Jueves

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Mis manos sudan y mi cuerpo tiembla.

Intento aferrarme lo más que puedo al asiento del vagón, no obstante, una vez que lo veo cruzar esas puertas metálicas el nerviosismo vuelve a apodarse de mi.

Se ve tan atractivo con sus pantalones oscuros y esa sudadera color negro.

Sus cabellos despeinados y sus labios fruncidos en una mueca.

Mueca que desaparece al verme, al ver que yo le veo.

Rápidamente corro mi vista a un lado, evitando así el contacto visual. Siento como toma asiento frente a mi, me observa curioso de que hoy, por primera vez en todo este tiempo, no me encuentro escribiendo como desquiciada.

Necesito hacerlo, necesito avanzar.

Me he dado cuenta que nuestras miradas y silencios compartidos ya no me son suficientes.

Así que con el nerviosismo palpando en todo mi ser, tomo una gran bocanada de aire y me digno a abrir la boca.

—Ho-la, B-Bakugou...

Mi voz ha salido temblorosa, incluso yo puedo detectar el nerviosismo en ella, el cual solo aumenta cuando el chico frente a mi se muestra sorprendido de que le dirigiese la palabra, lo único que puedo pensar es que seguro él cree que estoy haciendo el ridículo.

Quizás realmente no existe ningún vínculo entre él y yo.

Quizás solo malinterprete todo.

Quizás él ni siquiera sabía de mi existencia.

—Hola...

Su ronca voz me saca de mis pensamientos, lo observo con los ojos abiertos y las mejillas sonrosadas. Siento como todo a nuestro alrededor vibra en millones de colores. Con nerviosismo acomodo mis lentes en el puente de mi nariz.

Él sigue observándome sin apartar la mirada y pronto me veo hipnotizada por sus hermosos orbes color rubí.

—¿Cuál es tu nombre? —me pregunta con curiosidad, y hasta ahora soy consiente de que todo este tiempo yo supe su nombre, pero él jamás el mío.

—Shinji, quiero decir, Kuroko Shinji, pero dime Shinji.

Él ríe por mi nerviosismo, me observa con una sonrisa de superioridad y enarca una ceja.

—No eres de aquí, ¿Verdad? —Más que una pregunta, parecía una afirmación, aun así le respondí.

—Padre japonés, madre canadiense. Me mudé a Japón para estudiar la universidad. —Le expliqué con una tímida sonrisa.

—¿Qué estudias?

—Idiomas.

Parece emocionado por mi respuesta, como si las ganas de pedirme que le hable en otro idioma le surgieran con intensidad, aun así, puedo ver como lo ignora y hace el intento de ocultar su emoción.

—Shinji...

—¿Sí? —Escuchar mi nombre salir de sus labios me provoca una sensación de calidez como ningún otra, sus ojos posados en mi figura me quitan el aliento, y puedo ver como sus colores se vuelven más intensos.

𝙰𝚕 𝚏𝚒𝚗𝚊𝚕 𝚍𝚎𝚕 𝚊𝚛𝚌𝚘𝚒𝚛𝚒𝚜 • 𝙱𝚊𝚔𝚞𝚐𝚘 𝙺𝚊𝚝𝚜𝚞𝚔𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora