Una visita al despacho del profesor Dumbledore

891 80 8
                                    

¿Recuerdan que mencioné que no me reprendieron por romperle la nariz a Malfoy hasta varios días después? ¿Sí? Bueno, es en este momento en el que me referiré a ello con todo lujo de detalles.

Aquel día de septiembre estaba en la mesa de Slytherin tomando mi desayuno y soportando los murmullos que constantemente zumbaban a mí alrededor que eran tan constantes como mis respiraciones y para ese punto ya me había acostumbrado. Bebía de mi zumo de calabaza mientras mi mente maquinaba la manera de hacerle una buena broma a Pansy Parkinson.

A raíz de que aparte de los chismes no había recibido ni una mirada de reproche por parte del profesorado, pensaba que por allí toleraban bastante bien las bromas y que podía salir impune de todas ellas. Incluso les había pedido a los gemelos que me prestasen buen material para bromas prometiendo claro está, que les pagaría por él.

Eso hasta que alguien me rozó el hombro haciéndome voltear. Mis ojitos maliciosos se encontraron con unos orbes negros.

—Profesor Snape—le saludé con un aura inocente que no encajaba nada con mi mirada—, ¿cómo está en este día?

—Collins—saludó, sin expresar nada de nada en su voz—. El profesor Dumbledore desea que te presentes en su despacho.

—Está bien, terminaré de desayunar y…

—Ahora mismo—me interrumpió con su irritante calma. Me dieron ganas de espetarle que deseaba comer un bollo más, pero sabía que no era buena idea.

—Está bien—me encogí de hombros y me levanté no sin antes tomar de las fuentes una magdalena de chocolate y un pan de queso haciendo que Snape pusiese sus ojos negros en blanco.

Pasar ojos negros a blancos debía costarle bastante, ahora que lo pienso, ¿no?

Le seguí en aquel aterrador silencio mientras comía rápidamente el panecillo y el pan, y de nuevo tuve esa sensación de que me iba a matar tal como cuando Hagrid nos dejó a cargo de la profesora McGonagall. Me di cuenta en aquel instante de que era más probable que Snape me matase a que lo hiciera McGonagall.

En ocasiones era muy dramática, ¿no les parece?

En fin, me llevó hasta una gárgola, en donde pronunció una extraña y peculiar contraseña antes de que esta se moviese dejando ver una gran escalera.

No pude reprimir un estúpido “Wow” antes de que subiésemos por ella hasta el despacho del profesor Dumbledore.

Curioso, era la primera palabra con la cual describiría la oficina, que todo y nada tenía que ver con las de los directores muggles que había visitado, que había sido pocas veces pues, no es por alardear, pero era una alumna ejemplar en la escuela muggle.

No tuve oportunidad de recorrerlo con la mirada, pues me encontré con los ojos grises de Draco Malfoy que lucían su habitual arrogancia, solo que mezclada con más satisfacción de la habitual. Había un hombre alto, pálido y rubio…Ah, ¿para qué me molesto en describírselos? Era igualito a Malfoy solo que más grande.

Vamos, no hizo falta forzar a mis neuronas para adivinar que se trataba o de su padre, o de alguien emparentado de alguna manera con él.

Así que me armé de valor, me giré hacia donde Snape se había plantado en silencio y lo dije:

—Exijo un abogado.

Y de allí aprendí que no debías intentar hacerte el gracioso con Severus Snape. No funcionaba para nada, es más, el profesor me fulminó con la mirada antes de ignorarme olímpicamente y anunciar:

—El profesor Dumbledore les atenderá en unos momentos, les suplico me disculpen por retirarme pero tengo clases que dar.

—Gracias, Severus—dijo el Malfoy mayor—. Esperaremos.

Una sangre sucia en Slytherin - Harry Potter FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora