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EMILIO

— ¿Señora Andrea Jiménez? —estaban por dar las 12 del medio día y me encontraba en una llamada con alguien que sabía me ayudaría a que mi plan se llevara a cabo con éxito.

«Señorita por favor. Pero sí, soy yo, ¿quién habla?»

— Soy Emilio, Adari me hizo favor de pasarme su contacto porque necesito una reservación —

«Ah, Emilio, ¡qué gusto! Pudiste hacerla llamando al teléfono del restaurante»

— Sí pero quiero que sea especial. Necesito que me haga un favor... ¿Podría reservar especialmente la mesa que está cerca de la ventana por el lado izquierdo, la más cercana al balcón de los recuerdos? —

Le llaman “El balcón de los recuerdos” a una esquina del restaurante donde las personas que van a comer ahí, pueden plasmar alguna marca para que si en un futuro regresan, vean que esa marca ahí sigue. La pared en esa esquina es de madera, y bien pueden dejar su firma, alguna frase o raspar la madera plasmando sus iniciales.

«Oh, claro que sí, con mucho gusto. ¿Una cita?»

— Sí, algo así —sonreí a pesar de saber que ella no me veía.

Me resultaba algo confuso llamarla «cita» cuando no tenía la certeza de que la otra persona también quería llamarla así. No habíamos salido en ese sentido durante mucho tiempo y claro que tenía un dilema en mis pensamientos pero también sé, el mundo es de los que se atreven así que lo hice.

«Perfecto, 02:30, mesa 7 y escribiremos 'Te extrañé' en el fondo del plato, y sin olvidar no decir que sí reservo» la llamada se alargó un poco porque quise que las indicaciones quedaran muy claras.

— Muchísimas gracias, les debo una —

«No es nada, todo sea por complacer a los amigos de nuestra mejor empleada»

Ahora sí, todo estaba listo. Al menos en el restaurante porque aún me quedaba llamar a la persona y confiar al 100% en que aceptaría. Esperaba que sí, porque a pesar de mi nerviosismo, la emoción de saber que comeríamos juntos de nuevo lo superaba todo.

— Es sorpresa, paso por ti en dos horas —terminé la llamada. Esta vez no habíamos discutido sobre quién lo hacía porque aún debía hacer varias cosas, como buscar entre mis cosas algo presentable para ponerme.

Él había aceptado.
Joaquín aceptó salir conmigo.

No nos habíamos visto desde el día del homenaje a mi padre y día donde también nos abrazamos por primera vez en seis años. Donde me regaló ese abrazo que logró pegar cosas comenzadas a desbaratarse dentro de mí.

No supe describir exactamente lo que sentí, pero con su abrazo aún me dio paz, me dio calor y ganas de seguir afrontando todo lo queme restaba por vivir. Por él, por mi papá, por Adari, pero principalmente por mí, porque tal como un día mi mejor amiga me lo dijo, las personas van y vienen pero quien estará conmigo siempre soy yo mismo.

— ¿Camisa o playera? —hablé una vez escuché que atendieron mi llamada.

«¿Eh?»

— Voy a salir con Joaquín —

«¡Wow! ¡Por fin! ¿Ya son novios?»

— ¿Qué? No Adari, todavía no —reí bajo.

«Ah» supuse había hecho un puchero, siempre lo hace cuando algo la pone "triste" «Camisa»

— Gracias —

After [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora