Pasaban pocas cosas en este pueblo, quizás para los mayores era algo ideal vivir en un remanso de tranquilidad para pasar el resto de sus días, pero para los jóvenes que quedábamos allí era un pozo de aburrimiento en el que buscábamos la mínima novedad y salir de la monotonía, y Alejandra, sin duda alguna, lo era.
Entré en la cocina después de que se fuese, y allí estaba Bianca, con la música puesta bien alta mientras estiraba la masa de los tortellini.
—¿A quién le has puesto de desayunar? Me has dejado sola con la masa.
Me lavé las manos y giré sobre mis talones para enviarle una mirada casi acusatoria.
—Una chica que ha llegado desde España y apenas sabe italiano.
Sacudí mis manos de agua en el fregadero y me coloqué junto a Bianca para cortar las porciones de pasta de los tortellini.
—¿Una chica nueva? ¿Pero es joven?
—Sí, de nuestra edad, más o menos. Viene buscando a una tal Benedetta. Parecía importante, porque no paraba de revisar documentos mientras hablaba conmigo.
—¿Y si es historiadora y busca un tesoro que tenía guaraddo en su casa?
No pude evitar soltar una enorme carcajada ante las ocurrencias de mia miga, que parecía estar delirando.
—Pues los papeles que llevaba entre las manos eran bastantes antiguos.
Comenzamos a poner el relleno dentro de los tortellini.
—¿Y cómo es físicamente? —Me preguntó entusiasmada, poniendo pequeñas cucharadas de relleno de carne con albahaca, ajo y huevo dentro de la masa.
—Pues tiene el pelo corto, rubio, los ojos azules y es seria. Pero iba con gorra y gafas.
—Igual es famosa en España.
—Oye, eso sí que podría ser.
*
Me pasé la mañana recorriendo cada rincón de Politano. Fui de casa en casa preguntando a cada nonna si conocía a alguna Benedetta o, quizás, a alguna Carlina. Alguna parecía no entenderme, pero al final mediante señas me hacía entender. "No", me respondían negando con la cabeza y la mano. No conocían a ninguna Benedetta. ¿Cómo no iban a conocerla, si alguna de ellas debió ser vecina de Benedetta en esa época?
Mi primer día allí había sido en vano, y encima se me había hecho tarde para comer. Subí con piernas cansadas hacia el mirador donde se encontraba el restaurante de Giulia, aunque no tenía muchas ganas de las odiosas bromitas.
Me senté en una de las mesas y parecía que el restaurante había recobrado vida. Había unas cuantas mesas ocupadas que terminaban sus platos, y di por sentado que las demás clientes se habían ido, porque vi cómo Giulia terminaba de limpiar algunas mesas.
—Buon pomeriggio, ¿qué tal el día?
Parecía que la sonrisa de la muchacha era indeleble, aunque la mía no mostrase mucha alegría precisamente.
—Más o menos. ¿Qué hay de comer?
—Tortellini prosciutto, funghi o panna.
—Prosciutto, y un poco de vino, por favor.
Reparé en la ceja alzada de Giulia y en cómo daba un leve golpe en la libreta antes de irse.
Un camarero me trajo la copa de vino, que degusté mientras observaba cómo los comensales iban desfilando uno a uno fuera del restaurante. Saqué una de las cartas que Benedetta escribió y la abrí.
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carlina
RomanceAlejandra descubre, tras la muerte de su abuela, un baúl con cartas de amor de una mujer, Benedetta, hacia su abuela, a la que, por alguna razón, llama Carlina. Será entonces cuando decida cruzar el mediterráneo y plantarse en Politano, un pueblo a...