| NARRAS TÚ |
Era por la mañana, las 7:23 exactamente, y mis energías aún estaban bajo mínimos. Debía de hacer un trámite en nombre de mi jefe sobre unos pequeños problemas de los que no quería darme mucha información. Tampoco me importaba demasiado, solo quería mi café.
"Hola, disculpe. Siento la interrupción, ¿puedo pasar?" Toqué a la puerta ya abierta mientras pronunciaba con un tono suave y relajado aquellas palabras, una mera formalidad para avisar de mi llegada. De todos modos, parecía ser tan pronto que estaba solo en la planta. Era bastante diferente a mi departamento. Supongo que es normal, la victimología tiende a ser más relajada que la psicobiología de la violencia, que es donde yo trabajo.
Aquella habitación era cuanto menos elegante. Las paredes estaban tintada de un verde Sage poco saturado, el suelo era de parqué, no demasiado oscuro, al igual que los muebles, que se complementaban unos con otros con los pequeños toques blancos y grandes plantas de grandes hojas. Era, sin duda, un lugar agradable donde trabajar. Tenía buen gusto, y la gente a la que atendiera estaría agradecida.
"Hola, buenos días, adelante." Aquel hombre estaba organizando un papeleo de la mesa que tenía justo cara a la ventana. A juzgar por su postura, era alto, estaba muy agachado. Su cabello era largo, brillante, de semblante cuidado y de color del tronco de un almendro. Le quedaba bastante bien la luz del amanecer en sus reflejos, he de admitir.
"Estoy buscando a Edward Evans. ¿Podría decirme dónde lo puedo encontrar? Vengo en nombre del señor Rogers, del departamento de psicobiología de la violencia."
"Puede llamarme Ed." Pronunció sabiendo a qué venía.
"Mi jefe me ha pedido que le entregue estos documentos. Están demasiado bien aislados, espero que no sea nada ilegal." Me reí con unos pequeños suspiros y tomé un sorbo de mi café y lo dejé encima de la mesa, espero que no le importase. Escuché su risa, me resultaba familiar. Me despertó un sentimiento de melancolía. Miré hacia abajo, con algo de pena.
Y en ese momento, se dio por fin la vuelta. Se incorporó y me miró directamente a los ojos. Pude notar que sus párpados se agradaban por un momento, como si se hubiera sorprendido, y que, en milésimas de segundo, los estabilizó.
"¿Fred...?" Los sobres y documentos se resbalaron de mis manos. Notaba las lágrimas pedir a gritos dejarse caer por mi mejilla, pero mi estado de parálisis me impedía incluso encontrar mi propia voz. Solo notaba una gran bola atascada en mi garganta pidiendo chillar y mi ceño fruncirse.
"¿Disculpa? ¿Qué acabas de decir?" Solo podía notar cómo se contraía mi pecho de manera imparable, continua y dolorosa. No podía inspirar o expirar de manera continuada ni una sola vez. Y para terminar de desmontar la escena, actuaba como si hubiese sido una mera confusión. No sabía si estaba alegre de verle, supurante de ira o llena de decepción. Quizá la tres.
Él se agachó a recoger los papeles que había tirado, y sin levantar la cabeza hacia mí, pude hablar.
"Mentiroso..." Fue lo único que alcancé a decir. Tenía ganas de pegarle, muy muy fuerte.
"Yo-" Se levantó, aún con la cabeza gacha. Estaba dispuesto a hablar, pero no pude evitar desbordar la poca energía que tenía transformada en rabia. Y con un gran suspiro, comencé.
"¡Eres un sucio y asqueroso mentiroso!" Grité con todas mis fuerzas.
"Pero" Trató de decir de nuevo.
"¡Yo te vi morir! ¡El brillo de tus ojos se desvaneció mientras estabas entre mis brazos!" Por fin, las primeras lágrimas conjuntaron mi voz, rota en cada palabra que decía. Mis ojos estaban rojos de rabia pura embadurnada en lágrimas.
