IV

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Por largo rato estuvo contemplando las esponjosas formas cinceleadas de blanco que se desplazaban con el vaiven del aire. Siluetas efimeras, viajantes y cambiantes que ocupaban esporadicamente su campo de visión.

Si. Sin duda alguna las envidiaba. Por ser libres y poder recorrer la basta extensión del firmamento. Por teñirse con el ocaso y fundirse con la oscuridad de la noche. Sin nadie que les exigiera constantemente su próximo destino.

Libres y cambiantes. Asi eran las nubes. Y asi deseaba ser Shikamaru. Pero era un imposible, demasiado surrealista para tenerlo en consideración por más de cinco minutos. Solo gustaba de apreciar lo que su entretenimiento trivial le ofrecía.

Pesarosamente, suspiró. No fue una simple exhalación por reflejo, sino algo más trascendente...

Decepción. Ese era el sentimiento oculto tras el fugaz suspiro que se perdió entre el soplo matutino que guiaba a las hojas sueltas de los árboles y creaba coloridos remolinos en torno al verde follaje que constituía el paisaje de Konohagakure no sato.

Resuelto a volver sobre sus pasos, Shikamaru pensó en los problemas que lo aquejaban. La muerte de Asuma, el distanciamiento con sus compañeros de equipo, la hostilidad que días antes evidenciara con su padre debido a un nimio consejo que involucraba (y exigía) el pronto desvanecimiento de su reprimida ira hacia el fanatico religioso que seguía libre y exento de castigo en algún sitio. Después estaba Naruto...

El rubio e hiperactivo ninja, el impredescible cabeza hueca que estropeaba las misiones con sus arranques sentimentalistas e impulsividades transitorias. El hijo del cuarto Hokage, el Shinobi pretencioso y y voluble que demandaba atención cada tres minutos.

Y, ¿Quién iba a decir que él, un ninja ocioso por naturaleza, reflexivo y desobligado, terminaría fijandose en esa luz tan cegadora que desprendía Naruto en cada momento?

Ni él mismo Shikamaru habría apostado a favor de ello. Porque la lógica brillaba por su ausencia cuando se trataba de tópicos tan irrelevantes como lo era el amor.

¿Sentimientos?, claro que los tenía. Absolutamente. Y no menos de una vez, Shikamaru había reparado en lo odiosos que eran. De no ser tan susceptible, habría podido hacer frente al último combate, el miedo no habría interferido en su proposito por salvar a su Sensei y, en última instancia, no habría besado a Naruto por sus estúpidas hormonas que salieron a relucir en el momento menos indicado.

El solo recordarlo, le provocaba malestar y una verguenza que rebasaba todo límite de cordura.

-Me...- Naruto parpadeó visiblemente desconcertado. Su rostro encendido y la confusión latente en su balbuceo, delataban que no se sentía ofendido, solo, tal vez, desorientado. O al menos asi quiso creerlo Shikamaru en aquellos minutos que le parecieron horas y en donde además se vio incapaz de justificar su precipitado acto.

Lo peor de todo es que, en ningún momento, se sintió arrepentido de lo que hizo. Simplemente no acababa de procesar que él precisamente haya besado al ninja de ojos azules que fue catalogado como perdedor e idiota en la academia.

Shikamaru se rascó la nuca, se mesó el cabello, enfundó las manos en los bolsillos y finalmente, volvió el rostro hacia su izquierda. A pesar de no haberse sonrojado por su impulso, se sentía tanto más abochornado que el mismo Uzumaki.

Algo en su mente había colapsado al grado de no poder idear evasivas convincentes. No existía mentira alguna que salvara al Nara de esa situación tan extravagante.

Pero entonces ocurrió algo más insolito aún. En los labios de Naruto se dibujó una sonrisa de lo más irónica y encantadora, capaz de desarmar a cualquier Shinobi con tendencias homosexuales, o en cuyo caso a un Chunnin estratega de ojos pardos y semblante despreocupado.

-Una broma- Naruto rió abiertamente y se acercó al castaño para palmearle los hombros en actitud conciliadora. -Y vaya broma- susuró para sí mismo antes de alejarse, concluyendo tan útopica escena con un futil malentendido entre ambos.

Shikamaru negó ante el recuerdo. Había escuchado claramente a Naruto quejarse y maldecirlo. Lo entendía perfectamente pero no dejaba de resultar un acontecimiento embarazoso. Ahora Naruto creería que...

¿Qué creería exactamente?

Puede que lo tachara de homosexual, lo cual francamente lo tenía sin cuidado. No es como si menospreciara las inclinaciones sexuales de esa índole, solamente había sido un desliz, un accidente, un error.

Como cuando se quedo dormido en clases (una docena de veces), o cuando infravaloró las habilidades de Temari y acabó siendo auxiliado por ella (y etiquetado como un vil machista) en su enfrentamiento con Tayuyá en pos de buscar a Sasuke Uchiha.

Shikamaru frunció el entrecejo. Siempre se había considerado como una persona demasiado floja, pacifista e incapaz de albergar sentimientos de odio hacia sus semejantes. Pero Sasuke era una excepción a la regla, al igual que Hidan.

Por culpa de aquel pretencioso, Chouji, Neji y Kiba estuvieron al borde de la muerte.

Y Naruto sufría por su causa.

Tomado desprevenidamente, Shikamaru frenó sus pasos. Los largos y finos dedos le impidieron observar su recorrido. Alguien a sus espaldas le había cubierto los ojos con las manos en un gesto por demás infantil y burdo.

-Ino- nombró, fastidiado por saberse interrumpido en su caminata. Detrás de él, Ino bufó.

-¿Hiciste trampa, Shikamaru?- replicó con ambas manos en la cintura, a lo que el Nara rodó los ojos. Siempre lo mismo.

-Mujer problamatica, ¿Cómo puedo hacer trampa en una acción tan predecible y obvia?

-¿Me estás llamado tonta?- un ligero tic de irritación surcó la ceja derecha de la fémina.

-No- negó Shikamaru, preguntandose en su fuero interno por qué las mujeres eran tan problematicas y tendían a buscar cualquier desperfecto hacia ellas. Claro que, no pensaba decirlo, tampoco era estúpido.

Ino se mostró más aliviada al notar el cambio repentino de ánimo en el estratega. Realmente no esperaba encontrarlo tan relajado y accesible. Días antes ni siquiera se dignaba a salir de su cuarto, y ahora sin más caminaba apaciblemente por la aldea.

-¿Vas a ver a Naruto?

Por alguna razón desconocida, Shikamaru sintió su rostro arder en verguenza. Tarde se dio cuenta del camino que estaba tomando. Era su subconsciente el que le hacía tan malas pesadas, no había otra explicación a ello...¿o si?

-Solo iba a...- chasqueó la lengua y sacudió la cabeza en su impotencia por justificarse. -Olvidalo- siguió caminando hacia la misma dirección, añorando resolver el revoltijo mental que no lo dejaba tranquilo un solo segundo. Además, tenía la ligera sospecha de que el Uzumaki lo estaba evadiendo deliberadamente. ¿De que otra forma se podría explicar su ausencia en esos dos días?

Llegó hasta la puerta del apartamento del rubio y osó girar el pomo para entrar por cuenta propia como la vez pasada.

Fue directamente a la recamara del rubio y lo que vio lo dejó pasmado.

-¡S-Shikamaru- exclamó Naruto en tanto se cubría con la toalla que había dejado sobre la cama. Acababa de abandonar la ducha y estaba desnudo.

Shikamaru atinó a apretar los labios, dio media vuelta y trató de mentalizarse para olvidarse del asunto.

Que problematico...

Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora