Parte 1: "Lo que el viento con las ramas"

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Conocí a Aarey hace relativamente poco. Es la clásica chica guapa que entra por la puerta el primer día de clase y la tierra y el mundo se detiene. Te imaginas como será su nombre, su voz, su tacto, su calor. Luego tu mente empieza a llenarse de escenas como en un cine antiguo: la primera cita, el primer beso, ir a cenar, formar una familia, pasear por cualquier lugar del mundo porque cualquier lugar del mundo es tu hogar si está ella. Así llego Aarey a mi vida, como una bala perdida, rápida y fugaz buscando algo con lo que impactar; y así lo hizo.

No tardamos en hacernos amigos, buenos amigos. Se sienta a mi lado y tampoco se llevaba con ninguno de los gilipollas de la universidad. Su compañía hacía que las 6 interminables horas que pasaba en clase cada día fueran momentos que recordar. Es guapa. Es muy guapa. Sus ojos son grandes y hermosos, pero tienen un deje triste que no sé descifrar. Sus pupilas son tan oscuras como su pelo y la piel de un tono crema pálido. Tiene cara de niña inocente, con los labios finos y carnosos, además de ser bajita y delgada. Y un culo que siempre me quedaba mirando cuando se marcha.

Le gusta cantar y a mi me encanta escucharla. Su vergüenza no tiene límites y le costó enseñarme sus piezas; las cantaba mirando hacia abajo y casi en un susurro, pero es lo mejor que he escuchado jamás.

Con el tiempo descubrí que su sonrisa tenía un secreto: cuando lo hacía de verdad, le salía un pequeño hoyuelo en el extremo izquierdo del labio. La primera vez que me fijé en esa pequeña marca de pureza fue después de besarnos por primera vez. Me senté a su lado en la cama y ella cojió la guitarra para enseñarme un proyecto de canción que tenía en mente. No la dejé acabar. La canción iba sobre un corazón acostumbrado a vivir entre glaciares que descubría el calor: el calor de su propio corazón, el calor de los glaciares que le rodean. Nos besamos despacio, suave, degustando la ambrosía que eran los labios del otro. Después me miró con sus ojos negros de pantera y sus ojos tristes me parecían un niño solo y asustado. "Creo que te quiero" dijo. Yo sonreí y mientras le acariciaba con el índice su melena oscura, la besé en la frente. "Creo, no" respondí mirando el hoyuelo de sus labios.

Ella sabia que yo no habia tenido muchas relaciones pero nunca habiamos hablado de sexo; nunca me preguntó y cuando yo hacía un amago de pregunta sobre su historia , evitaba la conversación. El sexo era un secreto que queríamos descubrir solos. O eso pensaba.

Anoche cenamos en el único sitio semidecente que hay en la 038, un restaurante italiano que, según los rumores, se usa para blanquear dinero, pero como no lo parece, nadie le da importancia. El ambiente era oscuro y las lámparas de oro antiguas que cuelgan del techo iluminan más bien poco. Nos sentamos en una mesa pegada a una de las paredes de cristal y compartimos una pizza y bebimos vino de más. Me miraba de una forma que no había visto antes: había deseo pero también algo más, algo más que no sabía qué era. Tenía su mano cogida con la mía, mientras le hacia pequeñas caricias con el pulgar. Cuando le pregunté si quería marcharse, respondió:

- Te pongo cachondo?

Me reí, pero ella me miraba seria.

-Del uno al diez?- Dije sonriendo. Acerqué su mano a mi boca y le di un suave beso. Cuando iba a devolver su mano a la mesa, ella acercó la mía a sus labios. Me miraba fijamente con unos ojos firmes. Tenía algo en mente y yo empezaba a ponerme nervioso; cuando ella quiere algo hace lo posimposible por conseguirlo.

- Sí.

Sus ojos seguian mirándome, firmes. Lentamente, con la punta de la lengua, recorrio mi dedo corazón de abajo a arriba. Lo hacia con los ojos cerrados y cuando llego a la cima de mi dedo, le dedico un beso suave, delicado, casi como una caricia. Abrió los ojos con la misma mirada de intensidad. Yo cerré los míos cuando mi dedo entró en su boca. Mientras jugaba con su lengua, iba subiendo y bajando la cabeza; la mamada que le estaba haciendo a mi dedo me puso a cien. Abrí los ojos cuando lo sacó de su boca y volvió a repasarlo con su lengua, esta vez más rápido y mirándome fijo.

Amor y venenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora