III

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Me sumerjo en su beso, ha colocado su mano en mi nuca. Exige tener más contacto conmigo... Me apego a su cuerpo como si fuera un imán. El beso cada vez se intensifica. No hay tregua para ninguna de las dos.

Ella ha recorrido mi boca, muerde mi labio inferior muchas veces sin llegar a herirme. Es una experta en los besos, y yo soy una alumna que está aprendiendo.

Sigo sus movimientos, respiro poco para no romper el beso. No me importaría morir de una hipoxia, si la causa es un beso sin descanso. Pueden poner en mi lapida que morí feliz.

Mete sus manos en mi cabello, y se pierde sus dedos entre las hebras, jala levemente logrando romper el beso. Sonrió como una idiota, no entiendo porque sonrió. Me siento ebria, extasiada.

Me deja besos en mi mandíbula, la recorre y la muerde sin compasión.

Ahora me siento más extraña que nunca, a pesar de haber estado en esta situación varias veces ya sea con chicos o chicas. Con ningunos hubo algún sentimiento como los que están este preciso momento.

Ellos eran mis ratas de laboratorio, analizaba sus comportamientos durante el coito o antes de esto e iba almacenando está información.

Pero ella... Ella me enloquece.

Siento su lengua por mi cuello, mis manos están Posadas en su cintura, acarició inocentemente mientras que ella devora mi cuello.

Deja de besar mi cuello y me mira. Sus ojos oscurecido por la posible excitación que siente por mí.

— No puedo sacarte de mi mente Jauregui, — Me susurra ella acercándose a mis labios. — No puedo dejar de imaginar tus ojos verdes, tienes unos genes que matan a cualquiera... Aquí estoy, pidiendo más de ti... — Confiesa sellando está confesión con un beso que nuevamente me hace enloquecer. Muerdo yo su labio inferior, apretó su cintura y la empujó contra la puerta. Dudo que mi hermano se levante, y no me importaría si escuchará. Mientras no interrumpa seré feliz.

Luchó contra su lengua, vuelvo a morder sus labios. Ella sonríe, igual yo. He metido mis manos abajo de su camisa, su suave piel... Mi corazón no podrá con tanta adrenalina y le dará un paro por tanta belleza.

Se despega de mi, quedó desconcertada. Me encontraba memorizando su piel, dudo que quiera olvidarlo.

Agarra mi mano, esa sonrisa la desconozco totalmente ¿Pervertida? Me parece, me jala a la sala. La pequeña mesa es alargada, deja expuesto mejor su alfombra. El sofá no se veía muy cómodo.

Me acerco a ella hambrienta con sed de seguir besándole hasta que mis labios se desgasten. Tomó su rostro con mis manos y la besó, mi beso era delicado al principio que se intensifica al morderle su labio, están rojos y su respiración es acelerada. Quitó su camisa, mis manos aclaman su piel, les ha gustado la suavidad que tiene. Una piel morena, da paso a una pechos cubiertos por un sostén rojo.

Suspiro al mirarle, me incita acostarme. Como un perrito obediente estoy en el suelo, se sienta en mis muslo y desde esta vista veo una diosa.

Mis manos recorren su abdomen, manos, brazos. Quiero memorizar, pero sus labios me atacan y me dificulta pensar. Su cabello se mezcla en nuestro beso, dándome un poco de risa. Apartó el mechón y lo dejó detrás de su oreja.

Ella sonríe, y me deposita un beso. Me quita la camisa y no duda quitarme el sostén. Se encuentra erectos y eso que no hace frío.

¡Oh, Newton!

Ha pasado la punta de su lengua húmeda por mi pezón. Mis ojos se cerraron con fuerza y mi mandíbula se tensó. Paso nuevamente su lengua, y una y otra ves.

¡Hey, profesora! (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora