Monstruo

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Notas: Hola! Es la primera vez que escribo de este fandom y eso me da muchos nervios. Esta idea se me ocurrió porque, como Wei Ying, yo también tenía mucho miedo a los perros. Uno me mordió la cara y desde entonces me daba pánico acercarme a cualquier perro. Tardé siete años en volver a sentirme cómoda con un perro para acariciarlo o jugar con él, eso es porque tengo perros en casa y me ayudaron a superar ese miedo. Aun así, recuerdo muy bien el pánico y la fobia, además que tengo miedo a otros animales que me da vergüenza decir.

Así que esa es una de las razones de por qué escribo esto y porque quería Chengxian. Los amo y ya haré más cosas de ellos.

Muchas gracias, saludos!

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¿Por qué había dicho que sí? ¡Qué tonto fue al aceptar algo semejante! Fue casi como estar firmando su propia declaración de muerte, pero Wei Ying no pudo negarse. No cuando los grandes y hermosos ojos de su sobrino lo vieron de esa forma suplicante. ¿Alguien en el mundo podría negarle algo a ese niño? Recordar el pequeño puchero y los ojos vidriosos pidiéndole que le hiciera ese favor lo destruía.

Wei Ying era capaz de hacer cualquier cosa por aquel niño, incluso enfrentarse a esa bestia.

Un débil aullido resonó dentro de toda la casa y se tapó los oídos. De repente, se encontró acuclillado en el suelo a los pies de la cama mientras se agarraba el rostro y negaba tratando de convencerse que no estaba allí, pero sabía que sí. Respiró intentando controlar su ritmo cardíaco, pero fue imposible. Las manos le sudaban y tembló mientras se hacía cada vez más pequeño en el suelo.

Creía que podría morir si volvía a escuchar otro aullido o ese insoportable llanto.

¿Por qué había dicho que sí podía cuidar de esa perra? Hada era la mascota de su sobrino. Apenas tenía cuatro meses y él —junto con el idiota de Jiang Cheng que ahora no estaba allí— accedió a cuidarla mientras el niño se iba de vacaciones con sus padres.

Al principio por supuesto que dijo que no. Jiang Yanli sabía sobre la gran fobia que tenía hacia esos animales en específico y le dijo que alguien más cuidara de la perra. ¿No tenía Jin Ling muchos tíos más? Seguro habría otros que se harían cargo mucho mejor que él. Jiang Yanli se disculpó y le comentó que sí, que Jin Zixun iba a cuidar de Hada pero que les canceló a último momento. Intentaron buscar a otras personas que quisieran cuidarla o una guardería, pero les fue imposible. El maldito les había cancelado tan sólo con un día de anticipación y tuvieron que buscar desesperadamente dónde dejarla. Wei Ying odió a ese idiota, pero más se odió a sí mismo por ser tan débil ante su hermosa hermana e igualmente hermoso sobrino.

¿Cómo podría negarles algo a ellos dos? Por más que intentó decir que no, le fue imposible. Al final había llegado a un trato con Jiang Cheng donde él sería quien se encargara de todo lo que Hada necesitara para que Wei Ying no tuviera que estar con el animal en la misma habitación siquiera.

La primera idea fue que Jiang Cheng se quedara en la casa de su hermana para cuidar a la perra, pero le quedaba demasiado lejos del trabajo y lo descartó porque no iba a levantarse a las cuatro de la mañana para llegar en horario sólo porque Wei Ying le asustaba el animal. Además, no querían estar separados por esos casi veinte días.

Estúpido Jin Zixuan, ¿por qué tenía que planear unas vacaciones espectaculares para su esposa e hijo pero sin llevar al perro? ¿Acaso no tenía dinero suficiente para pagarle el pasaje al animal sin joderle la vida? Tuvo ganas de matar al imbécil pretencioso de su cuñado, pero otro aullido lo dejó temblando en el suelo.

Apenas habían pasado un par días después que Hada llegó a su casa. Jiang Cheng se ocupaba de darle de comer, colocarle las medicinas y pasearla; pero su él también trabajaba desde las siete de la mañana y volvía a su hogar cerca de las cinco de la tarde. En todas esas horas, Wei Ying debía estar en el mismo espacio que ese animal y ahora lo estaba sufriendo. Al principio creyó que podría controlarlo mientras no estuviera junto con ella, pero el sólo oírla ladrando, dando sus aullidos o llorando por atención le despertaba un pánico que no podía manejar.

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