22 de febrero de 2026.
Lindendorf, Märkisch-Oderland, Brandemburgo, Deutschland.
Cercano a una pequeña colina, con la luna reflejándose en su metálica superficie teñida de un intenso color rojo, un gran vehículo yacia aparcado. Las cuatro luces delanteras, similares en forma a los enormes ojos de un insecto, parpadeaban en frecuencias suaves y tenues, apenas iluminando unos pocos metros por delante de su morro. Entre ambos pares de luces, con un tamaño apenas superior al de una palma humana, un prominente escudo circular adornaba la parrilla, teñido con una franja verde oscura en su lateral derecho antagonizada por una franja de igual grosor que brillaba en un intenso rojo, ambas separadas por una franja blanca, pura como el mármol.
A la derecha del vehículo, rodeadas de penumbra, dos figuras humanas descansaban en la cima de la pequeña colina. La mayor de dichas figuras, considerablemente más corpulenta que su acompañante, yacía sentada en el borde de dicho montículo, encarando al oscuro abismo boscoso. Su compañera sin embargo, estaba recostada sobre la hierba, separada por unos cuantos metros.
—Ugh, no puedo creer que la hayas cagado tanto.— La voz áspera del adulto resonaba en los tímpanos de su compañero. Breves pausas en su discurso daban protagonismo al agudo sonido de sus metálicos dedos apretando la delicada botella de cerveza, ya medio vacía, que el hombre mantenía cercana a su rostro.— ¿Que piensas hacer ahora, eh? ¿Vas a quedarte en casa mientras tú hermano pelea en Corea?
Con cierto desdén, los brillosos ojos verdes del hombre se clavaron en la esbelta figura de su amigo, recostado a pocos metros de sí, con la húmeda hierba de aquel remoto prado acariciando su piel. La tenue luz de la luna, acompañada del incesante susurro del gélido viento soplando entre los alargados troncos de los árboles circundantes, eran los únicos testigos de tal peculiar reunión entre amigos.
—Cierra la boca, Gio. Solo fue una lesión menor. De todas formas aún soy miembro honorable de los HJ, simplemente no rendí el examen físico, eso es todo.— Los apagados ojos azules del recostado hombre, con dificultad para mantener abiertos sus ya pesados párpados, mantenían la vista fija en el pálido astro. La luz de dicho satélite resaltaba las delicadas facciones germanas del caucásico masculino, que apenas exhibía leves cicatrices en su suave rostro de perpetua juventud.— Además, incluso si hubiera fracasado sería mucho mejor que tus... ¿Como se llamaban esos soldaditos italianos? ¿Aquide nerge?
La expresión del itálico, de facciones bastante más marcadas que su soberbio interlocutor, se deformó en una mueca de desagrado al oír las burlas del susodicho germano. Los gruesos y ásperos dedos de su mano izquierda, la única constituida por carne, frotaron pesadamente el prominente tabique de su blanca nariz, presionandolo ligeramente en lo que el italiano daba un profundo suspiro. Una abultada cicatriz recorría toda la mejilla derecha del italiano, con sus tonos rosados aún destacando en la morena piel del hombre.
— Vaffanculo, Helmut. De todas formas, no respondiste a mi pregunta ¿Que vas a hacer ahora? ¿Te dieron una compensación en la academia o algo?— Lentamente, la cristalina botella fue dejada en el suelo por la prótesis del hombre, con unos ligeros chirridos acompañando el movimiento de la misma.— Maurizio y yo estamos libres de momento. Convencimos a su padre de darnos unas vacaciones por unas semanas. Con las horas invertidas en el trabajo de su padre conseguimos subir nuestra reputación ciudadana en quince puntos.
La superficie plateada del metálico brazo derecho del italiano, decorada con un águila negra, con dos hileras de plumas similares a cuchillos extendiéndose desde sus abiertas alas, redirigia la tenue luz lunar en dirección al profundo y tupido bosque ubicado delante de ambos adultos. El reflejo no avanzó demasiado antes de ser absorbido por la opaca penumbra.
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En Las Orillas De Grimmitz.
Science FictionAdelaide Kerrl, Helmut von Bormann, Giovanni Bonaccorzi y Maurizio Bergonzoli, un grupo de amigos, agotados del bullicio y el estrés que supone la vida en Lindendorf, deciden realizar un viaje turístico al poblado de Chyrzyno, cercano a la frontera...