El principio

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Lo sentí al instante, esa sensación clara de plenitud en mi interior. Alcé la cabeza y miré por la ventana del edificio en el que estudiaba, era una universidad sencilla. Busqué con la mirada una explicación al por qué de aquella nueva experiencia, la clase de matemáticas no me la había dado seguro.

Rebusqué mientras me ponía un poco nervioso, hasta que miré al cielo. No te vi, pero a la vez sí. No lo entenderías, no sabes que es estar en un libro (hasta este momento yo tampoco lo sabía) pero simplemente supe que estabas allí. Sonreí, supongo que siempre me había gustado ser el centro de atención.

En ese momento el profesor carraspeó queriendo la atención de todos y, aunque estaba mirándole, mi cabeza seguía pensándote, ¿quien eras?

Me perdí en mis cavilaciones durante un rato hasta que sonó el timbre del fin de clase, "menos mal", pensé. Recogí a gran velocidad y con la mochila apoyada en únicamente uno de mis costados empecé a caminar por el pasillo.

Sentía un nuevo ambiente a mi alrededor, como si alguien hubiese abierto una ventana que llevaba ya tiempo cerrada, todo se notaba más ligero.

"¿Como te llamas?", quise preguntarte, pero no quería hacer el ridículo en el primer capítulo, así que simplemente callé.

—¡Alex! —Escuché un grito que inmediatamente captó mi atención, giré mis talones y espere con una sonrisa a mi mejor (y único) amigo.

—Max, hey, que tal en teatro. —Pregunté a la única persona que realmente me conocía, aunque supuse que eso no iba a durar mucho, a ti te iba a revelar hasta el color de mi alma.

—Como siempre, me toca de personaje secundario. —Su tono lúgubre me sacó de mis pensamientos al instante y torcí la boca en disgusto. Max era realmente bueno, pero le faltaba la confianza que le habían quitado a golpes y eso me apenaba, porque alguno se lo había llevado por mí.

—No siempre será así, amigo, y para que no te agobies más iremos por algo de comer, eso te hará feliz y lo sabes.

Él rió y yo me sentí aliviado de servir para algo. Fuimos hasta la cafetería y pasamos un buen rato ahí, poniéndonos rápidamente al día. No solíamos pasar tiempo separados, pero nunca estaba de más contarnos cosas. Él me habló del nuevo chico que estaba conociendo, y yo le conté mis dudas sobre, prácticamente, todo.

Acabamos de comer y fuimos al césped de la universidad, yo saqué mi ordenador y me puse a estudiar apoyado a un árbol mientras Max me distraía haciendo imitaciones tontas de profesores.

—Un día te meterás en un problema y vendrás a llorarme. —Le piqué.

—¡Zeus me libre! —Dramatizó, haciendo ahínco en su obsesión por la mitología. A mi también me gustaba bastante, pero Zeus especialmente no me caía en gracia.

—Tu eres más parecido a Dionisio, yo Ares o Apolo, ¿verdad? —Solté una risa arrogante, mientras mi amigo me fulminaba con la mirada.

Fue en ese momento que sentí una extraña sensación, como que todo se oscurecía. No era algo físico, no se estaba volviendo de noche, pero sentí la luz que llevaba todo el día iluminándome apagarse y me sentí ansioso.

Te miré, directamente a los ojos, pero los tuyos ya no se centraban en mi. Te estabas alejando. Una mueca surcó mi rostro mientras me despedía con la mano, Max mirándome con intriga. Él no te notaba. Al final, la presión de la vida volvió a mi y tú te fuiste por el momento.

Hasta que acabes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora