• PRÓLOGO •

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Caminaba por las calles desoladas y oscuras de la ciudad, el frío aire azotaba con su rostro, enfriandolo, cargaba algunas bolsas, haciendo que el camino fuera más cansado, si tan solo lo que cargaba no fuera tan pesado, no se cansaría demasiado y...

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Caminaba por las calles desoladas y oscuras de la ciudad, el frío aire azotaba con su rostro, enfriandolo, cargaba algunas bolsas, haciendo que el camino fuera más cansado, si tan solo lo que cargaba no fuera tan pesado, no se cansaría demasiado y ya hubiera llegado a su destino.

Suspiro pesadamente, expulsando vapor, sonrió, de alguna manera le gustaba los tiempos de frío, estar acostado en tu cama, arropado, tomar algo caliente para que el cuerpo entre en calor o solamente dormir cómodamente, era sin duda su actividad favorita cuando el clima era helado, ahora estaría haciendo eso, pero tenía un pendiente, para luego volver a los dormitorios.

En la calle donde se encontraba, había muy poca iluminación, así que no lograba ver bien el camino, esperaba que no hubiera alguna piedra o baches profundos, o si no lo más seguro es que tropezaria, aunque podría alumbrar con sus llamas, pero lo mejor era no usarlas para esto.

Sus pies dolían mucho, pues había estado recorriendo tiendas en busca de ciertas cosas que traía, aparte de eso se dirigió a su casa para otros objetos, después de eso, ahí estaba, en la calle nuevamente, buscando algo, más bien a alguien y entregarle lo que llevaba en las manos.

Logro divisar a lo lejos una pequeña casa, en la parte más oscura y tenebroso del lugar. La casa parecía ser de madera, en la mayoría se podía ver qué la madera era vieja, entre más caminaba más cerca de la vivienda se encontraba, las paredes se veían inestables, parecía que si lanzaras una piedra o golpearas la casa, podría caerse rápidamente.

Apuro el pasó, unos pequeños escalofríos recorrieron su espalda baja, el sitio le provocaba desconfianza. Se paró enfrente de la casa, dudo si entrar o no al lugar.

Suspiro fuertemente, llenándose de valor, abrió la pequeña puerta de la cerca mal hecha, que dividía el terreno de la calle. Una vez adentro del "patio", cerro la puerta y se encaminó a la verdadera puerta del lugar, que era la de la casa.

Tocó un par de veces, esperando que la persona que estuviera ahí adentro, le abriera y le dejara pasar, en lo que esperaba la contestación, comenzó a mirar las plantas que rodeaban la casa, no eran flores, ni mucho menos árboles bebés, eran más bien como romeros, yerba buena, de ese tipo.

Un chirrido le sobresaltó, fijo su vista a la puerta, que se abría lentamente.

- has llegado, pasale- una amable y cansada voz le llegó a los oídos, en la pequeña abertura que había entre la pared y la puerta, se asomaba un señor, ya mayor, de tercera edad, de piel blanca y arrugada, pelo ondulado de color plateado, por las canas que tenía.

Acepto la invitación, se adentro al hogar del viejo, dejo las cosas en una esquina del lugar.

- aquí tengo las cosas, señor mitsuba. Tengo prisa, así que me tendré que ir, hasta luego y que pa-...- el otro le mostró una mueca triste, no pasaría nada si se quedaba un rato más y le hacía compañía al pobre señor- creo que está bien si me quedo un poco más- seguidamente la triste mirada, se tornó a una de felicidad. Una leve sonrisa se asomo por su rostro.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2021 ⏰

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