Cuando las Personas te Miren

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Las cegadoras luces de la calle aún alumbran la ciudad pese a estar a unos minutos de ser la medianoche, las observa desde las tinieblas donde las cuerdas de placer lo retienen aumentando su libido con cada toque de esas manos rasposas. El gentío, ignorante de su posición a unos pasos era un constante recordatorio de su pésima decisión. Así es, estaba cometiendo el peor error, podía arruinar toda su carrera en una sola noche. Una persona bastaría para destruirlo. Su cabeza lo sabía, su cuerpo también lo sabía; lo sabe tan bien y aun así no es capaz de abandonar esa adictiva sensación.

Las traviesas manos que crean caminos por su cuerpo, desesperadas y furiosas por la reciente riña. La boca demandante que lo devora le ha robado el aliento; los ojos azules destellan fríos, admirándolo consumirse en las caricias que queman en su piel. Su espalda choca contra la pared, es acorralado, sometido a la fricción de su ropa, asfixiante y calurosa.

Su cuerpo se mueve inquieto, impaciente por más de esa placidez que corre a través de sus venas. Sus manos arrugan la chaqueta de quien lo ha atrapado, lo acerca suplicante; alza sus pies en puntas para llegar a su lastimado rostro, deseando mantener el sofocante beso. Puede sentir la ladina sonrisa, su desdeña al verlo tan perdido en las sensaciones que le ha provocado; con su orgullo en el suelo, dejándose tomar.

Su ropa cae. La corriente fría de la noche impacta con su estimulada piel. Un jadeo se escapa de sus labios.

—Estás más sensible de lo normal —burló esa persona, grave voz cargada con placer.

No respondió. No se atrevió a seguirle el juego.

Los pasos de las personas yendo y viniendo, sus risas y las conversaciones animadas; puede escuchar todo, sus oídos pican al pensar que los tiene a su lado. La distancia es tan corta que cualquiera podría verlo, cualquiera podría descubrirlo. El vergonzoso rubor en su rostro se extendió cuando escuchó la risa de alguien, otro habló más alto y alguien corrió; su cuerpo está erizado, su temeroso corazón golpetea su pecho: alterado, miedoso y con un pizca de vicio.

Mal. Eso era tan incorrecto, tan inmoral. Estaría muy jodido apenas alguien se atreviera a acercarse un poco. Si se acercaran y lo viesen, vieran lo que le hacen, aprisionado recibiendo su castigo.

Gimió en reacción a los dientes reclamantes que apresaron su oído, sacándolo de sus morbosos pensamientos. El exquisito hormigueo del leve dolor regresa. Más, muerde más.

Las suaves risas y la pesada respiración acarician su cuello, causantes las vibraciones en su pecho. El raspar de esa lengua húmeda que se pasea saboreando su piel le hace enredar por instinto su mano en los cabellos de esta persona, obligándole a mantenerse ahí cumpliendo su trabajo con esmero. Más risas pícaras resonaron tan cerca suyo que él tuvo que reprimir sus suspiros.

Su cabeza descansa contra la pared, sus nublados ojos se cierran con vigor; imagina con los desconocidos que se encuentran a unos pasos. Alguno debería de estar por entrar al callejón, se encontrarán y esa persona lo observará, observará cuando el villano lo someta hasta entrar en él, esa persona le vería recibir la lujuria dentro suyo.

—¿Qué otro secreto tienes? —preguntó, tomando su rostro. Sujetó su barbilla, alzándola hasta hacerle enfrentar su malicioso rostro.

Su cuerpo se congeló. —¿De qué hablas? —balbuceó.

La mano en su barbilla apretó, obligándole a mirar fuera del desolado callejón.

—Tu cuerpo tiembla cada vez que sus voces se escuchan más cerca —aseguró.

Una desvergonzada mano bajó por su cuerpo hasta colarse entre sus pantalones, posándose en su ansioso miembro.

—¿Te gustaría que entren aquí, Hawks? —susurró a su oído—, ¿quieres que te vean mientras te corres por mí? —alegó ciñendo la mano en la sensible piel.

Cuando las Personas te Miren [DabiHawks]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora