¿A esto se le puede llamar comer perdices?

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... y finalmente vivieron felices y comieron perdices. Ese es el final más típico de muchos libros, final que toda chica soñadora querría vivir con su amado.

Final que es imposible en mi ya que me falta esa persona con quien comerme las perdices.

-¡Kayla! ¡Vas a perder el bus!

-¡Ya voy mamá!

Me llamo Kayla Santos, y solo soy una empollona más; mis fantasías son el amor más grande que tengo de algún chico. De momento.

Me vestí lo más rápido que pude, me peiné con los dedos, cogí la mochila, me despedí de mi madre y salí corriendo para no perder mi único medio de transporte destino al Instituto Retrasados. No es que se llame así, solo que la gente allí es muy... ¿Como decirlo suavemente...? Repelentemente gilipollas.

Corrí lo que pude, pero el bus ya se ponía en marcha.

-¡Mierda!

Alguien empezó a reirse a mis espaldas.

-¿Tú también?

-¿Perdona? ¿Nos conocemos?

-Creo que no, pero eso tiene remedio, pequeña.

-¿Pequeña? Va a ser que paso de...-sin dejarme tiempo de acabar...

-Ray Michaels, llámame Ray pequeña.

Otra vez, lo ha vuelto a decir. Lo mato.

-Ni pequeña ni hostias. Mira imbécil acabo de perder el bus, no estoy de humor para hablar con gente como tú ahora.

-Ya somos 2. ¿Corremos?

-¿Qué?

Sin darme tiempo a replicar se ajustó la mochila, agarró mi mano y empezó a correr conmigo a rastras.

Esto es un poco surrealista.

Un tío al que acabo de conocer me obliga a correr un lunes por la mañana en plena calle.

Cuando no puedo seguir corriendo le obligo a soltarme y me agarro el estómago para aguantar las arcadas por el esfuerzo.

-¡¿Pero se puede saber en que estás pensando?! ¿¡Acaso quieres matarme?!

-Te estoy llevando al único instituto de la ciudad.

-¿Pero tú quién eres?

-Ya te lo dije pequeña, me llamo Ray.

-No me refiero a eso.

-Soy el nuevo estudiante de intercambio.

Espera. ¿Él?

Acabo de fijarme en una cosa.

ESTÁ COMO UN TREN.

Tiene los pómulos sonrosados por la carrera, el pelo castaño oscuro alborotado y unos ojos verdes de esos que imponen. ¿Por qué siempre me fijo en esas cosas más tarde que temprano?

-Venga pequeña, no te enfades. Ya no queda nada, si prefieres ir andando allá tú, pero llegarás tarde.

Retiro lo de que está como un tren. No soporto que me llamen "pequeña". ¡Mido más de 1'60m! ¡Tampoco soy tan enana!

-Tú corre. Pero déjame aquí, empiezas a agobiarme.

-Como quieras, pero antes...

Sacó una libreta y un boli de la mochila y apuntó algo en una hoja que arrancó y me ofreció.

-¿No me enseñarás la ciudad? Como comprenderás acabo de llegar y estoy un poco perdido.

-Apáñate.

-No me seas borde pequeña, o tendré que hacerlo a la fuerza.

-Mira niñato, déjame tranquila, ni siquiera...

Me besó. ME BESÓ. ¡ME BESÓ A MÍ!

Estoy segura de que sigo durmiendo plácidamente en mi agradable camita y esto es solo un sueño raro.

Noté un roce en uno de los bolsillos traseros del pantalón.

-Bueno pequeña, ahí tienes mi número. Llámame cuando estes libre para enseñarme el lugar.

Y empezó a correr. Mientras yo me quedaba allí plantada como una boba.

Sensaciones apagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora