▬Crisoberilo▬

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La mayoría de su familia era parte de la policía o tenía una cercanía con la misma, por lo que fue natural que su inclinación por también pertenecer apareciera en cuanto cumplió la edad requerida

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La mayoría de su familia era parte de la policía o tenía una cercanía con la misma, por lo que fue natural que su inclinación por también pertenecer apareciera en cuanto cumplió la edad requerida. No podía negar que estaba muy emocionado y sentía un revoltijo en su estomago cada vez que pensaba en la idea de presentar la prueba.

Desde que la idea se había metido en su cabeza y no lo había abandonado ni un minuto, sus mañanas se resumían en levantarse antes que incluso el sol asomase su primer rayo, tomar una botella de agua a temperatura ambiente y darse de lleno al gimnasio, entrenar hasta que los músculos le ardiesen y no pudiese mover ni un solo dedo.

Cuando terminaba de tan agotadora rutina, su siguiente acción era tomar una ducha relajante, apreciando la mancha borrosa en la piel de su muñeca izquierda, pasando las yemas de los dedos con adoración y sintiendo más ganas de ingresar al cuerpo policial.

Al estar vestido y completamente limpio, se dirigía a la cocina donde su padre, el alcalde de la ciudad, ya se encontraba despierto y haciendo el desayuno. Se sentaba en la barra del comedor y esperaba que su plato estuviera listo, el cual se le entregaba rápidamente y con un cálido y amoroso beso en la coronilla.

—Buenos días, futuro policía —saludó su padre con una sonrisa mientras se servía una taza de café humeante y se recargaba en la pared que daba vista al jardín—. ¿Cómo vas con tu entrenamiento?

—Bien, padre, las fechas ya se acercan y estoy un poco nervioso, pero hago todo lo que está en mi poder para prepararme —Raulito sonrió sinceramente.

—Bien, cariño. Bueno, no te quito más tiempo, ya sabes que hay comida en el refrigerador o ahí está la tarjeta de tu papá para pedir a domicilio —Luzu se acercó a su adorado hijo y revolviendo su cabello castaño, se alejó del susodicho, tomando sus cosas que se encontraban en la mesa de la sala—. Hoy me toca arreglar unos papeles y hablar con los pueblos aledaños —suspiró, notablemente cansado—, se está saliendo de nuestras manos los adolescentes sin marcas y... —el alcalde negó varias veces con la cabeza y mejor sonrió a su hijo—. No hablemos de eso, ¡estudia mucho y pasa ese examen, cariño!

—Gracias, padre —Raulito correspondió el alegre gesto—. Que te vaya bien en el trabajo.

Con eso, su padre abandonó la residencia Play y de nuevo, Raulito se encontraba solo; bueno, hasta que su papá se despertara. Terminó de comer y lavarse los dientes, por lo que tocaba lo segundo de su rutina: estudiar la teoría.

Se dirigía a su cuarto, en donde estaba su escritorio y arriba de este, cuadernos de todos los tamaños y colores junto a bolígrafos y marcatextos. Se sentaba y repasaba principalmente los códigos; a este punto ya se los sabía de memoria, pero eso no significaba que se debiera confiar. Los apuntes de Raulito estaban llenos de los artículos de la policía; que si robos menores, que si huida de la policía, portadores de armas blancas, etc., etc.

Por eso nadie se sorprendió cuando finalmente lo aceptaron en el cuerpo policial.

Raulito se acomodó su uniforme de nuevo, alisando las arrugas imaginarias. El espejo enfrente de él reflejaba una perfecta imagen: impecable, con un tinte de nerviosismo en su mirada, el cabello castaño perfectamente engominado hacia atrás. En eso, su papá entró a la habitación después de obtener el permiso.

—¿Qué tal, campeón? ¿Todo listo? —Su papá con el mechón rubio y su característico piercing estaba hecho todo un galán con su traje de vestir y esa sonrisa. Se acercó a él y lo abrazó en un intento de calmar a su emocionado corazón.

—Sí, papá, solo verificando que todo esté en su lugar.

—Vamos, que eres todo un crack, no necesitas hacer más porque ya eres espléndido así —dijo y le dio una suave palmada en su hombro como apoyo—. Tu padre está esperando en el recibidor.

Al momento de bajar las escaleras, Luzu no pudo evitar soltar una lágrima que rápido se limpió de su mejilla, mostrando una sonrisa llena de orgullo al ver a su precioso hijo vestido como alumno de la policía.

—Estás tan guapo, Raulito, de seguro romperás corazones —bromeo el alcalde, quien se acercó con los brazos abiertos para recibir a su niño entre estos. Luzu enterró su rostro en las hebras castañas y aspiro el característico aroma a chocolate con avellanas. Su hijo solo rio en respuesta.

—Ya es hora, papá, hay que irnos o el alcalde llegará tarde a la ceremonia —dijo juguetonamente el joven. Los dos hombres restantes asintieron y se dirigieron con prisas al lugar.

Al momento de ingresar por el arco de flores que conducía a un sendero, fue atrapado por un par de brazos que lo envolvieron en un cálido gesto y rápidamente el aroma a libro viejo lleno sus fosas nasales: Su tía Lana.

—¡Mi muchacho! —Gritó con alegría la fémina, apretando su agarre hasta volverlo un poco asfixiante para el menor, quien, con un sonido ahogado y unos ligeros golpes en el brazo de su tía, pidió amablemente ser soltado. Gracias a Dios, su tía Mónica vino al rescate.

—Lana, deja al chico respirar —se rio de la escena y trató de separar a su sobrino del abrazo de oso de su esposa.

—¡Es que estoy tan feliz! —Lloriqueo la oficial primera con ojos brillantes y rebosantes de felicidad—. Por fin ese niño pequeño que conocí se convierte en alumno de la policía —con esas palabras, Raulito siguió recibiendo mimos por parte de su tía Lana, con su tía Mónica al lado y sonriendo amorosamente a los dos individuos.

Las dos oficiales primeras se retiraron con un último saludo y se dirigieron a sus puestos, donde toda la malla policial ya se encontraba. Al apreciar esto, Raulito de repente se sintió exaltado, con la adrenalina comenzando a correr por sus venas. Suspiro profundamente y exhalo, repitiendo el ejercicio dos veces más hasta que las manos le dejaron de sudar y se acercó a su puesto en el estrado, donde se sentó en una silla junto a varios compañeros.

En la ceremonia de juramento, después de que los nuevos oficiales hubieron prestado su juramento, el alcalde se aproximó al podio. Con una expresión de orgullo y solemnidad, miró a los presentes antes de comenzar su discurso.

—Distinguidos invitados, compañeros, amigos, y familiares, hoy nos reunimos aquí para celebrar no solo el inicio de una nueva etapa profesional para estos valientes hombres y mujeres, sino también para reafirmar nuestro compromiso con la comunidad que llamamos hogar —dirigió su mirada a los nuevos alumnos—. Servir y proteger, estas palabras resuenan con un peso y una responsabilidad tremendos. No se trata simplemente de cumplir con un deber; se trata de ser un faro de esperanza, un bastión de seguridad, y un símbolo de la justicia en nuestra sociedad.

El alcalde, no, su padre, hizo una pausa nuevamente, buscando a Raulito con la mirada antes de continuar.

—Hoy, uno de los que se unen a nuestras filas es mi hijo, Raulito. Verlo parado aquí, listo para asumir este papel, me llena de un orgullo indescriptible. Pero más allá de mi orgullo como padre, estoy conmovido por su valentía y su decisión de dedicar su vida al servicio de los demás —el lapislázuli miró directamente al crisoberilo, lleno de un sentimiento indescriptible, no obstante, afectuoso—. Raulito, al igual que todos ustedes que hoy se comprometen con esta noble causa, representa lo mejor de nosotros. Su compromiso renueva nuestra esperanza en un futuro más seguro y justo para todos.

Raulito podía sentir las emociones burbujear en su interior, consumiendo cada fibra de su viviente ser. Sentía el amor, el orgullo, la paternidad. Él amaba tanto a sus padres como estos lo amaban a él. El crisoberilo brilló con reconocimiento y Luzu asintió, entendiendo que su mensaje había sido transmitido con perfección, y de nuevo dirigió su mirada al público.

—El trabajo que les espera no será fácil. Habrá días difíciles, pruebas que pondrán a prueba su resolución y momentos en los que el peso de su tarea parecerá insoportable. Pero recuerden, no están solos. Tienen el apoyo de sus colegas, de sus seres queridos, y de toda la comunidad que se beneficiará de su valentía y dedicación. A todos nuestros nuevos oficiales, les deseo fuerza, sabiduría y coraje en su camino.

"Que siempre encuentren la luz en los momentos más oscuros y que mantengan la esperanza incluso frente a la adversidad. Juntos, construiremos una comunidad más segura, más fuerte y unida..."

Fueron las últimas palabras que quedaron grabadas en la mente de Raulito, antes de que la tormenta empezara.

𝖆𝖓𝖌𝖊𝖑𝖘 𝖉𝖚𝖘𝖙 ▬𝖗𝖚𝖇𝖊𝖌𝖊𝖙𝖙𝖆▬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora