El rey Leovigildo V.
Obra registrada el 15/01/2021 con el número de registro: 2101156587037.
Relato corto ambientado en la edad media, sobre el romance entre el rey Leovigildo V y el joven clérigo, Hernán Velasco.
Obra registrada en safe creative el 15/01/2021 con el número de registro: 2101156587037
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«¿Soy yo el ingenuo, o es que ya no existen las buenas personas?»
Esta frase ronda por la cabeza del rey Leovigildo V desde hace demasiado tiempo. Esta y muchas otras, en las que ya no se ve como el visionario que un día creyó ser. ¿Cómo podría serlo, si todas las personas a las que quiso, todos en quienes confió una vez, le traicionaron o le dieron de lado? Pero Leovigildo quiere que la guerra se acabe. Ya ni siquiera espera que las cosas mejoren. La guerra se ha prolongado por seis años más, en los que las razones iniciales de la disputa dejaron de tener sentido; pero él es el rey, así que cuando esta noche sale de su castillo hacia la Isla de los Faisanes, donde se debatirá un tratado de paz entre El Reino del Fuego y El Reino del Aire, ya lleva en su cuerpo la dosis necesaria de vino para enfrentar a sus demonios, más un poco de opio, solo un poco, lo suficiente para que le permita seguir alerta y dispuesto, por si necesitara beber más.
No es ningún secreto ni en la corte, ni para sus enemigos, que al rey Leovigildo le gusta el vino, en un pasado, eso le trajo algunas cosas positivas. Mejoraba su estado de ánimo, le desinhibía, le hacía sentir contento, valiente y más abierto en sus pensamientos, pero ahora simplemente, lo necesita para seguir un día más.
Cuando haciendo a un lado a su senescal, el rey Leovigildo da unos pasos al frente y se coloca en el púlpito opuesto al del rey Alonso III, acaricia con nerviosismo las cartas que lleva en el bolsillo interior de su túnica de seda y oro. Esas cartas son su nueva ofrenda de paz firmada y sellada para conseguir la unificación de los dos reinos.
Traga saliva cuando entre los oyentes, puede distinguir al joven Diego Fonseca, hijo de su difunta hermana, y a quien en un pasado consideró como a un hijo. Pero hace mucho que Diego le dio la espalda. Su pérdida y la de su esposa, la reina Lucrecia, la cual le fue arrebatada a manos de un hombre de su propia guardia, son sus más grandes dolores día tras día, pero al menos a ella, solo ha de tropezársela en sueños.
El debate da comienzo y él pone el resto de sus energías, como de costumbre. Leovigildo siempre lo da todo, es consciente de que ambos reinos sufren por esta guerra que parece no tener fin y además, se siente en parte culpable de que el pueblo de sus oponentes, El Reino del Aire, pase hambre y falta de espacio físico de un tiempo acá, pero el rey Alonso III se niega a que su ejército entregue las armas, cosa que él, ilusamente esperaba que hiciera a cambio de una muy generosa cantidad de tierras para su gente y recursos suficientes para que salgan adelante. No llega a sacar las cartas de su bolsillo.
El rey Alonso III, a quien conoce desde niño e incluso tiempo atrás consideró su mejor amigo, alguien que le conocía mejor que nadie, ahora no cree en él; solo piensa que el rey del fuego quiere someterlos a través de su dinero y posesiones. Nada más lejos de la realidad. Leovigildo, en un último arrebato de ira, le reprocha que nunca quisiera la paz, que Alonso es y siempre será un señor de la guerra y como tal, no sabría qué hacer si esta no existiera.