Dos

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Ninjas...

Itachi los había visto luchar con todas sus fuerzas, blandiendo sus armas con audacia pero sin chispa alguna de compasion. Las cuchillas de los kunais impactando ágilemente contra las armas de sus adversarios.

Kunais, shurikens, katanas, sellos, jutsus. Los ninjas empleaban toda clase de recursos para no morir en combate, luchaban hasta el último aliento, perecían cuando el chakra se les agotaba o simplemente sucumbían a la gravedad de las heridas.

De entre las pilas de cuerpos que ahora cubrían el campo de batalla, solo un color había sido absorbido por la mente infantil de Itachi Uchiha, quien, a sus escasos cuatro años de edad, había contemplado el horror más funesto y sanguinario de todos...la guerra.

Rojo. El color de la sangre, del odio y la ira que las naciones se habían profesado antes y durante la trágica batalla. Un mar carmesí de sangre cubría ahora los cuerpos inertes de enemigos y camaradas que habían entregado hasta el último exhalido en pos de defender sus ideales.

El pequeño Itachi buscó entre su confundida mente alguna razon mas comprensible para aquel horror que había presenciado. Su curiosidad estaba avida por saber, pero su consciencia le exigía cerrarse a la ignorancia. Quería que el "rojo" tuviera otro significado. Uno sensato y necesario, uno que justificara de manera convincente la pérdida de todas esas vidas frente a sus ojos.

-No olvides esta escena, Itachi.

Itachi pestañeó una sola vez cuando su padre colocó su mano sobre su hombro en señal de falso consuelo. Como si aquel gesto fuera capaz de erradicar las pesadillas postumas que se presentarían a lo largo de la vida de un niño que apenas poseía la edad para indagar al respecto.

Tonto, tonto ingenuo.

El pequeño Uchiha apartó la mirada del perpetuo rojo, se miró las manos y, desde ese instante, supo que en algun momento se mancharían de ese sucio tono rojo. Y deseó con todas sus fuerzas...que no fuera muy pronto.

Desde ese día, Itachi se prometió a sí mismo volverse mas fuerte, no comprendía las razones exactas pero sabía que era su deber como Shinobi.

Constantemente, durante sus arduos entrenamientos, se preguntaba ¿Qué era la vida? ¿servía acaso disponer de ella cuando todos estaban destinados a perderla? Itachi creía que no, que la vida no tenía sentido si solamente se vivía para ello. Asi que pensó en suicidarse.

Quiso hacerlo rápido y, ni siquiera a su corta edad, se reeplanteó los frágiles argumentos que lo llevaron a saltar de aquel acantilado. Había cerrado los ojos y se había impulsado con la esperanza de no volver a abrirlos. Pero el irónico graznido de un cuervo le había hecho recapacitar. Fue cuando el pequeño Uchiha reaccionó a sus vanas acciones.

Aun en caída libre, desenfundó el par de kunais que llevaba consigo y buscó frenar el impacto al hincarlos sobre la sólida pared de roca que se erigía a sus espaldas.

De algún modo, pudo evitar su fatidíco destino.

Itachi alzó la mirada para divisar la altitud por la que se había lanzado. Se preguntó en dónde estarían sus padres en ese momento, despues se dijo a si mismo que no importaba. Tenía que cumplir su designio como ninja porque se esperaba mucho de él y no pensaba defraudar a su familia, a su clan, ni a su aldea...
**

-¿Que opinas, Minato?- la voz grave y ronca del anciano, lo atrajo de vuelta de sus cavilaciones. Minato dejó de andar por la oficina y trató de no sonar ansioso al hablar.

-Pienso que el golpe de estado se puede detener, pero no quisiera recurrir a la violencia. Los Uchiha son aliados nuestros y por ende, el problema se generaliza- los ojos azules de Minato se abrieron un poco más, sus hombros dejaron de tensarse y su capa ondeó cuando decidió abrir la ventana de su oficina para refrescar un poco el ambiente. Vio que Hiruzen lo observaba expectante desde el extremo lateral del escritorio. Tomó una bocanada de aire y continuó. -Con el paso de los años, los Uchiha se han ido aislando cada vez mas de la aldea. Se desenvuelven bien dentro del distrito pero...

Insomnia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora