Tras caminar por alrededor de dos horas, Will se encontraba en medio de la nada. Todo cuanto lo rodeaba era pasto de color verde claro que lo cubría hasta la cintura; algunas espigas crecían aún más, llegándole a la altura del pecho.
El viento movía el pasto en ondas como si fuera un mar verde y solo el camino rompía la ilusión, dividiendo el mar, escurriéndose como una serpiente negra en medio del pastizal.
Encima de él se alzaba un cielo despejado en su totalidad; no recordaba un cielo de un azul más vivo y por primera vez en mucho tiempo no había casas, árboles, colinas, ni otra cosa que le bloqueara la vista; era solo él con nada más que pasto, cielo y el camino ante sus ojos.
Continuó andando durante varios minutos más y volvió a escuchar el sonido de agua borboteando y corriendo entre la hierba: había llegado al último de tres riachuelos que se originaban a un lado del camino. Los dos arroyos anteriores se situaban un poco más lejos por lo que habría tenido que dejar el sendero para acercarse a ellos y eso era algo que no podía hacer.
Pero este tercer riachuelo brotaba apenas a unos pasos de distancia, así que aprovechó la oportunidad para llenar las dos botellas de agua que llevaba consigo; tuvo que identificar el sitio exacto donde el camino y el riachuelo se encontraban más cerca el uno del otro para después arrastrarse sobre la hierba hasta el arroyo, cuidando siempre de que su cuerpo se mantuviera en contacto con el camino.
Aquello le resultó más difícil de lo que parecía, pero las palabras de Ternjel resonaban en su mente:
‒Nunca te salgas del camino –le dijo–, bajo ninguna circunstancia te alejes de él. Si todavía te encuentras en el mundo humano, este desaparecerá para que nadie más lo encuentre y deberás volver al punto de partida e iniciar tu viaje desde cero. Si por otro lado ya te encuentras en Inimmte, te puedes perder por el simple hecho de que no conoces esas tierras; además, la mayoría de las criaturas no son tan consideradas como para ayudarte a regresar.
Will no deseaba que el camino desapareciera por culpa de un descuido. Si bien seguía en San Nicolás y por lo tanto dentro del mundo humano, ya había avanzado bastante. No quería regresar hasta la puerta de madera e iniciar todo desde cero. Si lo hacía existía la posibilidad de encontrarse con Liz o Eric y tener que explicar el mensaje que les mandó o peor aún, la carta que les dejó en la mesa de la entrada.
Así que ahora estaba ahí: con los pies y los tobillos dentro del camino mientras el resto de su cuerpo se estiraba sobre el pasto hasta alcanzar el arroyo.
El agua era cristalina y brotaba fría de la tierra. Una vez que llenó las botellas y volvió a guardarlas en su mochila, Will regresó al riachuelo; tomó un par de tragos con las manos directo de la fuente, también se echó un poco de agua en la cara y el cuello. El sol comenzaba a brillar con más intensidad y la caminata ininterrumpida lo había dejado algo acalorado.
Deseaba permanecer en ese sitio por tiempo indefinido y tomar una siesta sobre la hierba verde mientras lo arrullaban los sonidos del agua y el viento; pero debía continuar con su viaje. Todavía no era tiempo de descansar.
Entonces regresó de lleno al camino, se puso de pie y miró a su alrededor: al oeste, a su izquierda, aún se podían ver los acantilados que delimitaban la bahía y el valle, si bien a esas alturas no eran más que contornos borrosos en la distancia.
Al este, no muy lejos del camino, comenzaban los lindes de un bosque: era tan frondoso que, más que verde, parecía negro y Will no podía ver más allá de unos cuantos árboles. Intentar penetrar en la espesura de un bosque como este solo con la mirada era por completo inútil.
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Will y Lady Tree
FantasyDurante el último año, la vida de Will ha ido cuesta abajo y cuando creía que no podía empeorar, lo hizo. En medio de la desesperación y sin más opciones, decidió partir en búsqueda de Lady Tree, una hechicera tan poderosa que, según le contaron, po...