La clase de historia

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—¡Papá!

Padre no responde. Se escucha el motor de la licuadora que se prende y se apaga intermitentemente.

—¡¡Papá!! (...) ¡¡¡Papá!!!

—Eei, eei, ¿qué pasa? —aparece en la sala de entrada restregando el frente y dorso de sus manos en el bolsillo del delantal. ¿Ya dije que Padre es cocinero? Antes trabajaba en la cocina del Pritz, el único hotel cinco estrellas de la región, pero luego el hotel empezó a abrir sucursales en otras ciudades, y luego en otros países, y lo hacían viajar de acá para allá para inaugurar y formar a otros cocineros, y así empezaron las esperas cada vez más largas y las tardes en la biblioteca del colegio porque nadie podía quedarse conmigo, y las discusiones nocturnas porque Madre-es-la-que-viaja. Ahora Padre hace caterings para eventos desde casa, y la mayoría de las noches pedimos comida por delivery porque él ya está cansado de cocinar—.¿¿¡¡Qué es todo este desorden, Franz!!??

Rebobinemos.

Historia es mi materia preferida del colegio. Digamos que tengo tres materias preferidas: historia, literatura y matemática. Esa mañana Marián, la profe de historia, entró y escribió con letra enorme en el pizarrón: 

¿DE DÓNDE VENIMOS?

El grupo de los graciosos empezaron a hacer chistes sexuales que Marián cortó en seco, no con un grito ni con una mirada inquisidora (que es lo que cualquier otro profesor hubiese hecho, consiguiendo solo que las bromas se intensificaran más y más), sino con una risa muy sutil, un ladeo de la cabeza y la mirada que era un gesto muy característico de ella, como una corriente de agua cuando se infiltra entre piedras y cae con mucha más velocidad en un tramo rápido del río. Se reía de los graciosos de la misma forma que te reirías de tu perro cuando haces el gesto de tirarle la pelota pero en cambio la escondes detrás de tu espalda. Los graciosos se callaron.

—Hoy vamos a empezar con el proyecto de la Feria de este año —anunció Marián—. ¿Alguien puede decirme lo que es la genealogía?

Bruno, como siempre, levantó la mano.

—Sí, Bruno —señaló ella.

—Es el estudio de la ascendencia y la descendencia en una familia.

—Exacto. Muy bien. Levanten la mano quienes pueden decirme el nombre de sus padres.

Todos levantaron la mano.

—Bájenla. Ahora levanten la mano quienes puedan decirme el nombre de sus abuelos —de nuevo, el curso completo alzó la mano—. De todos sus abuelos —enfatizó Marián.

Algunos se quedaron unos segundos pensando y tímidamente bajaron la mano.

—Bien, ahora quienes puedan decirme el nombre completo de todos sus bisabuelos... A ver... —Miré para ambos lados y comprobé que todas las manos estaban bajas. No iba a levantar la mía, nada me gustaba menos que ser el centro de atención en el aula—. ¿Nadie?

A Bruno, en cambio, nada le gustaba más. En momentos como este me preguntaba muy seriamente por qué eramos tan amigos. Me agarró el brazo con fuerza y lo levantó al tiempo que gritaba:

—¡Franz sabe!

—¡¿Qué?!

—A ver, Franz...

Todos tenían la vista clavada en mí. Responder era la manera más rápida de escapar de aquella situación.

—Bueno... —tartamudeé. Me odiaba cuando tartamudeaba. Y eso me hacía tartamudear más. Bruno esto te va a salir caro—. Mis cuatro bisabuelos se llamaban igual que yo... Franz.

Todos se echaron a reír. Marián también, con un gesto que hacía que el resto de las risas fuese mucho más liviana. Si Marián tenía algún título más que el de ser profesora de historia, seguro era el de artífice de gestos precisos pero sutiles.

—En las primeras generaciones fue solo casualidad —se adelantó Bruno. Yo me deslicé muy lento en mi banco, hasta dejar mi cabeza casi escondida debajo del pupitre—. Después ya pasó a ser un requisito o una comprobación, ¿no Franz? —un segundo de silencio bastó para que Bruno siguiera hablando—. Cuando alguien de su familia se enamoraba, una de las primeras preguntas que le hacía a su pretendiente —¿¿por qué usó esa palabra??— era cuál era el nombre de su padre. Si no era FRANZ, lo despachaban hasta encontrar alguien nuevo y hacerle de nuevo la misma pregunta. Así hasta encontrar a la persona correcta, y tener hijos y ponerles siempre, de primer o segundo nombre, Franz. Bueno, es un nombre bastante común, pero igual es una historia increíble, ¿no?

Es cierto que Franz era el nombre más utilizado, según los últimos dieciséis censos -o sea, todos-, en nuestro país.

—Gracias, Bruno, por contarnos la historia de tu compañero... sin su permiso... ni el mío.

De nuevo, todos se echaron a reír. Yo apoyé con toda mi fuerza mi zapato en el zapato de Bruno por debajo del banco.

—¡Ay!

—Te odio.

—Bueno —siguió Marián—. El proyecto de este año va a ser el de armar un árbol genealógico de cinco generaciones. Es decir, cada uno de ustedes va a investigar la historia de sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. En un árbol genealógico uno suele encontrar el nombre, edad de nacimiento y fallecimiento, hijos y hermanos de la persona, pero nosotros vamos a ir un poco más allá. ¿Quiénes eran sus antepasados, de dónde venían, de qué trabajaban, qué música escuchaban, cuáles eran sus pasatiempos, cómo vestían, qué cosas les hacían reír y qué cosas les hacían llorar? Conocer la historia de nuestro pasado nos ayuda a conocernos un poco más a nosotros mismos. Además... este va a ser un proyecto en conjunto con literatura, así que lo que no sepamos, ¡lo inventamos! ¿Qué les parece?

—¡Me encanta! —me dijo Bruno, en volumen bajo pero con la voz llena de emoción. Era su forma de constatar qué tanto me duraría el enojo.

Quería que me durase así que no le respondí nada, me limité a dar vuelta una hoja de mi carpeta, sacar una lapicera, anotar la fecha. De todas formas, estaba ansioso por poder hablar de esto una vez que decidiera que el tiempo de enojo ya había sido suficiente. A mí también me encantaba.


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⏰ Última actualización: Jan 22, 2021 ⏰

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