Significado

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Es una costumbre. Días, semanas, meses, y ahora dos años en lo mismo, sin que el otro se percate.

Miradas.

Sutiles, que pasan desapercibidas.

Tantas miradas, ya ni siquiera recuerdan cuantas, pero en algún momento lo notaron y nada hicieron al respecto. ¿Qué podían hacer?

Se miraban cuando el otro no lo hacía. Era casi por turnos. Y estaban bien con todo eso. Solo eran miradas. No los incomodaba. No les daba vergüenza ni disgusto. Eran miradas. ¿Qué hay de malo en ellas?

Miradas.

¿Cuántos tiempo han continuado mirándose?

Ya no son niños pequeños, tienen 11 años, son conscientes de sus actos, pero no ven malicia en ello, no hay un trasfondo. Es un hábito, una rutina. Una necesidad.

Pero algo les rompe el esquema.

Eso los desconcierta.

Nunca, en todos estos 2 años, les había tocado coincidir en mirarse al mismo tiempo.

Fue inesperado y el mayor no dudó en apartar enseguida la vista, tratando de fingir que nada ocurrió. En cambio, su pequeño hermano continuó mirando su nuca unos segundos más.

Los días pasan y ahora esas miradas simultáneas por el rabillo del ojo entre los dos aumentan y coinciden constantemente. Ya nadie hace esfuerzo por apartarla. Es como si algo estuviera ahí, pero ninguno se atreviera siquiera a pensarlo.

Cuando por casualidad, a pesar de su madre siempre está en casa, logran estar solos cuandosale a hacer las compras asombrándola un poco de que su hijo menor no quisiera acompañarla como siempre. El pelirrojo mira por la ventana, sin ver realmente, quiere hablar, quiero saber que pasa por la cabeza del otro. Estas semanas de miradas casuales, de miradas intencionales, no como en un comienzo, que era una vistazo sin importancia al otro, ahora es algo. Y quiere hablarle para saber si también se da cuenta de ese 'algo'. Pero no se atreve, más bien, no quiere. Siente que todo debería seguir así.

Todo es cómodo así.

No, corrijo, todo es más 'fácil' así.

El resto no sospecha nada. ¿Qué habría que sospechar? Son hermanos, son familia, entre familiares se miran, es algo normal, es algo natural.

Es algo natural.

Una tarde los padres anuncian que estarán fuera todo el día. Lucas decide quedarse en casa. Tiene el hogar para él solo, pues su hermano prefirió salir a caminar. Puede disfrutar del silencio, paz y tranquilidad.

Mientras en su caminata, buscando insectos y pateando piedras aburrido, algo sucede, algo falta, algo no está bien.

Una mirada.

Claus voltea el rostro en dirección a su hogar.

Cuando la puerta de la casa se abre, Lucas ya sabe quien es.

El mayor vuelve a sentarse junto a la ventana notando como su hermano sigue sentado sobre cojines en el piso de su habitación apoyado en la pared. Se mantienen sin hablar, hasta que la necesidad vuelve a surgir. Levantan sus rostros y se observan con detenimiento.

Nada ocurre, como siempre, pero contra todo pronóstico y sin que el dueño de la voz se dé cuenta, el nombre de Claus ya ha escapado de sus labios.

Pero no lo asusta, no se siente inapropiado. Solo quería decirlo, sin ningún propósito, solo decirlo y ya.

No dejan de mirarse a los ojos durante algunos segundos más.

Lucas ya ha hecho algo, y es el turno del mayor de responder. Es lo que se debe hacer. Cuando alguien dice tu nombre debes prestar atención y contestar de forma apropiada.

Por eso mismo se levanta tranquilo de su lugar en la ventana y camina hasta él, sin que Lucas despegue la vista de sus movimientos. Se arrodilla frente a él y vuelven a mirarse a los ojos por otro par se segundos, como si ambos ya supieran el guión que toca interpretar ahora, al que sin saberlo, estaban esperando listos para afrontar.

Claus respira profundo y ambos cierran sus ojos mientras se acercan y besan con suavidad los labios del contrario. Un beso lento y tranquilo, suave y sedoso.

Se separan tras un breve lapso de tiempo para volver a mirarse, y sin ninguno decir palabra, vuelven a sus tareas.

Nada pasó.

Nada pasó.

Todo queda ahí, en un beso. Nada más que un beso. Silencioso y etéreo.

Sin palabras, sin tocarse, sin sentimentalismos, sin romance. Solo eso. Un beso y ya.

Estaría completamente fuera de ambiente decir algo, pues no es relevante hablar, no se necesitan palabras. No hay nada que decir.

Todo vuelve a la rutina. Todo continúa en la normalidad. Costumbre y hábito. Todo es tan normal como puede serlo en aquel cálido comedor donde su madre ha servido una deliciosa comida para los cuatro integrantes en esa familia.

¿Por qué entonces algo no encaja? Ya han pasado días, comunes y corrientes. Todo igual. ¿Entonces...?

Ya no hay miradas, pero tampoco cuestionamientos.

Todos conversan, con la excepción de su padre que siempre ha sido de pocas palabras.

Pero algo regresa. Lo pueden sentir. Sin los adultos notarlo, algo cambia.

Ese cosquilleo. Esa necesidad. Ese anhelo, curiosidad y deseo.

Y sin darse cuenta, inconscientemente, levantan el rostro y voltean a mirarse otra vez en silencio. Ignorando el tarareo de su madre en la planta baja, ignorando a su padre cortar madera fuera de la casa, ignorando los ladridos de Boney que persigue un gato...

Ignorando todo.

Sin palabras, sin preguntas, sin dudas. Una mirada. Tan casual e irrelevante como eso 'podría' ser.

Una mirada. Significativa.

Una mirada, y ahora, por parte de ambos, una sonrisa tímida.









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Algo suave y lindo.
Algo tranquilo.
Algo inocente y delicado.
Algo corto, pero con mucho significado.

Tenía este borrador sin corregir hace muchísimo, y siento que todos merecemos algo dulce luego del fic anterior que publiqué. ('Propio' arruinó nuestra inocencia o-o)

Espero no les disguste la pareja.
Y el final ocurre poco antes que pasen las desgracias del juego.
Por lo que me quedo con un sabor amargo al saber que en breve Claus se irá...

Bueno, ojalá les haya gustado.

Gracias a todos por leer :)

-Sephir01

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