Día uno: Hendery

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Hendery siempre creyó que conocería a William y Lily Suh en circunstancias muy diferentes. La madrugada de la llamada Johnny había regresado con una sonrisa sospechosa en el rostro que mandó a Hendery las más grandes alertas rojas mas no dijo nada. Cuando Johnny le anunció que irían a Estados Unidos para Día de Gracias debió saber que no sería tan sencillo como solo aparecerse en la casa y esperar a que no lo tomaran como un intruso.

Fue error de Hendery no indagar más en los motivos de Johnny para llevarlo y, por supuesto, creer que sus familia tenía algo de conocimientos sobre su existencia en la vida de su preciado John Suh.

—De acuerdo —murmuró el mayor aparcándose frente a la enorme casa.

La estructura blanca se alzaba sobre sus cabezas, pretenciosa e intimidante. Hendery tragó saliva, inquieto ante la vista imponente de un edificio sin vida. Johnny se veía igual de inquieto, sus manos apretadas a los costados del volante y sus ojos fijos en nada en específico.

—Amor... —comenzó Hendery tratando de sacar a Johnny de su burbuja de pánico. Dios, por algo había evitado venir por tanto tiempo.

Johnny parpadeó desconcertado moviendo la cabeza ligeramente de un lado a otro. Desabrochó el cinturón que atravesaba su pecho y giró su rostro hacia el del pelirosa. Hendery le sonrió nervioso.

—Dery, hay algo que deberías saber —y bueno, debió haberlo supuesto. Todo estaba resultando dolorosamente fácil. Sus cejas se arquearon hacia el muchacho, esperando la noticia. Johnny parecía reacio a decirlo.

—¿Y bien? —preguntó impacientándose.

—Verás, ellos creen que eres mi compañero de cuarto y que... —carraspeó. Hendery ni siquiera se sentía con las ganas de molestarse. El vuelo lo había dejado muerto y ahora solo estaba... caminando dormido— eres heterosexual.

Soltó una carcajada histérica mirando hacia Johnny con incredulidad. Y no porque no le creyera a su novio, sino porque los nervios y el cansancio estaban comenzando a jugarle pesado. En los ojos del americano podía ver las disculpas, apenado por hacerlo pasar por aquello.

—Johnny, no creo que- —el mayor lo interrumpió tomando sus manos entre las suyas.

—Lo sé, dame hasta después de la cena para decirles absolutamente todo. Realmente no me hace feliz ponerte en esta posición —hizo una mueca apretando ligeramente el agarre. Hendery suspiró, rindiéndose.

—Bien, supongo que puedo seguirte la corriente por una semana —Johnny sonrió con alivio, dándole un suave y fugaz beso en los labios antes de salir del auto y dirigirse a la cochera para sacar las maletas.

Hendery se quedó dentro del auto un momento más analizando como se sentía respecto a lo que Johnny acababa de decirle. Quizás le vendría bien una siesta antes de hablar con Johnny con la cabeza fría y los pensamientos en orden. Abandonó el vehículo con pesadez y bruma, cerrando la puerta con una brusquedad un poco innecesaria. Johnny levantó la cabeza que había estado enterrada en la cajuela y lo miró con cierto dolor, como si comprendiera la molestia y el conflicto de Hendery, pero estuviera demasiado temeroso de siquiera intentar consolar su desolación.

Se apresuró hacia su novio para ayudarle con el resto de las maletas y una vez todo estuvo fuera se acercaron a paso dudoso hacia el pequeño conjunto de escaleras que daban paso a la entrada principal. Blanco inmaculado de madera pesada que sellaba a la entrada a sus visitantes. Muy en el fondo Hendery deseó que se mantuviera de esa forma. 

—Respira hondo, lento y despacio —Johnny asintió a su voz, mas Hendery no estaba seguro de si aquello era para tranquilizarse a sí mismo o genuinamente ayudar con los nervios del más alto.

the secret ; johnderyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora