Tenía la piel fría, los ojos celestes más cristalinos que nunca y estaba sólo en calzoncillos sobre mi cama. El pelo rubio desordenado y las mejillas rosadas, con los poros dilatados después de una maratónica sesión de sexo. Sólo por molestarlo aumenté la velocidad del secador de pelo para que el viento caliente le pegará sobre la piel del ombligo, una manía mía que él detestaba, pero yo amaba para entrar en calor y sentir el ronroneo del motor que anulaba mi sensación de desamparo. Disfruté viendo como los bellos que le rodeaban el estómago sucumbían ante la brisa artificial.
–Estás helado.
Esbozó una sonrisa.
–Es que estoy muerto.
Solté una carcajada, pero un escalofrío en mi espalda me removió con cierto temor.
–Seguro.
–Lo estoy. Vine a este mundo porque mi espíritu se enamoró de ti.
Reí con más ganas, pero sentí que los ojos se me agrandaron. Era evidente, se trataba de una broma, pero hablaba tan en serio que me estremeció.
–Claro. ¿Y cuándo moriste? –insistí.
–En 1989 –sonrió y los ojos le brillaron.
Quedé espantada, por un segundo tuve la mala ocurrencia de pensar que era cierto, como en las películas y novelas románticas. Me reí de lo absurdo de mi comentario.
–¿Tú espíritu se enamoró del mío? –le pregunté más espantada, pero sin dejar de sonreír.
–Mi alma se encontró con la tuya. En otro lugar. Y la mía tuvo que bajar a un cuerpo para poder estar contigo.
Le hice cariño en la frente y decidí seguir con su juego.
–Entonces, ¡Abandona ese cuerpo que no es tuyo! ¡Déjalo en paz!
–Pronto –añadió.
Y me imaginé que toda esta conversación absurda era real y que de pronto, esta misma tarde, me encontraría con otro chico de 28, que no le interesara estar con una mujer de 34 años, recién separada. Y repasé todas mis necesidades emocionales. Y recordé que el cubría gran parte de ellas. ¿Era posible?

ESTÁS LEYENDO
El espíritu que se enamoró de ella
No FicciónTras una maratónica sesión de sexo existe un particular diálogo entre un joven y una mujer un poco mayor, separada y un poco desorientada en la vida.