Capítulo 5

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Los días después de mi cumpleaños 16 sinceramente pasaron rápido y no tengo memorias de ellos solo tal vez que las cosas se pusieron extrañas con Carlos, ya no me importaba tanto hablar con él. Sinceramente creo que la magia de la atracción ya había terminado.
No me malentiendan, era un chico bueno, pero solo era eso, no era EL CHICO, que iba a cambiar mi vida por completo y hacerme sentir en una película de amor con canciones de fondo. Eso no lo he sentido.

Recuerdo tener una plática con mi amiga Luna, quizás éramos las mejores amigas desde secundaria, vivía a tres cuadras de mi casa, nos veíamos todo el tiempo.
- ¿Crees que le gustaba? - pregunte mirando al techo de su cuarto.
- No lo sé. Es difícil saberlo. ¿Por qué te preocupa? ¿Te gusta?
- No. Es solo que... temo haberle roto el corazón.
- No creo que lo hayas roto, solo lo desilusionaste. Es normal. A todos nos pasa de vez en cuando.
Ese es el problema a todos desilusionan, es normal, pero ¿Porque me preocupa tanto haberlo desilusionado a él y no a Carlos? ¿Acaso hay preferencias?
- No te martiries con eso, Leila. Solo déjalo ir. Tal vez ni siquiera es lo que sucedió. - acomoda su cabello detrás de la oreja.
- ¿Entonces qué? - me pone los ojos en blanco
- Deja de hacer preguntas. - camina hacia la puerta – Veamos que podemos comer.
- Quisiera saber qué es lo que ocurre realmente, solo a veces.
- Si yo también, lamentablemente no podemos leer mentes.
Si. Que lamentable es no leer la mente de las personas. Imagínense todo lo que pudiéramos enterarnos si lo hiciéramos, tal vez no sería tan difícil decir lo que sentimos ya que los otros lo sabrían así seriamos literalmente un libro abierto.

Aunque es como si nos vieran desnudos, no creo que me guste mucho esa idea ahora.

El resto del mes me la pase pensando en que hubiera pasado si Caro no hubiera llegado a interrumpirnos aquel día. ¿Sabría que quería decirme? ¿Realmente tenía algo que decirme o solo lo invento para así ser dueño de mi mente todo este tiempo?

Cada vez que lo miraba ahí platicando con sus amigos como si nada me hacía pensar que él ahí seguía con aquel secreto que tanto deseaba saber.
Sus ojos de vez en cuando se detenían en los míos, como un milisegundo para que poco a poco me mostrara sus dientes con aquella sonrisa que me hacía cosquillas en mi pecho. Pero ¿Qué está pasándome?

Me negué a pensar que, si me gustaba, por supuesto que no. Todas han gustado de él. A mí no puede gustarme. No hay nada en el que lo haga tan especial como para que todas caigan rendidas a sus pies. NO. NO. ¡NO!

El despertador suena como de costumbre, ayudándome a realizar las mismas actividades de la mañana, abrir mis ojos, querer cinco minutos más, pensar que pasaría si no fuera un día a la preparatoria, quejarme, cerrar mis ojos cinco minutos más, no poder dormir por estar al pendiente de la hora, rendirme, bañarme, llorar y arreglarme. Es todo un ritual.

Mamá ya nos estaba preparando el licuado de plátano, para mí y mi padre, para antes de irme. Mi hermana apenas se estaba levantando para ir a la primaria cuando yo estaba desayunando. Qué suerte tiene.

Antes de irme mi madre se asegura que este bien arreglada, me acomoda un cabello detrás de la oreja, me da una delicada sonrisa y dice:
- Hoy iré a recogerlos. Para que estén listos, los veré en la esquina. - mientras le servía el licuado a mi padre.
- ¿A recogernos?
- A ti y a Edgar, ¿Aun sigues dormida? - pone sus manos en la cintura
- Debes de dormir más temprano - dijo mi padre mientras aun veía la televisión. Es algo ilógico que me diga aquello cuando él se desvela viendo Doctor House.
- Lo siento, me he quedado haciendo tarea, hoy duermo temprano. - Afuera de mi casa se puede escuchar que alguien sonó el claxon.
- Justo a tiempo, ya llegaron por ti, sal, no hagas que te esperen- mi madre comenzó a empujarme fuera de la cocina hasta llegar al porche.
La madre de Edgar nos llevaba a la preparatoria todas las mañanas y mi madre nos recoge en la salida, es por eso que nos íbamos juntos siempre.

Camino a su carro, baja la ventana mientras saca su cuerpo para apurarme a subir, movía el brazo de un lado a otro saludando a mi madre, y ahí estaba su sonrisa de nuevo, esa maldita sonrisa.

Recuerdo que mi amiga Yara hablaba sobre ella cuando estábamos en secundaria, ella estuvo vuelta loca los últimos tres años por él.
- Me gusta su sonrisa ¿sabes? - recuerdo que decía en el descanso - Es como si pudiera ver su sonrisa todo el día y me dijera que será el mejor día de mi vida. - comencé a reírme.
- Eso es muy tonto ¿No crees? ¿Porque su sonrisa te hará sentir como el mejor día de tu vida?
- Cuando te enamores, de verdad, lo sabrás.
Pero ese era el punto ¿Como saber cuándo estés enamorada de verdad? ¿Tengo que sentirme como Yara cuando veo a alguien? ¿Debo creer que esa persona haga lo que haga hará de mi día mejor o peor? No lo creo.

Dentro del coche camino a la preparatoria, Edgar se encontraba cambiando de canal en la radio una y otra vez sin dejar ni una sola canción, lo peor de todo es que cuando dejaba alguna y cantaba la cambiaba de inmediato, me miraba en el retrovisor extasiado.
- ¿Quieres dejar de hacer eso? - dijo su madre - Es desesperante, solo déjala en alguno y listo.
- Bueno es que a Leila no le gusta ninguna canción, ¿No es así? - giro a verme desde el asiento del copiloto, con aquella sonrisa que había dicho, Yara.
- No tengo ningún problema, puedes dejarla ahí mismo.
- ¿En las noticias? - No me había dado cuenta que había terminado en la estación más aburrida.
- Lo siento, entonces mejor cámbiala.
- ¿Vez, madre? Ley, es la indecisa. - volviendo a cambiar la estación.
A veces era molesto, pero inclusive cuando trataba de molestarme me hacía reír.

A veces cuando recuerdo todo lo que vivimos juntos me pregunto si él se acordara de esto. Porque a pesar de todo lo que hemos pasado y lo que me ha hecho sentir, yo al recordar nuestro pasado, porque son nuestros momentos, los recuerdo con mucho cariño, aunque ya no sienta lo mismo por él.
- Necesitas hacer más ejercicio. - comenzó a decir mientras me esperaba recargado en la pared del segundo piso.
- Tú necesitas dejarme ganar de vez en cuando.
- ¿Dejarte ganar? ¡Estás loca! Jamás te dejare ganar. De vez en cuando necesitamos a alguien que nos obligue a ser mejores. Yo soy esa persona en tu vida.
- Bien, pero promete que siempre lo serás. - dije cuando al fin pude llegar con él, después le corrí deprisa al tercer piso, dejándolo atrás entre risas.

Hola lectores espero que les haya gustado el inicio de esta historia, por favor si fue así comenten y compartan la historia. Tratare de estar subiendo cada martes en verdad escriban como les va pareciendo la historia su opinión es muy importante para mi. 💕✨✨✨

Una historia que nunca comenzóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora