El encuentro.

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El pobre indeciso huye o responde, pero no puede huir, no por siempre, así que mejor ahora pensaba, aunque no se le sacaba la idea de quizás huir.

Ruega que las palabras salgan y no se gane otra cachetada o una cita con el director, o mejor, ambas.

—me... lla...lla...Llamo ed... Edward... – dice tartamudeando – ¿que... qui…quieres?

— La chica a la tiraste y además… en fin, me llamo Alyssa – se fija en su rostro y ve su mejilla – yo lamento haberte golpeado.

— No te… preocupes...

— ¿Porque tan nervioso? No es como si te fuera a comer. A decir verdad eres lindo – sonrió –.

—Gracias... es que solo no acostumbro hablar mucho además es raro que me hables a mí, eres la nueva después de todo... y con lo sucedido... Permíteme… – Le interrumpe –.

— Hablan mucho como que de la nueva ¿no? Llámame Alyssa, hacen mucho escandalo con eso de la nueva, en serio es un fastidio.

— Lo siento Alyssa, como decía, permíteme pagártelo de alguna forma, ¿qué te parece un café?

—Está bien, pero ¿café?, lo siento ¿mencione que soy un vampiro? – dice algo apenada –.

— Genial, entonces tú también ¿eh? Soy… ¿Cómo era? Ah sí, el rarito, pero no tienes por qué burlarte así de mí.

— no lo hago, Lo digo en serio.

— No claro, bien, seguro eres gótica, no me importa. Gracias por la broma.

— En fin, no puedo beber café… ¿tú que eres? sé que no eres un inmortal por el sonido de tu corazón, pero algo me dice no eres normal, por favor no pienses que te morderé, bueno a menos que me lo pidas – ríe –.

—Si claro lo que digas, búrlate, como sea pide lo que tú quieras, ¿pasear o algo? – en su mente comienza pensar la chica esta algo zafada –.

— ¿Qué quieres hacer tu?...y si estoy un poco loca – le sonríe – ten cuidado con lo que piensas, puede ser peligroso.

— Algo sorprendido– ¿Qué te parece la siguiente semana?

— Buu que aburrido.

— Después de las evaluaciones.

— Ni modo. Ya averiguare que eres. Ibas a comer ¿no? No entiendo porque comes acá solo. Mejor te dejo ‘Rarito’, también debo tomar algo.

— Como digas nuevita. Ríete lo que quieras.

— Te dije que tengo un nombre. Adiós, Edward.

Sin más ella se marcha y el almuerza.

El día transcurre, alguna clase de historia aburrida, y de geometría. Algo daba vueltas en su cabeza, esas dos metras rojas eran difíciles de sacar de su pensamiento, aunado a la rareza de su esencia, y su olor, dulce, pero pesado con una leve fragancia a hierro.

Camino a casa el pobre chico, atolondrado de tantas cosas raras, comenzó a experimentar una rara sensación como quinestésica, como si pudiera sentir colores provenir de las personas a su alrededor, a veces como manchas sobre la gente o su sombra, pensó eran lentes con el golpe o la fórmula del cristal debía

ser renovada. Al llegar a casa y tirar el bolso ve el libro la mesa, con un título que decía Encantus, inevitablemente esto llamaría su atención, así que tomo el libro para ojearlo, y para su sorpresa habría de estar escrito con algunos capítulos, que vendrían a darle explicación a algunas cosas como esas ‘manchas’ que había sentido que no eran, sino el aura de las personas, También algo de una cosa – como lo pensó el - de liberación de energía. Sin mencionar las raras cosas escritas que habían, entre runas, griego y latín, que por alguna cosa entendía –y que también estaba explicado en el Encanto- de lo cual se limitó a leer: Acepta el destino, o él te forzara.

Agobiado y preocupado lanzo el libro al basurero y se fue a dormir pensando era la falta de sueño que lo hacía alucinar

Corazones Latientes:Mas alla del tiempo de la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora