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Capítulo 1 - La historia de Elio.

DOCE MESES ANTES. 2021.

Sentía frío. Sus dedos se congelaban en el gélido pavimento, las gotas de lluvia cayendo mientras una sensación húmeda en su cuerpo no desaparecía por más que el calor del vehículo estuviera a tan solo unos pasos. El dolor calaba, punzante, y sabía que moriría si la hemorragia en su estómago no se detenía; quería gritar, pedir ayuda, porque su familia... su familia estaba muerta. Un sollozo ahogado se atoró en su garganta.

Sus lágrimas se confundían con la lluvia torrencial, su mente estaba difusa, por todos lados, pero tenía presente el recuerdo de los cristales romperse, los gritos ensordecedores, su papá... Su papá golpeándose la cabeza contra el volante, su madre atravesando el parabrisas y después, nada. La imagen se desvaneció, así como su vida. Esta vez el sollozo sí salió, quedito, roto.

Entre el llanto y la pérdida de sangre, Elio solo quería rendirse. Qué más daba. Ya no valía la pena.

En el suelo, en medio de tanta penumbra y pesar, se quedó en posición fetal, como si eso lo acercara a la calidez de un abrazo de su madre o la caricia en su mejilla de su padre. Sentía que nada alcanzaba, que podía dormir en ese momento y no volver a despertar jamás.

Nunca debió de decir esas palabras. Cuando se reúna con ellos, les pedirá perdón, pensó, cerrando los ojos.

Respiró por última vez antes de ceder.

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ACTUALIDAD. 2022.

Elio piensa, para ese momento, que su vida es una mierda. Está perdido, solo y cansado. Y si duerme, las pesadillas regresan una y otra vez por más que intente deshacerse de ellas. Su propio infierno repitiéndose en sueños, castigándolo, acusándolo. A veces se cuestiona si la vida verdaderamente le quiso dar otra oportunidad o solo se está burlando de él. No es sorpresa que no pueda avanzar, porque teme que las cosas se escapen de su agarre, de nuevo. Ahora ya no tiene nada, ¿qué más podría perder? 

Por lo que, ahora se encuentra ahí: en una oficina con olor a polvo y café rancio, lleno de archivos y papeleo a medio hacer. Elio está sentado en un sillón de piel negro que rechina al mínimo movimiento. Frente a él está la —muy impactada— consejera de su escuela, apodada "Tres Piernas", ya que necesita de un bastón para caminar; aunque es una mujer de treinta y tantos, por un accidente de tránsito una de sus piernas quedó bastante mal para tener que recurrir a una ayuda toda su vida.

Elio no la conoce de nada más que esa infame historia que recorre los pasillos de su instituto, así que tampoco sabe su nombre.

—Estoy muy sorprendida, Elio. ¿A qué se debe tu visita?

Elio alza la mirada de sus manos, por fin viéndola a los ojos. Se relame sus labios resecos para poder responderle adecuadamente.

—Yo... —empieza él, arrepintiéndose al instante de que abrió la boca— quiero tener a alguien con quien platicar. Pero no deseo que haya registro de estas visitas... No quiero que mi padre Arian se entere.

—Oh. —Tres Piernas parpadea, incrédula—. ¡Oh! ¡Claro! —responde después de un momento—. Lo que desees, Elio. Pero ¿tienes algún problema con tus compañeros o algo de esa magnitud? Porque si es serio, tendría que hablar con tu tutor y el director. No podría quedarme de brazos cruzados...

—No... No. Nada de eso. Es confidencial aquí, ¿no es así? Usted funciona como una psicóloga, ¿verdad? —vuelve a bajar la mirada, lastimando sus uñas con ansiedad carcomiéndole el estómago.

Reyes de Oro y PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora