En el mismo lugar del nacimiento de Mayra se encontraba la presencia de un ser maligno de rasgos angelicales y de corazón obscuro.
Éste sería la causa de tragedía en la vida de la pequeña.
Él anteriormente había sido un ángel pero sin embargo, los deseos propios de placer habian irrumpido en su mente y su corazón. Por eso fué expulsado del cielo y ahora trabajaba en hacer miserables a las personas, pues era lo que mejor se le daba, pero para esto engañaba a los ángeles haciendose pasar por uno de ellos.
Llegó minutos después del parto y cuando quería poner su plan en acción, el ángel se ácerco diciendo:
- Es hermosa ¿cierto?
Él se puso nervioso y para ser discreto contestó:
- He visto cosas más lindas.
- ¿Qué podría ser más lindo?
- Para iniciar, tu rostro.-repusó el demonio.
El ángel se sonrojó.
- Sabes deberías irte, yo me encargaré de que no le pase nada por hoy.- dijo el ángel
- Muy bien preciosa, pero antes dime tu nombre.
- Todos en el cielo saben mi nombre.
- No todos, al menos yo no.
- Soy Adeline.- dijo mientras estiraba la mano para estrecharla con la de él.
- Marcus - dijo respondiendo al saludo- bien, tu ganas, me voy - hizo fruncio los labios se dio la media vuelta y salio por la puerta amplia de la blanca y fresca habitación.
Marcus nunca había abordado una misión sólo porque un ángel se lo pidiera y nunca habia sentido tanta curiosidad por una de ellas, usualmente cuando un ángel se interponía, Marcus lo encadenaba en el infierno para que sufriera eternamente o lo sometía a infernales torturas.
Por otra parte Adeline seguía contemplando a la niña, sin que le pasasé por la mente la misteriosa aparición de un ángel más en su guardía.
Rápidamente Adeline iba encariñandose más y más con Mayra. Ella seguía creciendo y aprendiendo a caminar, hablar y comunicarse.
