Armando siempre había buscado esas respuestas. Desde que su padre se marchó todo había cambiado. Su madre se había vuelto distante, en ocasiones al estar todo en silencio podía escucharla llorar. Armando en ocasiones se preguntaba sí él era el culpable de todo. Miraba el exterior mediante aquella ventana, esperando que aquel taxi volviera, que volviera aquella felicidad ya olvidada.
Era difícil librarse se aquel continuo recordatorio. En la escuela podía escuchar aquellas fantásticas historias sobre los día a día con sus padres, a donde iban, lo que ellos trabajaban. Armando sentía como se partía un pedazo dentro de sí al ver a algunos padres llevar a sus hijos al cole. Él prefería no expresar lo que sentía, su madre se veía tan ocupada, triste. Contarle lo que sentía de seguro empeoraria todo. En las noches donde la única voz que podía oír era lo que comentaba su mente cerraba sus ojos y pedía siquiera una señal, una llamada, una carta; solo llegaba aquellos pensamientos que lo culpaban de todo.
Los pensamientos llegaban y dejaban dolorosas huellas. "Nunca te quizo", "No eres digno de su amor", "Sí no estuvieras quizás no hubiera dejado a mamá".
Armando tiene tantas preguntas y sólo mucho dolor como respuesta.