en la fiesta - parte 3

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AVISO: semi-lemon (?). No sé si contarlo como tal pero lo advierto por si acaso :)

Completamente desconcertada por el comentario y la mirada de su amigo, Midori parpadeó varias veces. No estaba pensando con claridad por culpa de haber fumado, pero es que eso la había pillado completamente por sorpresa.

-¿Significa eso... lo que creo que significa?- preguntó ella.

-Venga ya, ¿de verdad me lo preguntas?- Suna no parecía avergonzado, pero tampoco decidido, su expresión era indescifrable en ese momento.

-No me vaciles, que te llevas una ostia. Pero a ver, a ver, ¿esto desde cuándo?

-¿Te suena cuarto de primaria? Pues más o menos desde ahí- Midori no se estaba creyendo nada de lo que estaba pasando. Dudaba que fuera la realidad. Igual le había dado un amarillo y estaba soñando todo eso-. Pero luego te echaste novio y yo ahí no me iba a meter.

Ella vio que su amigo seguía jugueteando con sus anillos, y puso su mano encima de las del chico para hacer que se detuviera. Se giró de manera que ambos estaban sentados cara a cara, en la montaña de cojines, muy cerca, y con su mano sobre las de Suna.

-¿Sabes qué pasa?- dijo la chica, casi en un susurro. En un impulso que no sabían si era voluntario o involuntario, ambos aproximaron sus rostros al del otro- Que ya no tengo novio.

Suna liberó una mano del agarre de Midori y la llevó a la nuca de la chica. La atrajo hacia él, sellando la distancia que quedaba entre los dos en un beso, primero algo tímido, pero que enseguida se volvió más profundo y apasionado. Llevó su otra mano a la cintura de ella, empujándola poco a poco hacia sí. Midori enredó sus manos en el pelo de él. Siempre había querido tocarlo, estaba suave y brillante. A pesar de estar tan cerca, les parecía que había una distancia de kilómetros entre ellos. Suna movió sus manos hasta los muslos de la chica, y prácticamente la levantó del suelo para sentarla en su regazo. Pecho con pecho, y él apoyando su espalda en la pared, siguieron bebiendo el uno del otro hasta que sus pulmones les obligaron a parar. Con la respiración agitada y  los labios entreabiertos, los dos se miraron a los ojos.

Ninguno dijo nada, pues ambos sabían que querían seguir. Con una pequeña sonrisa traviesa, el chico empezó a quitarse los anillos uno por uno, sin despegar la mirada de Midori. Efectivamente, eso significa lo que creo que significa, fue lo que cruzó por la mente de la chica. No sabía qué hora era, había perdido la noción del tiempo, se oía una música amortiguada proveniente  de la planta baja. Osamu estaba tardando mucho, demasiado. El muy cerdo los habría dejado solos aposta y todo. Bueno, tampoco es que ella se quejara de eso.

Las manos del chico se situaron justo en el límite del vestido de ella, que se había subido por el movimiento y la posición en la que estaban. Él empezó a dejar una línea de besos por la mandíbula de Midori y por la parte alta de su cuello, pues el resto estaba tapado por una camiseta de cuello alto. Ella, a su vez, metió sus manos por debajo de la sudadera de él, subiéndola poco a poco hasta quitársela. Volvieron a besarse ferozmente, sus manos explorando el cuerpo del otro intentando conocer cada milímetro a la perfección. En algún momento la camiseta de Suna desapareció, y el vestido de Midori cubría lo mismo que una mera camiseta de tirantes. Estaban tan volcados en lo que estaban haciendo que no se dieron cuenta cuando unas voces se aproximaron a la puerta de la habitación donde estaban por el pasillo, y tampoco cuando un Atsumu colorado y risueño abrió la puerta de par en par.

-...mi cuarto. Pasa, está vac- oh. Ooh. Oooh - se quedó mirando la escena con los ojos como platos. Midori se apresuró a taparse todo lo que pudo con el vestido, y Suna se limitó a mirar a su amigo con cara de "sal ahora mismo o te mato". Atsumu entornó la puerta, y antes de cerrarla del todo, dijo- . ¡Hay condones en el tercer cajón del escritorio! Ya sabéis niños, siempre con protección.

Una vez el colocador hubo cerrado la puerta, Suna y Midori se miraron y no pudieron contener una carcajada. Unos segundos después, desde el pasillo se oyó a Osamu gritar a su gemelo.

-¡Te he dicho que no entraras! Se están liando, ¿verdad? Alguien me debe onigiri~- canturreó, y a juzgar por el sonido de su voz, se alejó del cuarto.

Midori seguía con la cara girada hacia la puerta, pero Suna la cogió por el mentón e hizo que lo mirara a él.

-¿Por dónde íbamos? Ah, si...- unió sus labios con los de ella otra vez. Los dedos de Midori vagaban por la cinturilla de los pantalones de él, y las manos del chico desaparecieron por debajo del vestido de ella. Antes de retirar ninguna prenda, Suna levantó a la chica de su regazo y la tendió boca arriba sobre los cojines. La miró a los ojos, pidiendo permiso para quitarle las medias, a lo que ella asintió, algo avergonzada por la posición en la que estaba. Esa vergüenza no le duró mucho, pues hundió sus dedos en la espalda de él, empujándolo hacia sí. Estaba mucho más fuerte de lo que aparentaba, la ropa holgada que él solía utilizar la había engañado por completo.

Cuando se quiso dar cuenta, Midori había perdido de vista su vestido y su cuello alto, y Suna estaba dejando una cadena de chupetones y besos húmedos por su cuello y sus clavículas. Ella estaba en la gloria en ese momento, pero se dio cuenta de que todavía no quería que eso llegara a nada más.

-¿Quieres que vaya a por un...?- preguntó el chico.

Ella apretó los labios en una fina línea y negó con la cabeza. Acababa de cortar con su novio, y por mucha rabia que le tuviese, no creía que estuviera bien acostarse con un chico nada más dejarlo. Porque Suna no era una venganza, no era una herramienta para superar a su novio, era un chico fantástico con el que tenía una oportunidad, pero prefería que las cosas fueran más despacio.

-Poco a poco- susurró ella en el oído de su amigo. Bueno, amigo amigo ya no era, pero eso lo pensaría más tarde. Puso las manos en el pecho de él y lo guió hasta que él estuvo con la espalda en el suelo y ella encima de él-. Aunque podemos seguir así...

Y así siguieron hasta que el cansancio pudo con ellos y pararon. Suna cogió una manta que había a los pies de la litera de abajo, cerró la rendija de la ventana que quedaba abierta, y se tumbó, abrazando a Midori, sobre los cojines del suelo.

-Bueno, supongo que esta fiesta no ha sido tan terrible- murmuró Midori, antes de quedarse dormida, acurrucada contra el pecho del chico.

Solo vine a la fiesta por... II Suna RintarouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora