Azumane Asahi, alguien rechazado por su aterradora apariencia, creando varios rumores acerca de él.
Y también estaba Nishinoya Yū, estudiante que a pesar de su baja estatura es bastante respetado y amado por el resto de sus compañeros.
¿Algo tan cli...
— ¡Asahi! — Llamaba una voz muy conocida — ¡Asahi!
Asahi despertando de su trance se dió cuenta que estaba en la mesa de su hogar mientras su madre le llamaba —ya que este parecía muerto mientras sostenía sus palillos— ahí reaccionó.
— ¿Qué te pasa? ¡Estás derramando todo el arroz! — Su madre enojada y también preocupada reclamaba.
— ¡O-Oh...!
— ¿Estás bien? — Preguntó su padre.
— ¡N-No es nada! — Mintió, con una sonrisa bastante falsa — E-Estaba pensando en los próximos exámenes
— Cierto, empiezan mañana, ¿Eh? — Por el tono de voz de su padre, Asahi se dió cuenta del alivio en sus palabras.
— Sí — Asintió — G-Gracias por la comida — Dijo mientras dejaba el plato de lado.
— ¿Es todo lo que comerás? — Su madre seguía preocupada.
— Sí — Asintió con una sonrisa, una falsa sonrisa.
Mientras se retiraba de la mesa, de su cabeza no se iban las preguntas como.
¿Qué debería mañana cuando vea a Sugawara, Daichi y.... Nishinoya?
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Al abrir la puerta del aula, se encontró con todos sus compañeros, quienes están entre grupos —o solos— leían libros y bastante concentrados.
Ese día empezaban los exámenes, era lógico que estuvieran así.
Además que les tocaría tener otros puestos al momento del examen.
Asahi se preguntaba, ¿A quién le tocará su asiento?
Al fijarse, se sorprendió bastante.
Su puesto durante el examen sería usado por Sugawara. Quien estaba ya ahí, sentado sin quejarse.
Aunque la gente dice cosas malas sobre él por culpa de Asahi —aunque no era así, la situación hacía creer al castaño que todo era su culpa—.
Decaído, recordó como Sugawara, Daichi y Nishinoya parecieron nunca temerle o tenerle disgusto, o al menos con el tiempo dejaron de hacerlo.
Siempre....han sido muy amables.
Caminó hasta su puesto asignado —el cual quedaba al frente del profesor— no notó la mirada del peligris, quién nervioso solo lo veía irse.
