Introducción

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Unos ojos rojos como la sangre admiraban la luna esa noche. Los listones del kimono de la princesa del inframundo ondeaban con el aire al igual que sus largos cabellos oscuros.

La pequeña niña admiraba el cielo estrellado mientras tarareaba una vieja canción de cuna que solía cantarle su madre cuando era una bebé. Lágrimas caían una tras otra por sus pálidas mejillas.

Se encontraba sentada afuera de la habitación de su padre, los guardias la miraban con pena, adentro el gran demonio hablaba con su visita.

-Como le decía, su majestad, estoy aquí porque busco a la Diosa del fuego. Escuche que usted tiene una hija la cual nació con la marca de la deidad en su frente.

-Así es, mi única hija. Mi pequeña Masumi nació con la marca de fuego, sin embargo me temo que pierde su tiempo, ella ya está comprometida con un Youkai zorro y vendrá a casarse con ella en una semana.- el señor del inframundo removia la enorme copa que tenía entre sus garras después tomaba un gran sorbo del líquido espeso que contenía.

-Comprendo, sin embrago es necesario que los cuatro Dioses de los elementos se reúnan.- después de un largo rato, el enorme demonio clavo su mirada de sangre en el hombre frente a él.

-Bueno, supongo que puedo escuchar su oferta señor. El demonio zorro prometió darle a mi reino un heredero con sangre pura Youkai.

Antes de siquiera poder decir algo, las puertas se abrieron de golpe y un guardia entró corriendo dirigido hacia su señor.

-Majestad, el señor Yuko está aquí.

El gran demonio se puso de pie y miró al hombre con el que hablaba, de nuevo.

-Me temo que haz perdido tu oportunidad, el zorro a llegado antes de lo planeado.

Las puertas se abrieron nuevamente, pero esta vez una pequeña de largo cabello negro y ojos rojos entró llorando, corrió hacia el hombre que deseaba convencer al rey demonio y lo tomó de las manos desesperada.

-Señor, por favor lleveme con usted.- la pequeña clavo su mirada en los azules ojos del hombre y este solo le miraba sorprendido.

Admiro la flor roja que llevaba marcada en la frente, era ella a quien estaba buscando. La pequeña lo miró desesperada, él hombre era muy alto llevaba su larga cabellera marrón recogida en una trenza y un colgante con una piedra celeste al igual que sus ojos, decoraba su cabeza.

-Masumi querida, retirate a tus aposentos por favor.-el enorme demonio se puso de pie y miró a la pequeña de manera fría. Esta le devolvió la mirada y se limitó a negar con la cabeza.

-Majestad, le pido que me deje llevarla conmigo. Le aseguro que a mi lado, la señorita Masumi se convertirá en una gran demonio y además muy poderosa, digna futura reina del inframundo. - El demonio se lo pensó un rato y en su cabeza hizo un sin fin de planes para el futuro del reino, pensó en que casar a su hija con el Dios del agua sería mil veces mejor que casarla con un simple Youkai zorro.

-De acuerdo, tenemos un trato Señor Mizukage.-dijo esbozando una sonrisa que mostraba sus afilados colmillos, su expresión hacía que un escalofrío recorriera el cuerpo del Dios del agua.

Finalmente ambos estrecharon sus manos y la pequeña Masumi partió junto a Mizukage.

-Dime, pequeña ¿Por qué quisiste venir conmigo si ni siquiera me conoces?.- le preguntó a Masumi quién caminaba tranquila a su lado.

-Un alma tranquila y bondadosa, usted me a liberado de las garras del demonio, señor Mizukage.-se limitó a decir.

Mizukage se sorprendió ante la madurez de la pequeña, sin embargo no preguntó más, después de todo ella tenía razón sus intenciones no eran malas, el solo quería que los elementos estuvieran juntos. Y así fue.

El agua, fuego, aire y tierra unieron sus fuerzas y se convirtieron en unos guerreros poderosos y temidos.


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