▬Psicólogo▬

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—Tome asiento, caballero —fue lo primero que le indicó al joven de cabellos anaranjados después de que este abrió la puerta, la traspasó y con un suave empuje, la cerró tras de sí—

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—Tome asiento, caballero —fue lo primero que le indicó al joven de cabellos anaranjados después de que este abrió la puerta, la traspasó y con un suave empuje, la cerró tras de sí—. Esta es su primera consulta, ¿cierto? —Cuestionó el psicólogo, aun viendo el texto impreso en los papeles que estaban entre sus manos sujetadas con un clip rosa palo a una tabla de madera, cambiando de página rápidamente y ojeando la información de la siguiente página. Ante una falta de respuesta oral, el psicólogo levantó la vista en dirección al nuevo paciente, quien al notar la renovada atención del especialista, se limitó a solo asentir y confirmando así, la pregunta realizada. Una sonrisa cálida elevó las comisuras de sus labios—. Muy bien, pues mi nombre es Raúl Álvarez, certificado de la escuela de Oxford; dígame, ¿cuál es su nombre? —El psicólogo sacó un pequeño bloc de notas con hojas color azul pastel del cajón izquierdo de su escritorio, donde siempre guardaba pequeños blocs de notas nuevos para cada paciente nuevo que tenía y así no terminar mezclando ningún caso al archivarlo. En la parte de arriba escribió el nombre que el paciente le indicó—. ¿Cómo ha estado? ¿Qué ha hecho el día de hoy? —Intentó comenzar una conversación casual y al mismo tiempo, indagar en la vida de su paciente sutilmente, para que de aquella forma, fueran entrando en confianza y el joven, que parecía de una edad próxima a la del psicólogo, no se sintiera incómodo o en un ambiente hostil.

—Pues, no mucho la verdad —el pelirrojo contestó con una voz baja, rozando el susurro, mientras los dedos de las pálidas manos que poseía jugaban entre sí, nerviosas. Con el lápiz en su mano derecha empezó a escribir algunas palabras claves de lo que el mensaje corporal del pelirrojo transmitía.

—Cuénteme, ¿cómo amaneció? —Dijo, acomodándose mejor en la negra silla, mallugada ya por los años—. Cuénteme su rutina de hoy, por favor, con todos los detalles que pueda añadir; si se comió un sándwich, ¿qué llevaba ese sándwich? Si estaba rico o no. Todo lo más específico que se pueda, por favor, para yo poder imaginarlo —ante sus palabras, el pelirrojo se removió en su sitio, vagando con los potentes verdes ojos, que el psicólogo notó, por la habitación buscando donde posarlos sin sentirse raro, terminando finalmente en dejarlos mirando a través del cristal de la ventana tras del especialista.

Unos segundos después, comenzó a relatar desde cómo se despertó sin una calceta, más en concreto, la calceta izquierda y al mismo tiempo que el paciente seguía narrando los acontecimientos de su día, Raúl analizaba la apariencia del joven-adulto, más adulto que joven, iniciando con el cabello anaranjado como una puesta de sol, cayendo por los no tan anchos hombros, lacio desde las raíces oscurecidas hasta mediados pero terminando en unas ondas no tan pronunciadas, dándole un aspecto delicado; deslizó los ojos hacia las facciones, notando pequeñas pero muy bien distribuidas pecas amarronadas por las estilizadas mejillas, la frente y el puente de la pequeña y redonda nariz de este, que querían al parecer ser ocultadas por una capa de base, sin conseguirlo por completo. Escribió la palabra "pecas" y "pelirrojo" junto a la palabra "familia".

Continuó escuchando y observando, dándose cuenta que si no hubiese sido por la ni tan pequeña ni tan poblada barba color rojo cobrizo en el afilado mentón, perfectamente lo hubiera confundido con una hermosa damisela. Encerró "verde esmeralda" varias veces después de escuchar que era su color favorito y con un suspiro prolongado, llenándose los pulmones enteramente del olor del ambiente, escribió debajo de "mi niña" la palabra "lavanda", porque a pesar de que la habitación poseía mayormente su característico aroma a pan de miel, sintió el cosquilleo ligero de la fragancia a lavanda proveniente del pelirrojo.

—Y así fue cómo llegué aquí —finalizó ahora con su intensa mirada verde directa a la suya.

—¿Cómo terminó en Karmaland? ¿Qué tal han ido estos primero meses? —Interrogó Raúl después de procesar lo dicho por el pelirrojo, hallando entre su parloteo el hecho de que era extranjero, y añadiendo también esa palabra a sus notas. De nuevo, hubo un momento de total silencio, mas Raúl era paciente y unos instantes inmediatos, los murmureos volvieron a llenar la acogedora habitación.

Con la mayor discreción posible, el psicólogo bajó lentamente sus ojos a la camisa de manga larga verde militar a cuadros marrones y naranjas, que debajo había un jersey blanco que se asomaba levemente gracias a que los primeros botones de la camisa estaban desabrochados, y el pantalón caqui arrugado de ciertas zonas. "Camisas" estaba justo debajo de "infancia", cuya palabra se posicionaba al lado de "fastidiosa" y "desagradable". Los minutos rápido se convirtieron en horas y cuando menos lo pensó, ya faltaban 15 minutos para acabar la sesión.

—He de decir que me estoy intentando reformar, a mi manera, poquito a poco.

—Y eso está más que genial —animó Raúl, plantando de nueva cuenta una sonrisa en su rostro para matizar su punto al poseedor de las esmeraldas como ojos y causándole un ligero sonrojo sin querer cuyo pasó anónimo ante el psicólogo—. Ahora, ya falta poco tiempo para que se acabe su consulta, por lo que le pondré una pequeña actividad para que se lleve. Es muy simple: Como deber, le pongo que usted, a partir de ahora, intente rodearse de personas más positivas.

Así fue la primera vez que lo vio.

Siguieron ocurriendo sesiones y sesiones más, hasta que incluso llegó a tenerle un cariño al pelirrojo.

—Me gustaría que me hablaras más acerca de esa relación que tuviste con tu padre —dice Raúl registrando en sus ya antiguas notas la palabra "padre" y ajustándose los lentes más cómodamente al puente de la nariz para que no caigan—. Pero eso será hasta mañana, por hoy hemos llegado al final. Como actividad de hoy, mañana tendrás que contarme tu cuento favorito de la infancia, ¿entendido? Y debes traérmelo escrito también.

—Lo tengo, Raúl —expresa su aprobación a lo solicitado, dedicándole al psicólogo una gran sonrisa que enmarca más la belleza andrógina del pelirrojo—. Muchas gracias por lo de hoy, sentía que necesitaba urgente contarle a alguien o iba a explotar de la rabia —una risa es predecesora de la oración.

—No te preocupes, ya hallarás a tu gatita sana y salva. Déjame acompañarte hasta la puerta —Raúl se levanta de la silla y lo acompaña hasta la salida del consultorio—. Cuídate —y con ello, le brinda calidez rodeándolo con los brazos en un abrazo al pequeño cuerpo del pelirrojo, despidiéndose.

Y lentamente, el aroma a lavanda abandona el lugar.

𝖆𝖓𝖌𝖊𝖑𝖘 𝖉𝖚𝖘𝖙 ▬𝖗𝖚𝖇𝖊𝖌𝖊𝖙𝖙𝖆▬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora