Capítulo 21

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"Porque es una lástima muy grande no decir nunca lo que uno siente"

- Virginia Woolf

Camila Cabello

Me desperté cerca de la una de la mañana. Mi cuerpo estaba tenso con la necesidad y mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho. Me senté, limpiándome el sudor de la frente. No había sido una pesadilla sobre Lauren. En su lugar, había soñado que estaba tocándome, amándome, llevándome hasta el borde.

No podía negarlo más. No estaba segura si eran las hormonas del embarazo o qué, pero deseaba a Lauren. Mi cuerpo estaba preparado y listo, la sensibilidad entre mis piernas haciéndome sentir como si mi carne doliera.

Juré que no lo haría de nuevo, pero me encontré en mi auto yendo a la casa de Lauren. Bajé la ventanilla y dejé que la brisa fresca de la noche me enfriara la piel. Las calles estaban vacías, las luces de la calle formaban círculos naranjas que brillaban en el asfalto frente a mí.

Cuando llegué a su casa, las luces estaban apagadas. A excepción de la luz del porche delantero y de las luces de la acera, el área era una boca de lobo. No tenía idea si ella había puesto la alarma de la casa, pero en ese momento, no me importaba. Solo la quería. Si me atrapaba entrando a escondidas, que así fuera.

Karla todavía estaba desaparecida, pero me enteré que regresaría a casa en una semana, lo que significaba que ésta sería mi última oportunidad para tener una noche con Lauren. Una última vez. Un último momento con ella. Y luego me prometí que no se repetiría.

Cuando llegué a la puerta, me sentí aliviada cuando giré el pomo y abrió. Me moví por la casa hasta su habitación, donde sabía que dormía. La casa estaba a oscuras, pero recordé el camino hacia el lugar sin problemas. Cuando llegué a la puerta de su habitación, la abrí y la encontré durmiendo sobre su estómago, los brazos doblados bajo la almohada.

Me acerqué a un lado de la cama y me senté en el borde, deslizando un solo dedo por su columna. Movió la cabeza hacia un lado, el pequeño sonido que se le escapó pareció alcanzar mi entrepierna y masajear mi clítoris. Moví dos dedos hacia arriba por su columna y me incliné, besándole la espalda suavemente.

Ella gimió, todavía sin despertarse de su sueño profundo.

La volví a besar, dejando que mi lengua se deslizara por su delicada piel y, esta vez, rodó sobre un lado, permitiéndome besar su costado y luego uno de sus pechos cuando quedó recostado completamente sobre su espalda. Sus dedos fueron a mi cabello, acercándome el rostro a su piel.

—Ángel —susurró y escalofríos me recorrieron la piel.

Había dicho mi nombre sin saberlo. No me llamó Karla, y eso envió una oleada de felicidad a través de mí.

Mordí suavemente uno de sus pezones que ahora se encontraban duros, sentándome a horcajadas sobre ella mientras lo hacía. Sus dedos se enterraron en mi cadera, colocándome sobre su polla dura, y siseé ante la sensación de ella presionándose contra mi centro sensible.

Besé su cuello y luego mordí suavemente su mentón antes de atrapar sus labios en los míos. Me devolvió el beso, su lengua hundiéndose en mi boca y saboreándome Mientras nos besábamos, sus manos se metieron en la parte de atrás de mi pijama, agarrando mi trasero y apretándolo. Sus manos se sentían calientes contra mi piel, y me estremecí.

Inclinándome, rompí nuestro beso y me senté sobre ella. Sus ojos se abrieron, oscuros y amplios mientras me miraba sacar la parte superior del pijama sobre mi cabeza y tirarla al suelo. Cuando me recosté nuevamente sobre ella, mis senos sensibles rozaron sus pechos y gemí ante la sensación de su piel contra la mía y el roce de sus duros pezones con los míos.

Por fin.

—Te necesito, Lauren —dije contra su pecho derecho antes de chuparlo y mordisquearlo.

Cuando me enderecé y la miré, me estaba observando. Me tocó la mejilla antes de pasar su pulgar por mi labio inferior. Aun así, su rostro carecía de expresión. Estaba allí conmigo, pero a su vez, no lo estaba.

—¿Qué ocurre? —pregunté, atrapando su rostro entre mis palmas.

—Quiero disfrutar este momento, pero sé que dolerá cuando despierte en la mañana y te hayas ido de nuevo.

Se me rompió el corazón, mi pecho repleto de tristeza y miseria.

Tenía razón.

Lo que estaba haciendo estaba mal.

No era justo para ninguna de las dos.

Me aparté completamente, preparándome para levantarme, vestirme y marcharme, pero antes de que pudiera salir de la cama, me puso nuevamente encima de ella.

—No me importa cuánto duela mañana. Quédate conmigo esta noche.

Me giró sobre mi espalda, moviéndose sobre mí y tomando el control. Sus manos estaban por todos lados, tocando y acariciando. Sus labios se apoderaron de los míos, separándose únicamente en busca de aire y para emitir algunos sonidos de placer.

Para cuando entró en mí, estaba rogando y suplicando por ella. Mis uñas desgarraron su piel, mis talones se clavaron en sus muslos y mis dientes tiraron de la piel de su hombro mientras se convertía en la salvaje que yo conocía. Fue ruda, empujándome físicamente más allá del borde de la razón, pero a su vez fue gentil, amándome de la única forma que Lauren Jauregui podía hacerlo.

Una vez que colapsamos en la cama, ambas jadeando en busca de aire, sudorosas y completamente saciadas, me atrajo en sus brazos y me abrazó desde atrás. Cálida en sus brazos, decidí relajarme por un momento. Pero a medida que la noche avanzaba, mis ojos fueron a la deriva hasta que, finalmente, dormí bien por primera vez desde que me mudé de la casa de Lauren.

Publicado el 15 de abril del año 2022

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