El alma de un joven es frágil como un cristal, hay hechos que la pueden destruir y cambiar para siempre, solo es una pequeña pared y cuando se derrumba ya nada vuelve a ser igual.
De pronto sentí que avanzaba sin caminar, estaba en esa escuela secundaria, donde los delincuentes, marginados y recluidos ocupaban las aulas, yo con un fracaso a cuestas de la primera expulsión en mi anterior colegio no podía buscar una segunda, pero me di cuenta que lo valía, cuando descubrí que mis garantías eran tan frágiles como el cristal que me separaba del mundo, esa mañana supe que una segunda expulsión valdría la pena.
Yo no tenía que planear nada, todo se daría de una manera natural, así como la misma muerte, alguien me iba a entregar como entregaron a Jesús, y no tardarían en hacerlo, los que vendrían iban a ser unos días complicados, cargados de agonía, pero como toda enfermedad terminal termina con el descanso.
La muerte de Annie me llevó a reflexionar, como cualquier evento de esta naturaleza lo hace, en la brevedad de la existencia, en cómo había dejado pasar el tiempo, como un río que contemplaba sin permitirme cruzar, ya no digamos llevarme en su corriente; varios nombres azuzaron mi mente Wally, Calderon, Miranda, Gaby y Annie. No todo había sido amargo, aun cuando los años de ese ritmo de tristezas, fracasos, disgustos y mal sabores empezaban a cobrarme la factura.
Pero al seguir en este mundo era hora de apretar el paso, y así lo hice al saldar mi deuda de dos asignaturas para finiquitar mi educación secundaria; y así fue como entré directamente al bachillerato, pero no hubo diferencia; me había empecinado en volver a la educación regular, ya no quería seguir en esa escuela abierta, donde tres años se cursaban en meses, pero en mi casa rechazaron mi petición y decidieron dejarme en aquel lugar, no tuve más opción que seguir allí, sin esperanza de que aquello pudiera mejorar.
El primer de día de mi educación preparatoria, que no parecía más que la continuación de la misma monserga, comenzó con una clase muy particular, impartida por una profesora que podría ser cualquiera. Delgada figura que calculé rondara los 45 años y me llamó la atención que no paraba de hablar sobre el poder la honestidad y la honradez.
Su cátedra de civismo se prolongó casi por todo el tiempo que debería abarcar su clase. Parecía una persona correcta, cabal que no sabía dónde se acababa de meter, casi todos los profesores abandonaban la tarea de ilustrarnos a los tres meses de estar ahí. Luego de terminar su perorata sonrió, quizá sabiendo que la tabarra habría sido suficiente. Nos habló luego del día de las madres que se acercaba y ella nos mostró un catálogo de perfumes y fragancias. Un rayo partió mi cabeza, le regalaría algo que por primera vez en mucho tiempo a mi madre. Recordé con amargura cómo dos años atrás le había regalado un pato al que le había puesto su nombre y ella me mandó a la calle con todo y pato. Pero un perfume era una idea genial.
La profesora nos habló de la importancia de nuestras madres en la vida, y en cierto modo nos hipnotizó con aquel catálogo de perfumes que pareció no importarle a nadie, excepto a mí; el aula quedó vacía – ¡Profesora! yo quiero uno –
Lo elegí y acordé llevar el dinero al día siguiente. No debía ser caro, pues en aquel tiempo pocas monedas pasaban por mis manos, sería realmente un sacrificio. Entonces pensé en hablar con mi hermano y juntando nuestros capitales seguro compraríamos algo mejor; rompimos la hucha, el cerdito de las monedas y las contamos, en mi cabeza ya estaba clara la idea del perfume.
Al día siguiente llegué temprano por la mañana con la profesora y con toda seguridad decidí un mejor perfume, la profesora arqueó las cejas y dijo – Muy buena elección, te lo traigo mañana – Al momento de recibirme el dinero.
Se acercaba el día de las madres y la profesora no había cumplido su promesa, ella solo sabía habar de honestidad, pero algo andaba mal, pude sentirlo, pasaban los días y llegó la fecha tan esperada con ilusión que se convirtió en un calvario. Luego de varios días la profesora se esfumó, se fue con el dinero mío y de mi hermano; no podía creerlo, creo que yo había sido el único estúpido que había caído en la estafa.
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Alma de cristal
AdventureEl corazón se resquebraja cuando no se entiende a la suerte, pues en la juventud la esperanza está en la suerte.