༻11. ESTRELLAS FRAGMENTADAS༺

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LUNA

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LUNA

El aire frío, impregnado del perfecto azul que decora al cielo mañanero, ondea a varios mechones de mi cabello que decido colocar detrás de mi oreja. Vólkerfel suele tener un clima frío, pese a que mayoría de días no hay rastro de nubes que dejen caer lluvia o nieve; es como vivir en el anticipo de un huracán que jamás llega.

Mi malhumorado semblante cambia por completo al ver a Dimitri, la mano derecha de mi padre, esperando por mí afuera de mi departamento. Fuma un cigarrillo, con cuidado de que el humo no moleste al caballo que tira de la carroza, que está a sus espaldas, y lo apaga al verme llegar. Su arrugado rostro, tan viejo como el de papá, me sonríe con cariño y de inmediato me ayuda con mi mochila de cuero.

Zarina —saluda con voz rauca, provocada por los cigarrillos que fumó a lo largo de los años—. Pervaya zhemchuzhina, samaya krasivaya i chistaya, tsarskoy korony.

Mis mejillas se calientan a causa de la vergüenza. No hay necesidad que sea tan formal conmigo, sabe que él es como un segundo padre para mí.

Ne bud' takim skromnym, Dmitriy —musito apenada mientras él me ayuda a acomodarme dentro de la carroza.

Ha traído una manta para que cubra mis piernas y también está el periódico del día, pero no me interesa leerlo. Quiero conversar con Dimitri, es un hombre muy culto y nunca me he aburrido de nuestras charlas.

Él sube al asiento delantero para sostener las riendas del caballo al tiempo en que yo me hundo en el cómodo cojín que fue colocado en el respaldo de mi lugar. Al menos no tengo que caminar hasta la universidad, lo que me hace sentir contenta.

—¿Durmió bien? —pregunta y me mira por encima del hombro para asegurarse de que estoy cómoda.

Refunfuño malhumorada al recordar que terminé en la cama hasta las dos de la mañana porque tuve que terminar varias tareas atrasadas. Ni siquiera pude cenar.

—Supongo que sí —respondo mientras las puntas de mis dedos juguetean con las hojas del periódico que tengo al lado. Luego me desparramo sobre el asiento—. Lo que daría por volver a ser una Naranja.

Kovolerta tiene paisajes deprimentes, está repleto de árboles secos y en la mañana suele haber un poco de escarcha sobre la banqueta y la pobre hierba que crece entre las grietas del asfalto. Aquí abundan las fábricas que echan su humo negro hacia el cielo que tanto me gusta estudiar, por eso las calles suelen estar abarrotadas de filas de gente a punto de comenzar su turno de trabajo.

Sin quitar la vista de esos extraños, suspiro nostálgica al recordar esa hermosa época.

Tenía diez años cuando nuestra vida empezó a ir cuesta abajo y por supuesto que recuerdo lo glamorosa que era nuestra rutina. Tuve una infancia llena de caprichos, al igual que a mis hermanos, nos mimaron en demasía. Ninguno de nuestros padres escatimaba en gastos al tratarse de nuestros gustos.

Sidereal #PGP2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora