Mi reina, tu eres mi rey

7.- Tensiones en la isla esmeralda

Había sido un año nuevo pero las fuertes nevadas no habían cesado. Diarmuid se frotó las manos mientras dejaba caer la leña junto a la chimenea y comenzaba a meter los tocones. Cuando lo prendió, se acercó más al fuego y le pidió que calentara sus miembros congelados.

El viejo granjero había ido a la ciudad esa mañana y dijo que no debería regresar hasta la noche. Muchas veces invitaba a Diarmuid a que lo acompañara, pero Diarmuid se negaba una y otra vez, por lo que la granja era todo lo que conocía. Tenía sus razones para permanecer a raya, la mayor parte del tiempo se debía a Gráinne y cómo vivía cerca de la ciudad costera. La gente la veía a menudo y sin duda lo regañaría para que fuera a vivir con ella en su cálido hogar. A veces era demasiado cortés, especialmente con extraños como Diarmuid.

El hombre tuvo que admitir que el invierno, aunque frío, era la estación más fácil de afrontar en la granja. No se cosechaba ni se plantaba, solo se cuidaba de los animales y del establo. Muy a menudo, Diarmuid podía sentarse frente a la chimenea y disfrutar del calor, pero, por supuesto, estaba allí para sentarse en sus pensamientos.

A menudo se preguntaba cómo le iría a Altria, especialmente a su hijo. ¿Había nacido ya el niño? ¿La salud de Altria sigue deteriorándose? ¿Ha sido amenazada por su bárbaro marido?

No importaba la derrota que Diarmuid tenía dentro de él debido a su destierro, cada vez que ese extranjero venía a la mente, su espíritu de lucha se disparaba y amenazaba con dolerle los huesos y temblar las extremidades para tomar sus lanzas y cazar a ese hombre. Diarmuid había sido un amante y odiador de muchas cosas, pero en su lista de los más odiados estaba ese hombre, ese rey que proclamó que su nombre era Gilgamesh.

¿Fue porque el hombre estaba casado con la mujer que amaba? ¿Era esa la razón de su odio hacia él? ¿Era la forma en que gobernaba el reino de Altria? ¿Fue la forma en que trató a la gente de la tierra y se negó a reconocerlos como reyes? Había muchas cosas por las que Diarmuid lo odiaba, pero de cuál era la más de la que no estaba seguro.

No importa, lo odiaba y esa era la verdad. Pero el ex-guerrero se había enorgullecido más de ser un amante que de un odiador y ciertamente tenía que amar más que odiar. Aunque últimamente. . . en su destierro, pudo encontrar poco para amar.

Con un escalofrío, Diarmuid envolvió su capa alrededor de él con más fuerza, no le dio mucho calor de la fina tela, pero era todo lo que el viejo granjero tenía para ofrecer. No, al lado de Altria como su caballero, él tenía muchas pieles para mantener el calor en inviernos como este, por supuesto, muchas mujeres también. Con una sonrisa, Diarmuid no pudo evitar imaginar a su reina amante, compartiendo su cama y manteniendo su cuerpo desnudo caliente por el hielo de afuera, tal como lo haría por ella también. Fue un simple sueño suyo que le trajo un poco de alegría en momentos como estos.

"¿Diarmuid?"

El hombre de cabello negro azabache giró la cabeza rápidamente para encontrar a un hombre vestido de piel de pie en la entrada de la pequeña casa en la que se quedaba. Con una sonrisa, Diarmuid se puso de pie de un salto y lo tiró por todos lados.

"¡Serbal!" exclamó con júbilo antes de empujarlo hacia adentro. "Ven a sentarte junto a la chimenea, es el único lugar cálido en esta tierra helada".

"Muchas gracias", dijo el guardia mientras se bajaba la capa y se sentaba junto al hombre y compartía el calor del fuego.

"Gawain dijo que vendría o enviaría a otros", dijo Diarmuid mientras miraba a su compañero de armas que estaba estremecido.

"Disculpas por no haber llegado antes", respondió Rowan mientras se frotaba los brazos. "Las aguas obligaron a nuestros barcos a desembarcar, por lo que me vi obligado a esperar unos meses para venir a contarles lo que sucedía en el reino".