•Kᴀᴍɪɴᴀʀɪ Dᴇɴᴋɪ•

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Me encontraba con mis amigas en un bar.

Yuko: La leche –dijo, mirando fijamente a un punto detrás de mí. 

Intrigada, Nanami-san también giró la cabeza para mirar en la misma dirección. 

Nanami: La hostia –exclamó, completamente boquiabierta. 

Me giré para ver de qué hablaban. Un grupo de chicos acababa de sentarse en una mesa cercana, unos cinco o seis en total. 

Uno de ellos captó mi atención. 

«Parece un Pikachu», pensé, y una pequeña risa escapó de mis labios antes de que pudiera contenerla. 

El chico lo notó. Sus mejillas comenzaron a teñirse de un tono rojo intenso mientras me dedicaba una sonrisa torpe, nerviosa y algo torcida. Se veía tierno y gracioso a la vez, así que le devolví una última sonrisa antes de girarme para seguir conversando con mis amigas. Sin embargo, al volverme, noté que ya no estaban. 

Suspiré con frustración, me levanté de mi asiento y fui hacia la puerta del local para buscarlas. No había rastro de ellas. Resignada, regresé al bar. 

Ellas sabían perfectamente lo mal que lo pasaba cuando me dejaban sola en lugares públicos. Mi ansiedad siempre se manifestaba con un nudo en la garganta y lágrimas que salían sin control. 

No era la primera vez que me hacían esto, ignorando todo lo que les había contado sobre los episodios del pasado que desencadenaron mi ansiedad. 

Llamé al camarero para pedir la cuenta, pero él me sonrió y dijo: 
—No se preocupe, alguien ya pagó por usted. 

Miré alrededor, confundida, hasta que mis ojos se cruzaron con los del chico rubio con el mechón negro. Él me devolvió la mirada y una tímida sonrisa. 

Estuve a punto de agradecerle, pero en ese momento Yuko-chan me llamó, y al atenderla comencé a sentir cómo mi ansiedad se asomaba lentamente. Le dediqué una sonrisa apenada al chico antes de salir corriendo hacia el lugar donde se suponía que estarían mis amigas. 

Para mi sorpresa, tampoco estaban allí. El corazón me latía con fuerza, como si quisiera romper las costillas que lo contenían. La opresión en el pecho era insoportable. Sabía que estaba al borde de un ataque. 

Quería irme, pero no tenía dónde. Hoy iba a quedarme a dormir en casa de Nanami-san porque mis padres estaban fuera por negocios, pero ahora parecía que esa opción también se esfumaba. 

Mis lágrimas comenzaron a brotar, tantas que sentía cómo se acumulaban y competían entre sí por salir. Mi visión se tornó borrosa, y cada vez me costaba más respirar. Intenté calmarme, pero la combinación de los latidos acelerados, mi respiración entrecortada y la sensación de ahogo ahogaron cualquier palabra de consuelo que trataba de decirme a mí misma. 

Todo era horrible. 

**Narra Kaminari:** 

Desde mi lugar en el bar, la vi salir apresurada. Una punzada de preocupación se instaló en mi pecho. 

«Pensé que le había gustado, como a mí», reflexioné. 

Observé cómo caminaba rápidamente por el pasillo del centro comercial, cada vez más lejos. 

Sero: ¿En serio se fue? Pensé que se quedaría o al menos agradecería que le pagaste la cuenta. 

Kaminari: No digas eso... quizá tuvo algo urgente. 

Kirishima: Sí, eso no fue muy varonil de su parte, –comentó, ignorando mi respuesta. Todos lo miramos raro. 

Katsuki: ¡Es una chica, pelos de mierda! ¿Cómo demonios va a ser varonil? 

Kirishima: Para tu información, Bakubro, hay chicas más varoniles que tú y que yo juntos. 

Katsuki: ¿Más que yo? ¡JA! Tonterías. 

Shōto: Yo creo que Kaminari tiene razón. Parecía preocupada. Y, Kirishima, estoy de acuerdo: hay chicas más varoniles de lo que Bakugō puede imaginar. 

—Así seguimos discutiendo tonterías hasta que salimos del bar. Sin embargo, no podía quitarme a esa chica de la cabeza. 

**Narra ____:** 

Sentada en un banco, intenté calmar mi respiración, pero pensar en todos los problemas que cargaba no ayudó. Entonces, una voz amable me sacó de mi trance: 

—Disculpa, kero~ ¿necesitas ayuda? 

Al levantar la mirada, vi a cinco chicas que me observaban con preocupación. Una de ellas, con aspecto de rana, sostenía mi teléfono que había caído al suelo. 

Tras explicarles mi situación, las chicas, todas estudiantes de la UA como yo, me invitaron a una fiesta de pijamas en casa de Momo Yaoyorozu. Dudé, pero finalmente acepté. 

En casa de Momo, todo cambió. La calidez del grupo me hizo sentir mejor. Nos reímos tanto que olvidé por completo la angustia que había sentido. 

De repente, recordé al chico del bar. 

—¡Oh! Olvidé agradecerle al chico que me ayudó. 

Las chicas, emocionadas, insistieron en saber más. Les conté todo y nos reímos juntas, pero el timbre de la puerta nos interrumpió. 

—Deben ser los chicos, –anunció Tsuyu. 

Cuando Ochako abrió la puerta, un grupo de chicos entró, y entre ellos lo vi. 

—¡Tú eres el chico del bar! 

Mi exclamación sorprendió tanto a él como al resto. Corrí hasta quedar frente a él, y en mi euforia no noté lo cerca que estaba de su rostro. 

—¡Eso significa que también vas a la UA! Es genial, podremos vernos más seguido, –dije emocionada, tomándolo de los hombros. Al darme cuenta, lo solté rápidamente. 

—Perdón por no agradecerte antes. Estaba tan preocupada que no pensé con claridad. 

Él sonrió tímidamente, y en ese instante sentí que algo empezaba a cambiar. 

Tal vez las cosas realmente podían mejorar. 

⌨︎➪ 18/06/22 • 09:41 •✍︎➪Narut0chikitO

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𝗢𝗻𝗲-𝘀𝗵𝗼𝘁𝘀 𝘆 𝘇𝗼𝗱𝗶𝗮𝗰𝗼━━━ anime x reader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora