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Un carruaje de madera pura, impulsado por dos caballos negros recorre los pueblos y los bosques.
Una hermosa doncella mira por una pequeña rendija el paisaje que pasan mientras avanzan entre los bosques, enormes árboles lo decoran y el aroma a tierra y hierbas le provoca tranquilidad. En su mano lleva un pequeño abanico de encaje y colgantes negros con el cual se abanica con delicadeza y en la otra sostiene una pequeña brujula de oro.

El carruaje de pronto frena en seco y está mira atenta la puerta que se abre lentamente dejando entrar los fuertes rayos del sol. Un hombre de cabello café aparece ante ella y  le extiende su pálida mano para ayudarla a bajar, la mujer la acepta y el esboza una sonrisa.

-¿Por qué nos detuvimos? Señor Misukague.- pregunta mientras acomoda las telas rojas de su elegante yukata.

-Conseguiremos provisiones en ese pueblo de allá. - responde señalando las pequeñas chozas hechas con paja, a lo lejos parece haber una verde colina con más de estas pequeñas casas, los aldeanos se detienen y los miran con curiosidad, algunos reconocen a los cuatro viajeros que acaban de detenerse en la entrada de su pueblo y corren a sus casas a esconderse.

-¿En este lugar? Las personas no parecen tener mucho...

Ella gira su cuerpo para subir de vuelta al carruaje, sin embargo Mizukage la toma de la muñeca haciendo que se detenga, esta solo lo mira algo molesta y retira su mano lentamente.

-¿Ya no eres feliz acompañándonos? Masumi.- pregunta frunciendo el ceño. Los ojos del Señor Mizukage son azules, como el cielo, el la mira con un semblante algo serio y ella suaviza el suyo intentando no iniciar una discusión.

Se piensa unos instantes la pregunta, hace tanto que viaja ella sola acompañada de tres hombres, no se aburre claro, pues constantemente reciben misiones en las que los mandan a batallas a combatir. Sin embargo lleva 150 años haciendo lo mismo.

-No es eso señor, solo que no quiero ir a esa aldea. Prefiero ir a caminar al bosque.- comenta abanicandose un poco, mira de reojo a los otros dos hombres que viajan con ella, parecen estar muy interesados en la conversación que ella tiene con Mizukage.

-Sabes que no puedes andar por ahí sola, ¿y si intentan hacerte daño?.- Mizukage la mira preocupado y ella niega con la cabeza.

-Sabe que es imposible que me hagan algo, además llevo a Hanabi conmigo. - Kimura quien había estado callado durante un largo rato ríe divertido y parece que va a decir algo, sin embargo es interrumpido por Hayate...

-Ahí esta el problema, no podemos arriesgarnos a que incendies los bosques.- comenta el rubio.

-No voy a incendiar nada.- responde molesta, esos dos siempre buscan reprocharle cosas o molestarla.

-Esta bien, nos veremos aquí más tarde. Kimura, Hayate y yo iremos al pueblo para ver que podemos comprar.- ella asiente animadamente y los otros dos solo la miran con recelo, Mizukague siempre cede ante Masumi.

Y así comienza su camino hacia los bosques, piensa en que probablemente haya un manantial cerca y entonces podría refrescarse, será perfecto pues anteriormente escucho el rumor de que los humanos temían a estos bosques pues cuentan leyendas acerca de muchos hombres que jamás pudieron salir al adentrarse en ellos, conveniente para ella ya que así podrá tomar un baño tranquila.

Después de caminar por almenos una media hora, Masumi sonrie al escuchar el agua que cae, hay una cascada muy cerca.

Apresura sus pasos levantando un poco sus ropas que llegan al suelo, pero de pronto se detiene en seco al ver un enorme bulto en el camino.

Se acerca lentamente y a pesar de que está cubierto por una manta marrón, el aroma en el aire le hace saber que se trata de un humano

Toma un extremo de la manta y la levanta de un tirón. Frente a ella un hombre duerme y respira pesadamente, parece que una flecha lo hirió en un costado.

¿Debo ayudarlo?- se piensa Masumi, obviamente no es de su incumbencia el si ese soldado vive o muere.

El hombre suelta un gemido de dolor y abre lentamente los ojos, en un instante cruza su mirada grisácea con la de Masumi y la mira fijamente.

Una sensación de calidez invade el cuerpo del hombre, el mira enbelezado a la hermosa mujer de ojos color sangre frente a él, pero una punsada de dolor lo saca de su trance y lo lleva a quejarse nuevamente.

-¿Qué hace una doncella como usted en un bosque como este?- le pregunta entre pesadas respiraciones.

Masumi lo observa un poco antes de responder. El soldado parece ser joven, lleva recogida su larga cabellera blanca en una coleta alta y su armadura es plateada.

-Estaba dando un paseo, cuando lo encontré.- responde y finalmente rompe el contacto visual mirando hacía la herida del hombre.

-Es una flecha envenenada.- Masumi entrecierra los ojos, pues justo iba a decir lo mismo.

-Ya veo, parece que sus compañeros no vinieron a  buscarlo.- le dice y el hombre intenta tomar una bocanada de aire pero es interrumpida por una tos.

-Tenían órdenes de no entrar a este bosque. Es un lugar peligroso, señorita.- nuevamente la mira y analiza las ropas de la joven, su larga cabellera negra y la marca roja en su frente, enseguida comprende que no es cualquier campesina pues su vestimenta está compuesta por telas caras de colores rojo y negro y su cabello está decorado con joyas de oro.

-¿Es usted la Diosa Hanabi?- le pregunta el soldado y Masumi cubre su rostro con su abanico cubriendo una pequeña sonrisa ¿quien la llama de esa manera?.

-Puedo ayudarle, señor. No sé mueva, enseguida pediré ayuda.- el hombre frunce el ceño al darse cuenta de que ella ignoro su pregunta pero no dice nada, solo se limita a observarla.

Masumi saca un pequeño silbato dorado de entre su ropa y sopla  con fuerza. Pasan unos cuantos segundos y un fenix repleto de plumas rojas y doradas, aletea y ruje frente a Masumi, acerca su enorme cuerpo y ella aprovecha para acariciar sus plumas.

-Hola Suzaku, es un gusto verte de nuevo.- el fenix revolotea contento y agacha su enorme cabeza, mostrando respeto a su Ama.

Masumi se gira hacia el hombre y se acerca a él nuevamente, mira unos segundos la herida que aún tiene la flecha clavada y después de procesar en su cabeza ideas para detener la sangre que sale, tira del obi que rodea su yukata y se agacha para pasarlo alrededor del cuerpo del hombre.

-No entiendo por qué me ayuda, señorita.- Dice el mientras tose nuevamente.

-Yo tampoco sé el porqué de mi repentina amabilidad, sin embargo siempre es bueno hacer una obra de caridad. - después de pasar el obi por su torso, levanta su cuerpo y lo acomoda sobre Suzaku. Una vez ambos estan sobre el enorme fenix, le pide que se eleve en los aires.

-El palacio del Emperador está cerca, puede dejarme cerca y el resto lo haré yo, señorita.-dice el hombre. Masumi le señala el camino a Suzaku y después de varios minutos logran divisar un enorme palacio.

Suzaku desciende entre los árboles y Masumi ayuda a bajar al hombre, lo acomoda cerca de un árbol de cerezo junto a las puertas del palacio y se da la vuelta sin decir nada con intención de marcharse.

-Realmente no se la razón por la cual decidió ayudarme, pero al menos me gustaría saber el nombre de la mujer que me salvo.-dice el hombre, parece haber recuperado algo de fuerza.

Ella se gira para mirarlo a los ojos y con una pequeña sonrisa responde..

-Mi nombre es Masumi.

-Un placer, señorita Masumi. Mi nombre es Takehiko.







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⏰ Última actualización: Aug 26, 2021 ⏰

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