Una suave oscuridad inundaba aquella alcoba, libros sacados del librero, algunos encima de otros, mientras que unos se mantenían abiertos, un tintero sin cerrar y una pluma a su lado con una pequeña gota del líquido negro a punto de caer, escritos que iba dirigido para alguien y a la vez para nadie, montículos de múltiples hojas arrugadas y destrozadas al no haber encontrado las palabras apropiadas para describir aquellos sentimientos. Una cama tan suave que con solo rozar la piel sobre esta caerías dormido al instante. Sobre aquella cama se encontraba un joven pacíficamente dormido esperando que el sol se colara de apoco para despertarlo.
Suaves sabanas de la ceda más fina de Francia cubrían al buenmozo para que no se enfermara por los aires fríos que aparecían en la noche, se notaba la tranquilidad en su rostro, su pecho subiendo y bajando lentamente , aquella respiración se sentía tan calmada, estaba en paz aquel azabache, sin nada a su alrededor mas que pura calma, pero ante la calma aprese la tormenta, en su caso, los rayos del sol colándose a su alcoba dando por finalizada su tarea, llegar a los ojos pistacho del chico, fue inevitable no abrir sus ojos después ya que comenzaba a molestar la luminosidad del sol.
Se logro sentar en su acogedora cama mientras miraba confuso todo a su alrededor, era así cada mañana al despertar, pues no entendía cómo podría levantarse y cumplir con sus deberes reales un día más. Suspiro agotado, a pesar de dormir tan bien por toda una larga noche, de solo recordar todas sus tareas comenzaba a abrumarse.
A continuación, lo que hizo el apuesto príncipe es levantarse para disfrutar de unos pocos minutos mas de paz en el baño, donde podría sentir el agua cubrir su cuerpo y relajarlo, aunque sea un poco.
El principio tuvo la magnífica idea de salir del palacio, aunque sea unas horas, fingir estar en sus clases de arquería, pero en realidad estaría en el pueblo para ver que se siente estar ahí. Y eso hizo después de un buen desayuno.
Una suave respiración era lo que se sentía, un rozar de labios tan suave y tan exacto que si alguno se movía terminarían estampando ambos labios, ambos amigos dormían en una pequeña cama acurrucados en un abrazo a punto de besarse, al ser nuevos en la ciudad, lo poco de dinero que ganaban lograban pagar una pequeña choza a la que llamaban hogar, era muy pequeña y solo había una cama individual donde ambos amigos dormían, era lo mejor y más barato que podían pagar, trabajaban todo el día con tal de pagar la renta y tener algo de comida algunos días.
El mas bajo de los dos fue abriendo los ojos al escuchar como aquel gallo cantaba dando entendido que un nuevo día había empezado, al notar la situación en la que se encontraban logro sonrojarse a la vez que sonreír, era lindo despertar así estando en privacidad, dio un pequeño beso en sus labios para despertarlo. Eran solo mejores amigos que se querían mucho, ellos mismos sabían que si se llegaban a enamorar de alguien más los besos seguirían a escondidas ya que se querían como amigos, no como algo más.
— Buenos días conejito, hora de empezar la mañana —escucho las quejas del mas alto mientras se removía en la pequeña cama, no quería despertar y tener que asistir a su trabajo ya que odiaba a su jefe.
— Tienes suerte que tienes tu propio puesto de flores, yo tengo que trabajar en una panadería con otro dictador con tal de que me regale pan para nosotros —Talló sus ojitos y dio otro beso en los labios del chico para después levantarse y empezar su día.
Daba un largo paseo por su pueblo, admirando todos esos puestos variados de comida y venta de diferente tipo, fue buena idea ir al pueblo en cubierto para relajarse de toda esa vida que otros atesoraban, el se las regalaba solo por estar como un simple mortal disfrutando sin reglas ni obligaciones. Un peculiar aroma inundo sus fosas nasales, un suave y delicioso aroma que solo pudo obtener cuando era pequeño y se escapaba a la cocina para ver que hacían las sirvientas y cocineros. Pan, dulce y esponjoso pan con glaseados y azúcar, pan recién horneado que amenazaba al chico para que fuera a comprar.
Dio algunos pasos hasta este lugar encontrando una pequeña panadería donde había infinidad de dulces panes, tortas, biscochos y demás. Pidió algunos y pago con el dinero que guardaba a escondidas de sus padres, al ser un príncipe no necesitaba llenar sus bolsillos con monedas, los reyes lo comprarían si lo veían necesario. Había un chico que atendía con torpeza ya que no todos los días llegaban clientes tan apuestos como aquel príncipe encubierto. Agradeció dejando una propina para el ojiazul y salió de aquella panadería con una sonrisa en los labios, al fin comería algo tan delicioso después de mucho, pero al ver como hubo pequeños muriendo de hambre se le ablando el corazón, todo aquello que había comprado lo regalo a los mas pequeños para que disfrutaran de una deliciosa merienda.
El chico algo satisfecho por la acción siguió su camino, aunque no por mucho, ya que encontró frente a la panadería un hermoso puesto de flores, llena de rosas, hortensias, margaritas y sus favoritas, girasoles, un amarillo mas hermoso que el del sol, casi como si fuera magia, empezó a caminar rumbo al puesto de flores que era atendido por un chico de cabellos revoltosos, no pudo ver su rostro el oji-verde al estar agachado recogiendo flores que se habían caído.
— Hola, buenos días, disculpe su bonito puesto llamo mi atención, quisiera saber a cuanto esta estas lindas floren —menciono el azabache esperando la respuesta del más bajo.
— Un momento joven, lo atiendo en un segundo...—El anaranjado trataba de tomar una canasta vacía que estaba arriba para poder meter aquellas margaritas que se habían caído anteriormente.
Vaya fue su sorpresa que este no se encontraba vacío, estaba llena de flores amarillas que, a la hora de jalarlo para tomarlo, las flores cayeron en su cabeza haciendo que se quedaran algunas en sus cabellos.
— Ugh, l-lo siento...—Se levanto torpemente y avergonzado por lo sucedido, luego se encargaría de recogerlas ya que había un cliente esperando. - En que le puedo ser...vir- Al alzar la mirada y mirar a aquel chico se quedo congelado por su belleza, nunca había visto a alguien tan hermoso como él.
El oji-verde había reído un poco por lo sucedido, estaba por ayudarlo, pero se callo al ver al chico levantarse, era sumamente hermoso aquel pequeño, sus cabellos estaban llenos de flores y tenia un leve rubor en sus mejillas por el tonto accidente. Ambos entrelazaron mirada, ambos habían caído embobados por la belleza del otro.
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Just let me adore u [Lunny]
RomanceEl amor es como un girasol, necesitas plantar la semilla, regarlo con agua y palabras bonitas, ponerlo al cálido sol y cuidarlo para que pronto florezca. Necesitas plantar el amor, estarlo cuidando constantemente con atención para que algún día ese...