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SEMANA DE CRISIS EXISTENCIAL.

Estaba tirada en mi cama con mi vista hacía el techo, Sarah, Sarah, Sarah, ¿qué me has hecho que no te puedo dejar de pensar? Estaba deprimida en mi habitación con canciones de señora dolida y pues, la verdad, extrañaba a esa mujer, quería verla, necesitaba verla.
De repente mis lágrimas no pudieron contenerse, ¿por qué siempre me pasaba eso?, ¿por qué yo? Quería a Sarah, ella se había metido bastante en mi cabeza y en mi corazón.
Mi papá pensaba ir a cobrar, pero, necesitaba los apuntes, ¿adivinen quién tenía esos apuntes? Exacto, Sarah, quien vivía a dos horas de mi pueblo. Papá, te agradezco con todo mi corazón que ese día me invitaras a ir contigo.
Con una sonrisa de oreja a oreja, entré a la ducha y me arreglé, más de lo normal, quería verla, fuera del trabajo, sin su gorra, quería verla como una persona normal, como era ella realmente.
Dos horas de nerviosismo, el camino se me hizo eterno y cuando llegué, reconocí esa casa que años atrás había visitado, mi papá se bajó y saludó a ambos, (el esposo y Sarah) me hizo una seña para que bajara y Sarah se acercó, sus labios se posaron en mi mejilla, un beso delicado y fugaz, al fin tuve tiempo de apreciar su perfecto cabello, olía tan bien, lástima que tuvo que separarse de mí, pasamos a la sala y pude conocer a sus dos hijos, Malory y Martín, ella cuatro años menor que yo y él un año mayor, ellos conversaban, mi mente estaba ocupada, cuando levanté mi vista, la vi, la encontré mirándome, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

-Papá, debo ir al baño.-susurré en su oído.

-Oh, Lucía dice que si le presta su baño.-mis mejillas ardieron en ese momento.

-Que no se lo vaya a llevar.-el esposo intentó hacer una broma y yo sólo fingi una risa, Sarah me miró.

-Yo te llevo, ven.-sonrió y caminó haciéndome una seña, yo estaba encantada de ir, la seguí y cuando llegamos ambas nos quedamos viendo...-¿Qué tal la has pasado estos días?- ¿a qué iba la pregunta?, ¿acaso preguntaba si estaba mal porque ya no nos veíamos?

-Bueno, he tenido días mejores, como cuando trabajábamos.-debo agregar que no había entablado conversaciones con ella de esté estilo.

-¿Extrañas trabajar?-preguntó con un poco de sorpresa.

-Sí y a la gente que trabajaba.-sonreí, inexplicablemente me sentía tranquila hablando.

-¿Alguien en especial?- A usted, la extraño a usted.

-A us... no, realmente no.-por poco y me delataba.

-Entiendo.-su voz cambió, mi respuesta había influido en eso.

-A usted, digo, ya era costumbre verle.- ¿en serio yo había dicho eso?

-Yo también te extraño, Lucía.-me regaló una cálida sonrisa. -Sabes...-guardó silencio y abrió la puerta del baño confundiéndome. Me hizo que pasara y luego ella lo hizo, debo admitir que estar a solas con una mujer tan hermosa y mucho mayor que yo, me llenaba de bastante nerviosismo.

-Doña...-antes de que pudiera hablar sus labios se acercaron a los míos, convirtiéndose en un casí beso.

Todo Lo Que Te Llevaste De Mí. [Sarah Paulson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora