presente

14 3 4
                                    


No puedo dejar de pensar en lo que me espera esta noche. No  sé si sorprenderme o solo fingir que estoy absorta en un profundo sueño. Llevo toda la tarde pensando en lo mismo.

¿Quién eres?

¿Qué quieres?

¿Y por qué te temo tanto?

No logro comprender que es lo que está pasando.

Tus frías y ásperas manos me causan mucho miedo. Juro que daría todo lo que está a mi alcance  para dejar de sentirlas, y por más que suplique que esta noche no vuelvas, sé qué en algún momento llegaras, pero seré fuerte, juro que lo seré  y voy a expresar con fluidez el terror que no ha dejado de crecer en lo profundo de mi ser cada noche. Prometo que tomaré el valor y diré lo que me haces.

Empieza a acercarse la noche y mi mente está sumergida  en aquellos momentos de terror. Sacudo mi cabeza intentando pensar en cualquier cosa que no sean sus manos.  ¡Sí tan solo supiera quién demonios eres!
Pocos minutos después estoy dándome una ducha, pensando —una vez más—  en todo aquello que no puedo expulsar de mi memoria.

—Hija porque tardas tanto —dice mi madre al otro lado de la puerta, su voz suena ¿preocupada? —.  ¿Qué está pasando contigo? ¿Te sucedió algo el último día de clase?

Estoy a segundos de salir y contarle todo, dejar que el huracán de oraciones que hace mucho aprisiono sean liberadas, pero, ella no lo comprendería, y en vez de eso simplemente salgo y digo: —No —suspiro intentando contener las lágrimas—, todo bien, ya me voy a dormir.

—Está bien hija, buenas noches, descansa que tengas lindos sueños —dice con voz cariñosa, a lo que yo respondo con un simple gracias. Si tan solo tuviera la facilidad de mi hermano para conversar.

Ah sí, vivo con mi hermano, padrastro y mi madre, como ya se han dado cuenta, siempre están ocupados y conversando cosas que no entiendo, ellos dicen que estoy teniendo problemas, pero no es así.

Llegó la noche y con ella el temor que me asalta a esta hora.

Había logrado quedarme dormida sin complicaciones, cuando de repente  un ruido se cuela por la bruma de mi sueño. Abro los ojos  casi de inmediato, y me quedo quieta para ver que sucede. Veo las manos —sus manos— a lo lejos y observo cómo se alejan lentamente. Así ocurría noche tras noche. Cansada de la situación una buena mañana mientras desayunaba serial le pregunte a mama.

—Madre, una pregunta —tomo una gran bocanada de aire y me armo de valor—. ¿Estás últimas noches has estado entrado a mi habitación?

—No, ¿por qué?  —parece  extrañada, pero en un abrir y cerrar de ojos  su rostro solo refleja molestia —. No me digas que estas volviendo a ver cosas extrañas, no  quiero que vuelvas a lo mismo.

—Pero mamá— digo apenas en un susurro.

—Pero mama nada —imita mi voz lo que me exaspera un poco— ya olvida eso.

Cada vez que intentaba tocar el tema lo esquivaba. Así fue pasando el tiempo, los días se convirtieron en semanas y los meses en año. Ya me había acostumbrado al tacto frío y nada delicado. Tuve que acostumbrarme, nadie me creía. Tres años soportando esa tortura. Me sentía inútil.

Secreto de la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora