Hυиτєяѕ. » Oliver ❛ TPN ❜

XXIII

⸙ ⸙ ⸙

[ 14 de Octubre, Año 2047 ]

—¿No es muy tarde para leer?

Ella negó, imperturbable al cambiar la página de su libro.

—Nunca es demasiado tarde para tomar un libro ni demasiado temprano para perderte en él.

El muchacho se acercó con curiosidad, esa noche le tomaría a ella la guardia por unas horas. Él no debía estar ahí pues no estaba obligado a quedarse, pero aún así se interesó por el libro en sus manos.

—¿Qué lees esta vez?

—Es algo que encontré en la biblioteca, el libro no tiene nombre, ni autor. Pero es como una colección imprenta de pensamientos.

—¿Puedo saber de qué trata?

Ella lo miró fugazmente, tomar asiento a su lado. Buscó en una de las páginas y recitó.

—"Moriré lentamente, como aquel que no viaja, no oye música, tampoco experimenta. Aquel que nunca encontrará gracia en si mismo.", 12 de Julio

—Bitácoras.

—Eso creo, todas parecieran haber sido escritas por la misma persona.

—¿Puedo pedirte que continúes?

Ella lo miró fugazmente con una sonrisa.

—"De la vida no quiero mucho, quiero a penas saber que intenté todo lo que pude, amé todo lo que valía la pena y perdí a penas lo que nunca fué mío." 12 de Julio.

Oliver quedó en silencio por un largo rato sintiéndose atraído por el tono de voz de su compañera, encontrando algo de placer en el suave y a la vez ronco volumen con el que narraba cada bitácora del desconocido autor.

Ambos se quedaron solitarios sin nadie que los interrumpiera esa noche.

—"Te amo sin saber dónde, ni como, ni de dónde. Te amo directamente sin problemas ni orgullo; te amo por que no sé amar de otra manera."

Oliver se quedó en silencio, perdiéndose en su voz. Aventurándonse sin decir nada ni esperar algo a cambio.

Solo la escuchó atento, deseando internamente ese momento fugaz en que su mirada encontrara la suya al final de cada oración. En el que ambos se confesaban en silencio aquello que ninguno diría con palabras.

Finalmente al último ánimo de la noche ella se puso de pie, decidida a arriesgarse una vez más antes de que el cansancio la venciera. Se acercó hasta él sin perder su mirada en medio de la debil claridad de una lámpara de aceite.

Y fué cuando sus manos se rozaron que Oliver sintió una suave caricia subir por su cuello y un suave y cálido roce presionar contra su boca.

—El no pedir permiso se te está haciendo una costumbre.

Murmuró divertido.

—No es como si fueras a negarte. Aunque lo hicieras, sabes que voy a hacerlo de nuevo.

—Entonces no tienes por qué pedirme permiso ahora, si nunca lo has hecho antes.

Ella sonrió, apresando su cuello con ambas manos, dejando que él llevase sus manos detrás de su cintura.

—Créeme, no iba a hacerlo. De todos modos.

Él sonrió, ella besó sus labios y ambos se volvieron cómplices.

Curiosamente el muchacho recordó el consejo de su viejo mentor, pero para cuando quiso que sus palabras detuvieran los labios ajenos ya era demasiado tarde. Oliver descubrió que en verdad no quería detenerla.