El distorsionado sonido de las aspas de un ventilador, resonando en las separadas paredes de mármol de la gran habitación blanca, llamaba la atención de un pequeño niño. Recostado sobre una cama desordenada, misma que servía de hogar para varios parásitos, el infante mantenía su vista fija en el techo de la habitación, dónde aquel ventilador blanco parecía ignorar las leyes del tiempo.
— Tempo ... Da quanto tempo sono qui?— Llevando sus delgadas manos a su rostro, el niño cubrió sus pequeños y hundidos ojos. Los tubos y cables pegados a la piel de sus brazos dificultaban el movimiento de sus ya de por sí débiles extremidades.— Quanto tempo fa è successo?
Una oscuridad grumosa, casi tridimensional, comenzaba a sangrar desde las uniones de las baldosas del suelo y las paredes. El un pitido mecánico, constante y punzante, parecía emerger desde aquel espeso líquido. Tras varios segundos bajo aquel sonido, el mismo parecía mezclarse con los pensamientos del joven, haciendo vibrar sus dientes con violencia.
Con cada segundo transcurrido, la ahora burbujeante oscuridad aumentaba cada vez más su dominio sobre la habitación, lentamente engullendo la precaria camilla del internado. Prontamente, tentáculos carnosos provenientes del líquido alcanzaron la solución salina a la que yacía conectado el italiano, drenando su escencia a las venas del mismo.
—¡ERWACHEN!— Deformando el constante pitido, una voz alemana se manifestó en la mente del pequeño.— ¡MAURIZIO!
Marcas de quemaduras en forma de manos enormes se apoderaron del torso del menor, quien solo atendió s llorar mientras sentía como un espeso y pesado líquido retorcía en el interior de sus venas. Por todo su cuerpo los poros de su piel se expandieron considerablemente, pasando a convertirse en amplios hoyos de seis milímetros de diámetro, dentro de los cuales una presencia fría y viscosa parecía hundirse cada ves más en el cuerpo del masculino. Todos esos cuerpos avanzaban en dirección a la columna vertebral.
—Oe, Maurizio, despierta.— Golpeando el rostro del italiano con uno de sus dedos, Helmut mantenía una expresión irritada en el rostro.— Ya llegamos, me dijieron que te cuide mientras no estaban.
Con una respiración agitada, el italiano golpeó con cierta fuerza el pecho de su acompañante, separándose del mismo por unos pocos centímetros. Los ojos del italiano reflejaban un terror auténtico, con una mueca nerviosa que lentamente fue degradando a una expresión de enojo, a medida que los quejidos ahogados del alemán se hacían notar.
— ¡¿Que mierda haces, Helmut?! ¡Podría haberte degollado por hacer eso! — Más consciente de su entorno, el hombre lentamente bajó su puño de dedos plateados. Ya más centrado, los ojos del italiano notaron la ausencia de Giovanni y Adelaide en los asientos delanteros.— Dios, eres un imbécil... ¿Dónde están los otros dos? ¿Por qué estamos parados?
Las opacas ventanas del vehículo impedían discernir cualquier imagen del exterior, junto con una supresión de ruido que dejaba al ligero rugido del motor como única alternativa a la charla mutua. Ningún holograma se exhibía en el parabrisas frontal, siendo reemplazados por una imagen negra ligeramente reflectiva que desfiguraba a los masculinos en siluetas vagas y borrosas.
— Ugh... Me golpeaste con la mano dura ¡Puto italiano Cyborg!... ¿Haces esto mismo con tu mujer? ¿O es tu forma de decir que no soy como las otras chicas? — Con una mano sobre su esternón, el hermano exhibía una mueca de dolor ligeramente exagerada, apretado los dientes de manera infantil.— Ahhh... Bajaron para comer algo, creo que fueron a un restaurante o algo. Tú sabes, aquí las cosas son distintas...
— Tss, es mi forma de decir que eres un imbécil, frocio tedesco.— Aún recuperándose del sueño, el italiano extendió los dedos de su mano izquierda, causando que sus afiladas uñas doradas se desplegaran hasta alcanzar los tres centímetros de longitud.— ¿Por qué me despertaste de todas formas? Ellos aún no llegan.
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En Las Orillas De Grimmitz.
Ficção CientíficaAdelaide Kerrl, Helmut von Bormann, Giovanni Bonaccorzi y Maurizio Bergonzoli, un grupo de amigos, agotados del bullicio y el estrés que supone la vida en Lindendorf, deciden realizar un viaje turístico al poblado de Chyrzyno, cercano a la frontera...