nublar.

Mis ojos captaron el contorno de la puerta siendo derribada por aquel peculiar cazador antes de sentirme desfallecer frente al hombre al que podía considerar como mi salvador.









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⏰ Última actualización: Apr 09, 2023 ⏰

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