ONE

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Otra vez siente la mirada de ella. Quiere estar seguro que a lo mejor se confunde, que seguramente la chica está  pensando, quizás, en los deberes o posiblemente sólo está abstraída en la nada, la chica   con esos cabellos despeinados tiene esa pinta. Desliza su mirada hacia la izquierda donde la chica —ya un poco cínica— sigue mirándolo. Podría hacerse el enojado, pretender que le molesta lo maleducada que es. No lo hace. No quiere hacerlo porque le gusta llamar la atención, lo que quiere es verla. Ver si es atractiva o no para subir su ego o dejarlo en su lugar. 

Y la mira. Lo primero que nota es su largo cabello. Aunque despeinado se ve sedoso. Muy bonito. El resto de ella no se queda atrás. La chica ha notado que la observa y gira la cabeza para preguntarle algo a una rubia —seguramente una amiga suya—. A Porco se le ha quedado grabada en la retina su piel nívea y sus ojos. No son de color verde ni azules, y no necesitan serlo para ser cautivantes. Lo malo es su reacción. Tal vez él confundió todo desde un principio, y la chica, en efecto, sólo estaba ida. 

«Una pena, ¿pero qué le voy hacer si no tiene buenos gustos?»

Por fin el profesor los deja salir. Justo bajando para el primer piso, la ve. Está fumando, lo cual es extraño. No parece el tipo de chica que fume. Decide que eso no importa porque apenas es una compañera más que cualquier otra cosa. Sin embargo, antes de voltearse a ver el frente y seguir su camino, ella lo nota. Y por primera vez hay un esbozo de sonrisa en su rostro. 

No sabe cómo responder a eso. 

No es nervioso con las chicas, se considera atractivo —aunque no demasiado—. Vaya, no provocaría que todas se mirasen cuando llega a un lugar, pero sin duda más de una voltearía verlo con deleite y bueno, a decir verdad le gusta lo que ve. La chica —con apellido bastante raro para ser pronunciado bien por  primera vez— parece que lo busca, lo incita con esa mirada felina. No son unos críos que no sepan lo que es coquetear, flirtear. 

Antes de seguir enfrascado en sus ensoñaciones, Porco toma la iniciativa. 

Se acerca, y con decisión, toma el cigarrillo que la chica aún sostiene manchándose los dedos de nicotina. Ella se tensa brevemente antes de dirigirle otra de sus sonrisas sugestivas. Deberían estar en cualquier otra parte menos ahí. No en la universidad donde cualquiera podría sentir su electricidad a millas.

Él es el primero en hablar al tomar el cigarrillo. 

—Me di cuenta.

—¿Qué cosa? —se hace la desatendida.

Él mira a todas partes antes de contestar:  

—No soy un idiota. Si quieres algo de mí  basta con pedirlo.

Se acerca y ella no parece inmutarse. Parece que tiene los ojos fijos en algún punto entre estos. 

—Nunca te subestime —se percata que huele a cereza ¿Será el labial de la chica? Le gusta el olor. Después da la primera calada al cigarrillo, antes de pronunciar:

—Entonces..

—Entonces, nada. Me gusta mirarte.  Si ya te diste cuenta no hay que pueda hacer 

—¿Y no pretendes nada más? —no quiere ser directo. Su experiencia con las mujeres le dice que eso no trae nada bueno. Prefieren más los detalles, el saber que estarás ahí para ellas. 

No que les ofrezcas ser un compañero sexual.

Ella ladea levemente la cabeza, como analizando las palabras que acaba de escuchar. Él apura el cigarrillo (a pesar de la constante presión de lucir genial) hay algo en la chica que lo hace sentirse incómodo. Posiblemente sea un idiota por sentirse así. 

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2021 ⏰

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𝗠𝗼𝗱𝗲𝗹𝗼 𝗔.𝗜.𝗗.𝗔 [ᴾᵒᵏᵏᵒᵖⁱᵏᵏᵘ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora