Capítulo 5

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"En realidad cualquiera nos puede aniquilar, de la misma manera que cualquiera puede conquistarnos, y esa es nuestra fragilidad esencial."

-Javier Marías

Lauren Jauregui

Me follé a Karla una vez más antes de que ambas nos desmayáramos de agotamiento. Fue mi primera chica a pelo. Nunca había tenido relaciones sexuales sin condón. No me gustó que se me olvidara cubrir mi polla, pero una vez que estuve dentro de su húmedo calor, no pude forzarme a detenerme. Una persona decente al menos le habría preguntado si tomaba la píldora, pero joder. Era mi esposa. Si quería penetrar profundamente en mi esposa, lo haría.

Así que lo hice.

Dos veces.

Y fue el mejor sexo de mi vida.

Lo único extraño era lo apretada que estaba la primera vez. Sabía a ciencia cierta que había estado con otras personas, pero tal vez no tantos como había asumido. Me sentí mal por pensar lo peor de ella. Obviamente no tenía tanta experiencia como los rumores me hicieron creer.

Me desperté a la mañana siguiente con el sonido de la ducha corriendo. Cuando abrí los ojos, ella ya no se encontraba en la cama a mi lado. Rodando para ponerme de espaldas, me estiré y bostecé, sintiéndome más satisfecha de lo que había estado en mucho tiempo.

Me levanté de la cama y me dirigí hacia el baño. Cuando llegué a la puerta, me detuve, observando su cuerpo desnudo mientras lo enjabonaba. Tenía su largo cabello mojado y pegado a sus hombros, y los ojos cerrados. La había visto desnuda la noche anterior, pero, verla así, sin saber que estaba siendo observada y completamente cómoda consigo misma, sentí que mi polla comenzaba a endurecerse una vez más.

No podía tener suficiente de ella.

Sintiendo mi mirada, se volvió hacia mí y sonrió mientras un rubor se extendía por sus mejillas.

En los últimos seis meses de estar con Karla, nunca la había visto sonrojarse. Era diferente, pero jodidamente adorable.

Tal vez el matrimonio la cambiara, la ablandara un poco y la hiciera más dócil conmigo.

Sabía una cosa: estar casada me estaba cambiando, y solo había pasado un día

Me deleité con sus tiernas curvas, mis ojos siguieron la caída de su figura antes de aterrizar en sus senos perfectos. Eran respingones y perfectos para mis manos, y los había probado toda la noche. Mi boca se hizo agua solo con verlos.

Levantó la mano para comenzar a lavarse el cabello y cerré los ojos, recordando cómo lucía como un abanico en las almohadas y cómo lo agarré en un puño cuando lo jalé con fuerza y desde atrás la noche anterior. Tal vez fuera nuestra nueva conexión. Quizás fueran los papeles que firmamos uniendo nuestras vidas, pero, de alguna manera, se había vuelto más sexy.

No pude contenerme más. Caminando por el baño, abrí la puerta de vidrio y me metí en la ducha con ella. Con los ojos cerrados, tenía la cabeza echada atrás y el agua caliente caía en cascada a través de sus mechones jabonosos mientras los enjuagaba. Seguí el camino de la espuma y el agua mientras se deslizaban por sus hombros, sobre sus pechos y su plano vientre antes de desaparecer entre sus suaves muslos.

Mierda.

Lo era todo.

Se quedó sin aliento cuando abrió los ojos y me encontró de pie delante de ella. Me miró con suaves ojos chocolate como una pequeña gacela lista para ser cazada.

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