09✨

501 43 16
                                    

Narra Joel

Tenía toda mi atención en mi ordenador mientras que teclea a letra tras letra tratando de terminar el trabajo que me había costado mis horas de sueño y que ahora tomaba gran parte de la mañana. Revisé el reloj de la pantalla percatándome que eran las 9 de la mañana, retiré mis lentes y pasé mis manos por encima de mis párpados restregándolos.

—Carajo... —. Murmuré al levantarme de la silla y estirar mis piernas.

Salí del despacho para dirigirme hasta mi habitación, tomé un baño rápidamente para después vestirme con mi usual camisa negra, mis pantalones de material y mis zapatos de cuero. Acomodé mis rizos lo mejor que pude, al igual que rocié un poco de colonia en mí.

Mientras bajaba las escaleras, sentí una fuerte opresión en el pecho al igual que mis sentidos se agudizaban y solté un gruñido. Algo andaba mal. Algo pasaba con mis cachorros y mi omega. Fui hasta la cochera y mientras me encaminaba hasta mi deportivo, marqué el número de Erick. Luego de unos segundos, la llamada no fue contestada por lo que comencé a preocuparme.

—¿Qué hago? ¿Qué hago?—, me cuestionaba una y otra vez mientras salía de casa.

Mientras conducía hacia la empresa, volvía a llamar a Erick pero todas estas no eran respondidas. Al llegar, dejé mi auto en la entrada y le di las llaves a uno de mis guardaespaldas para que lo estacionara en el lugar adecuado. No me tomé la molestia de hablar o mirar a alguien hasta que llegué a mi oficina. Volví a llamar a Erick y está vez la llamada si fue tomada.

—¿Hola?

—Erick, ¿los niños están bien? ¿Estás bien?

—Hola Joel, sí, estamos bien. ¿Qué pasa?

—Sentí una jodida opresión en el pecho y sé que algo pasó con ustedes.

—Estamos bien, no te preocupes. Cuando estemos en la oficina te vas a dar cuenta que estamos en perfecto estado pero gracias por preocuparte.

—Sabes que es inevitable que no me preocupe, nos vemos aquí. ¿Te parece si después de hablar vamos a almorzar?

—Claro, adiós.

—Adiós.

Luego de la llamada, me sentí un poco más tranquilo. Le encargué a mi secretaria un café y unas medialunas mientras seguía trabajando. El peso que se alojaba en mi cuello era bastante molesto por lo que en varias ocasiones durante la mañana, tuve que hacer pausas para estirar mi cuerpo y realizar pequeños masajes en esa área.

—¿Señor? —habló mi secretaria por el intercomunicador.

—¿Qué pasa?

—La señorita Samantha se encuentra aquí, ¿la dejo seguir?

—Sí, que pase—. Suspiré.

Al momento entró Samantha y Matthew vino corriendo hacia mí por lo que lo levanté en brazos.

—¡PAPI!

—Hola príncipe, ¿Cómo estás?

—Ben papi.

Me senté de nuevo en mi silla con Matthew en mi regazo mientras que jugaba con un pequeño carro de juguete que siempre tenía en mi oficina.

—Hola Samantha, ¿Cómo estás? Bien y tú? —Exclamó con ironía mientras ponía sus manos en su cintura.

—Hola—, contesté serio.

—Joel necesito que cuides a Matthew. Debo salir de la ciudad.

—¿Se puede saber por cuánto tiempo?

APRENDER A QUERERTE | JOERICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora