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-Ya salgo por ti.-dijo Jungkook antes de volver a colgar la llamada.

No tardó mucho en salir por la puerta trasera del local, encontrándose con el castaño.

-Gracias por venir.-lo abrazó rápidamente y le dió un beso en su mejilla.- Ven, conoces el lugar, en el descanso te dejaré cambiarte.

Entraron juntos al lugar, Jungkook cerrando la puerta que daba al exterior, el vestidor fue lo primero que vió, ahí tenían su entrada y salida.
Saliendo del vestidor, entraron directamente un costado de la cocina, cerca de la oficina de Jungkook.

Había dos chicas y tres chicos, pasaron por en medio de ellos dirigiéndose a el lavabo con la pequeña montaña de platos dentro, mientras llamaban la atención de los demás.

Viendo a su jefe con su uniforme negro y delantal amarrado a su cintura, y al chico recién llegado con un porte de seguridad. Pero lo que llamó más la atención era la falta de uniforme del recién llegado.

-Bien, -Jungkook se hizo a un lado-perdón el desorden, cualquier cosa que necesites puedes decirme.

-Tranquilo,- puso su mano en su hombro- no es como si nunca hubiera lavado platos.

Jungkook sonrió.-Te avisaré cuando sea tu descanso, comeremos juntos, Tete.

El pelinegro se alejó, dejándolo con los platos sucios. Entonces se dió cuenta de que Jungkook no le había dado un mandil.

Volteó a sus espaldas, encontrando a Jungkook junto a una de las chicas, probando lo que parecía ser una pasta. Se veía ocupado, pero necesitaba el mandil.

-¡Jungkookie!-le llamó en voz alta, captando la atención de los demás y del mismo Jungkook.- Olvidaste el mandil.

-Cierto, lo siento.-respondió el pelinegro y fue corriendo a el vestidor.

Los presentes miraban al castaño de reojo, examinando cada uno de sus movimientos. Mientras él esperaba pacientemente a Jungkook.

Mi Esposo, Taehyung | TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora