sabor galleta

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Lucathy

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Recargó su barbilla sobre su mano mientras sus ojos la seguían contemplando.

Para ellos ya era costumbre mirar el cielo cada que daban las doce de la noche. Solían verse en la habitación de la princesa, en un lugar cercano al balcón para tener una mejor vista del espectáculo nocturno cuyo hermoso paisaje oscuro con puntos brillantes era el mismo ante la vista de ambos, pero lo percibían de distinta manera.

Cada uno contemplaba el mismo cielo, pero con diferente significado.

— ¿no te parece maravilloso? — dijo la joven princesa de 18 años mientras admiraba y suspiraba cada que veía el manto nocturno— quisiera que me admiraran como nosotros admiramos la noche. Deseo ser amada de esa forma.

El joven mago sonrió ante tal petición — Yo lo hago, te amo — susurró y giro su rostro rápidamente. Cerro sus ojos mientras aparecía un ligero rubor en sus mejillas al haber revelado su más grande secreto.

— ¿dijiste algo?

— No dije nada

La princesa dudó un poco debido a su inusual comportamiento, pero decidió dejarlo pasar — si tú lo dices...

Suspiro de forma aliviada.

— ¿crees que Isekiel me amé de esa manera? — no lo decía en serio, solo le gustaba provocarlo.

— No lo sé, no es mi problema — se sentía indignado y dolido. Él, el perro blanco se había ganado una joya que pensó sería para él, quien no tenía nada ni a nadie hasta que la conoció.

Al final, solo fueron efímeros sueños que se destruían poco a poco.

Ninguno volvió a hablar y retomaron su típica rutina, pero el joven azabache se sentía incómodo, quería que ella se retractara de sus palabras pero parecía ser todo lo contrario, realmente parecía gustarle el chico de blancos cabellos. Carraspeo de forma ligera y discreta para ver si se daba cuenta que había alguien más que gustaba de ella, pero fue inútil ya que un silencio incómodo (para él) los envolvió por completo.

— ¿en que estará pensando? 

— ve y pregúntaselo — no tenía ganas de hablar pero tampoco quería ser grosero aunque ella haya herido sus sentimientos. Podía mandarla a la mansión Alfius pero no quería que se encontrará con ese idiota de cabello blanco.

— ¿Tú en que estas pensando? — su azulada mirada dejo de observar el manto nocturno frente a ella para poder contemplar el bello color existente en el iris de Lucas. El mismo color que exponía los pensamientos del pelinegro. Deseo, el la deseaba con locura y se lo había demostrado. Solo un loco se atrevería a vagar por distintas dimensiones hasta dar con ella y traerla de regreso a su dimensión original.

Él era un loco y ella la razón de su locura. Así lo definía la princesa, pero para otras personas, la definición correcta de aquel sentimiento podía ser descrita con una simple y sencilla palabra. Amor.

Lucas, ingenuo ante los pensamientos de la princesa, la miro sorprendido y fastidiado — ya deberías saberlo — dijo, respondiendo a su pregunta.

— si te estoy preguntando es por que no lo sé — Si sabía, pero deseaba escuchar aquellas palabras salir de los labios del mago — hoy también estas muy guapo

— ve y dile eso a tu novio ese 

— no tengo novio 

— pues para que tengas — Lucas, había alcanzado su máxima paciencia. Ya no podía disimularlo, realmente estaba dolido y frustrado de que ella no se diera cuenta, pero estaba decepcionado de pensar que contemplaban el mismo cielo cuando sus propósitos y deseos eran completamente diferentes. Bueno, era obvio que tendrían pensamientos diferentes, pero pensó que al menos compartirían sus sentimientos— no tiene caso que te siga viendo en las noches 

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