una mañana lluviosa

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Acariciaba el marco de la ventana mientras observaba la explosión inminente de las gotas al golpear las calles del viejo pueblo, Elisabeth estaba en esos pequeños momentos que parecen ser una eternidad donde no sabes que hacer. Con un suspiro se incorporó y puso rumbo a la entrada, cogió un paraguas y salió a dar una vuelta.

A esas horas las cafeterías están abriendo y los ancianos dando paseos matutinos, y ahí estaba ella, tan extravagante que gritaba normalidad.

Elisabeth no estaba tan sola como daba a entender su extraña imagen a las siete de la mañana en mitad de la lluvia, tenía a Sofía y Eduard.

Sofía pensaba que era la única que entendía a Elisabeth mientras que esta misma pensaba que nadie la entendía, Sofía pensaba que Elisabeth necesitaba la chispa que le podía dar el amor, Sofía es de esas típicas personas que deberían aprender a saber sus necesidades antes de centrarse en la de los demás. Sofía fue criada en un ambiente agradable y liberal, eso no era un problema pero le abrumada su entorno y encontró una escapatoria, cada viernes iba a un árbol rodeado de piedras en la cima de una colina, un lugar de escapatoria.

Sin embargo Eduard se crió con su abuelo, nunca le gustó salir de su casa, esto cambió cuando sufrió un gran accidente, un accidente que lo dejó ciego a una temprana edad, esto fue un gran shock para Eduard pero fue aún más grande para su abuelo. Eduard tardó en asimilarlo, empezó a valorar más todo lo que le rodeaba, decía que corría con la suerte de a ver conocido antes lugares tan preciosos como los que podía a ver conocido, la ceguera no impidió a Eduard vivir su vida tal y como el quería, con limitaciones pero el se aseguraría de que no fueran un impedimento, cuando Eduard se sentía abrumado salía sin avisar, cosa que enfurecía a su abuelo que no sabía de el durante horas, Eduard iba cada sábado a un gran árbol en la cima de una colina, ya lo conocía, nadie pasaba por allí era solitario y silencioso.

Elisabeth decidió volver a casa, con el calor de la chimenea y su gato de cuestionable peso, ya tuvo bastante soledad por ese momento y quería algo de compañía felina.

-Elisabeth

querida ElisabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora